31 diciembre, 2005

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS Lucas 2, 16-21



MARÍA DE LA PAZ y LA ESPERANZA

Hablando esta mañana con un buen hombre de 94 años, se le llenaba la boca de VIRGEN al hablar de María refiriéndome que en su larga y difícil historia, siempre sintió cercana la mano de María. En mi reflexión de hoy, pido para todos que la Madre de Dios y Madre nuestra nos ayude también al comienzo del 2006 a recuperarnos de los errores del pasado, pues entiendo que hoy, día primero, es tiempo de balance.

RECUPERARNOS CON ELLA

En algún sitio he leído que hay cuatro cosas que jamás se recuperan:

*La piedra, después de arrojada

*La palabra, después de pronunciada

*La ocasión, después de perdida

*El tiempo, después de pasado

Puede que sea prudente en este primer día del año saber a quiénes les dieron nuestras piedras tiradas, qué daño, qué herida se llevaron de un mal momento, de un arrebato, de una falta de Dios en nuestros gestos. Reconocer que las piedras están para edificar casas --castillos, diría Santa Teresa-- donde el Señor ha de vivir y donde los hermanos puedan encontrar su dignidad y su refugio. Las piedras que tiramos deben convertirse en regalos y ayudas para que los demás, con nosotros, se edifiquen a sí mismos.

Matar con las palabras es afilar el cuchillo de la ignorancia. La familia de Jesús es sabia cuando escucha la Palabra de Dios y sabe ponerla en práctica. Es bueno de vez en cuando ponerle rejas a los labios para que ellos pronuncien sólo aquellas palabras que tengan ilusiones y corajes, libertad y salvación.Se pueden recuperar las viejas palabras pronunciadas delante del Santísimo y, con María, aprender el abecedario de las más entrañables conversaciones.

Dios siempre vuelve a pasar otra vez. Con Él no hay miedo de que no se repita su aldabonazo, su terquedad de gracia. Por más indiferencia que encuentre Él es fiel y tiene vocación de hombre. Tal vez sean menos probables las ocasiones de ayudar, de ser oportunos con tal necesidad concreta. Cuando el pájaro vuela se lleva su canción a otra rama dejándonos la soledad, el pozo donde debió latir su música. Si todavía es posible, vayamos al pobre que no quisimos mirar, al esfuerzo en el que bajamos los brazos.

La tiranía del tiempo se refleja, sobre todo, en los otoños, cuando de pronto se descubre que todo, como la luz en la tarde, se descuelga. Carlos V se llevó a Yuste su colección de relojes y a un relojero italiano por si se atrasaban o adelantaban las manecillas de las horas. Oyendo en todo tiempo las campanas, los pasos de la vida sobre nosotros, es más difícil escuchar los pasos de Dios que se acerca para enseñarnos que "todo se pasa" menos Él y que Él, con su eternidad en cada mano, termina volviendo locas a todas las agujas.

24 diciembre, 2005

NATIVIDAD DEL SEÑOR Lucas 2,1-14



LOS SUEÑOS DE DIOS

Es imposible detener el paso de los amantes. Los buenos, nunca están conformes con el amor que alcanzan, viven en constante vigilia, insatisfechos; siempre les parece poco el bien que dan, como si permanentemente se les quedara un beso retenido en los labios. Sólo les calma el sueño de ir creciendo en el otro, con el otro.

Así Dios.

Con nacer, Dios va cumpliendo los horizontes de su sueño. Es cierto que la mayoría de los belenitas no aciertan en descubrir quiénes eran aquellos peregrinos sin lugar donde alojarse, pero al Niño le basta que unos pastores parpadeen ante una Luz extraña que les ciega de gozo. Y canten por haberla encontrado.

Es cierto que nadie haya salido a su encuentro como Mesías esperado, pero al Niño le basta que tres contemplativos de estrellas salgan de su asombro y de su tierra porque la Luz que ven ahora es la misma que les ha ido persiguiendo, la misma que les ha herido en lo oscuro de sus ansias.

Luego, más tarde, cada vez que Jesús abra las manos, cada vez que le vengan del pensamiento las palabras, una luz blanda y amada,una luz seductora habrá de llegar; con Él, un fuego deja para siempre en el mar mil quemaduras. Y la Luz, siempre la luz, sobrecogida en todos.

Dios Padre y María son los únicos que saben los sueños de su Hijo. Y se alegran porque, a pesar de lo que vemos, poco a poco en el mundo su Amor se van cumpliendo. Hoy en ti, mañana en mi, pasado en otros... hasta que la Luz se quede a dormir en todos los ojos y, juntos, también sepamos descubrir por quién soñamos.

Feliz Navidad.

17 diciembre, 2005

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO ´2Samuel 7, 1ss y Lucas 1,26-38



El SUEÑO DE DAVID

David seguramente tenía aún el dolor de haberse desposado con Betsabé a costa de matar al marido, Urías el hitita, poniéndolo en la primera fila de sus batallas. Dolor que debió acallar David con el hijo Salomón que Betsabé le había dado.

Llegó un momento en que David se reprochaba a sí mismo vivir en los palacios mientras el arca de Dios habitaba en una tienda. Y se prometió construir un templo para quien le había dado tantas victorias y tantos pecados le había perdonado.

Pero no quiso Dios recibir de David ningún regalo a cambio y fue Salomón, el hijo sabio, quien construyó para Dios un templo a hechura de sus agradecimientos.

Esta es la historia. También nuestra historia enseñada de que a Dios hay que pedirle y luego corresponderle, hasta que ya no se nos ocurra nada que pedir y con ello termine nuestra relación. Hemos olvidado (vemos el fruto en nuestros jóvenes) enseñar la grandeza de la gratuidad, el amor como recreo y no como moneda de cambio. Nuestro mundo, como no necesita nada --o cree no necesitar nada-- tampoco habla con Dios. Sólo si se ve en apuros reclama su ayuda y su presencia, mientras tanto, no le urge el amor que, acaso sea para este tiempo, una imprecisa locura.

Decía Marx que únicamente aquellos hombres que se consideran pobres necesitan la mano grande de un Dios rico. Se olvida Marx de que el hombre no es un negocio, sino una intimidad inmensa llena de labios que necesitan derramarse en besos, un misterio que sigue gritando después de haber alcanzado lo necesario. Dios es el principio y la desembocadura de su ansia, sólo en Él la vida tiene gracia y recompensa. También tiene Dios en el hombre su mejor palacio, por eso prefiere que David se abra el corazón y se deje de templos.

MARÍA DESBORDADA

En los evangelios de la infancia, San Lucas parece hacer pintura con sus palabras. David tiene pensado edificar un templo; María, por el contrario, ofrece su vientre antes que nada, y se queda esperando, sorprendida, hasta ver cuándo su hijo reclamará las primeras alegrías.

La Virgen preñada viene de camino / si le dáis posada, canta san Juan de la Cruz mientras reconoce que Dios tiene más vocación de hombre que el hombre vocación de Dios. De ahí que sea Él el primero en dar el paso. Cristo comienza a dar pasos en el vientre de su madre hasta que se abran las puertas de la carne y el Niño ya no habrá quien lo detenga en busca de salvar al hombre. Dios "humanado"; rama, siendo tronco; cascada, siendo océano. Con qué tino fray Juan señalaba que, desde su nacimiento, Dios se llevó el llanto del hombre para que siempre tengamos alegría.

Mientras, como a mujer que le llegasen nuevos olores a la flor de su pecho, María abre su boca hecha para decir sí y, en arco los labios de besar la esperanza, exclama: ¡Oh!... Oh que inalcanzables maravillas ha hecho en mí el Poderoso.

11 diciembre, 2005

DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO Isaías 61, 1ss. Juan 1,6-8.19-28



EL GOZO DE ISAÍAS

El gozo que desborda a Isaías se asienta fundamentalmente en descubrir lo que Dios le ha pedido, ungiéndolo: que dé luz a los ciegos, libertad a los encarcelados, un año de gracia y bendición para todos, y toda clase de joyas, adornos y coronas de justicia para el pueblo que nazca de semejante convivencia.

El gozo de Isaías también se debe a que, desde Dios, esto es posible.

La paz, la concordia, la solidaridad, la justicia... es lo que precisamente buscan alcanzar los sistemas políticos bienintencionados de todos los países, el único problema es que lo quieren hacer sin Dios y aquí radica el continuo comienzo de una rueda que nunca llega a destino. Sin Dios, no se avanza. El ser humano, que en principio sueña con el bien común, pronto cae en la tentación de enriquecer a su familia o a su partido, a su nacioncita o a cualquier otra opción que le envanezca.

Los buenos propósitos de Lula en Brasil, de las Naciones Unidas con el intercambio de petróleo por alimentos. Lo que sucede en España y la ambición de algunas autonomías, con sus particularidades y sus pretendidos derechos históricos, no son otra cosa que gobiernos sin Dios en los que, precisamente por echar a Dios a un lado, sólo destacan los egoísmos. El resultado siempre es la confusión de Babel, el desentendimiento de Babel, el fracaso de Babel.

JUAN SIN TIERRA. JUAN SIN NOMBRE

En el desierto, lleno de arena hasta los ojos, visitiendo las pieles que podías, lleno tu corazón de sorpresas, adivinando horizontes, superando los miedos, clavando en los demás la alegría de saber tu destino, Juan, amigo, también te preguntamos: ¿quién eres?, ¿cómo te llamas a tí mismo que no nos has querido decir tu nombre?. Sabemos que te llamas Juan, pero tú no has querido pronunciarlo, sólo referir que no eres el Mesías, que mucho menos el profeta, que sólo eres la voz que intenta pronunciar la Palabra. Una voz llena de arena, pero una voz ilusionada; frágil, pero firme. Una voz que va a levantar su pañuelo para decir adiós, pero con el inmenso gozo de saber que el mundo mantendrá en alto, y siempre, la Palabra.

29 noviembre, 2005

DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO Marcos 1, 1-8


EL COMIENZO DE LA LIBERTAD

Vuelve Israel a su tierra y Dios comienza el capítulo cuarenta de Isaías consolando a su pueblo: "hablad con cariño a Jerusalén y decidle que su esclavitud ha terminado"... Son las más hermosas palabras de reconciliación y de esperanza que hayan salido del corazón de Dios. Y esas palabras nos anuncian un tiempo libre y joven, un estreno de amor inconfundible.

Porque Dios rompe las cadenas de su pueblo como únicamente pueden romperse las cadenas: amando. Es Jesús quien más tarde pone en evidencia la promesa, quien viene pequeño y callado, escondido para estallar a los treinta años con el corazón en la boca. El Padre anunció la libertad y el Hijo nos inunda ahora de amor para cumplirla. Sólo amando se es libre, aunque sólo el amor nos encadene.



LA ARENA Y EL AGUA

"El que viene detrás de mí"... A veces he pensado cómo habría imaginado Juan la llegada del Mesías. Puede que muchas tardes se asomara a la arena del desierto a quedarse allí quieto, detenido por su propia esperanza, y se figurara que vendría en un oleaje de vientos, lleno de brisa y majestad. Él, por si acaso, prefirió quedarse a solas, mirándose en el espejo de la plenitud que ya intuía, y ensimismarse en el perfil de su propia locura. Se abstiene de comer, prescinde de los amigos y aguarda el eco de su voz clamando en el desierto.

¿Con qué austeridad esperamos a Jesús?. ¿De quién o de qué hemos sabido resguardarnos?. Hay cosas que únicamente a solas pueden vivirse de lleno, momentos en que sobra hasta la luz porque es más luz la que se espera... Que cuando Cristo llegue no nos encuentre aturdidos por la rutina de cada día.

Él nos bautizará en Espíritu Santo y fuego: el agua se habrá de volver llamarada, en alas se convertirá nuestro Bautismo y el Amor, desde Cristo, será una escalera larga de subir y bajar hasta que nos encuentre.

26 noviembre, 2005

DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO Marcos 13, 33-37


HAMLET YA NO DUDA


Se vuelve morada la liturgia para adentrarse en sí misma y recapacitar cómo debe ser cualquier espera y, con más razón, cuando se espera a Dios. Aunque lo más urgente, quizá, sea aprender a esperarse a uno mismo.

Se está procurando que nuestra vida sea una raya banal interminable, una infinita sucesión de nadas que entretienen, mientras el tiempo se pasea sobre nosotros como un fantasma que sólo le importase distraer a los dueños del castillo. Se niega la cultura derramando sus vasos sobre institutos o centros de enseñanza en donde nuestros hijos van sin ganas porque nos ven sin ganas a nosotros: somos los primeros ignorantes de Europa y seguimos empeñados en deshacer el camino por donde hemos venido, empeñados en secar el mar que nos ha dado peces y permitido travesías. Casi todo son leyes, certezas que no pueden cumplirse, abanicos ahogados en espuma. Poco queda del alma, casi nada del pensamiento y de Dios, que como náufrago se mantiene en vilo, quedan en Él intactos el amor y las ansias.

Sócrates ya advertía que de las cosas que se saben no hay razón para opinar. Poco debemos saber en este mundo nuestro porque opinamos de todo sin apenas saber alguna cosa. Y estamos seguros que sólo la razón y lo razonable nos llevará a destino. Hamlet ya no duda y nos están dando dineros para que en cada casa construyamos una torre de babel con mucha altura para que el vértigo no nos permita ver dónde está la verdad.

Puede, como digo, que esperarnos a nosotros mismos sea lo más urgente: sepamos desvelar los secretos de nuestro corazón con el diccionario de la verdad que, hasta el día de hoy, sólo Jesucristo ha vivido enteramente.





AL MENOS LA ESPERANZA

Los sueños, el amor, las heridas, la muerte, la soledad, el tiempo... toda la vida se empobrece sin esperanza, esa continua prolongación del hambre que aguarda sentirse alguna vez colmada.

Esperar es el distintivo más claro de los seres humanos porque sólo los humanos, de tan infinitos, no nos bastamos anosotros mismos. Lo aclara San Juan de la Cruz: "el corazón del hombre no se satisface con menos que Dios"; del mismo modo que San Agustín descubre que su alma no descansará hasta que llegue a Él.

El Adviento es otra oportunidad que Jesucristo nos ofrece para que sepamos esperarlo y no tenga otra vez que irse de vacío. Y necesariamente hemos de aguardarle en noche y a solas, despojados de cualquier equipaje mental que nos impida reconocer a las estrellas como "letras de luz, misterios encendidos" por donde Dios ablanda los horizontes de lo oscuro hasta que llega la mañana prometida.

Cualquier noche, posiblemente cuando más cansados de esperar estemos, una de esas estrellas se hará mayor de pronto, de pronto más encendida, para anunciarnos que es de día porque Dios ha nacido para leernos la luz y desde sus palabras al fin podamos entender que únicamente el que lo desee seguirá estando a dos velas.


(Nota: En la foto, reliquias de la santa cuna en Santa María la Mayor. Roma)

18 noviembre, 2005

DOMINGO XXXIV CRISTO REY. Mateo 25, 31-46


EL ALMA PERDIDA

Sólo excepcionalemente los hijos bien educados se extravian. De las aguas, importan sobre todo los manantiales. Y Cristo Rey, recordamos hoy, reina más que nada en los principios, allí donde las aguas nacen, donde los hijos empiezan. Luego, las aguas y los hijos, atraviesan casi solos y veloces las curvas de la vida, amparados con la firme memoria de sus principios.

Somos hijos de nuestra historia y en todos los crecimientos llevamos la infancia como una mano que ayuda, como una mano que advierte. Una infancia de catequésis, de estampas de primera comunión, de suficiente enseñanza religiosa, con la que hemos ido aspirando a ser mejores personas, mejores ciudadanos.

Por respeto a la decisión de cada uno y según su costumbre, este Rey Jesús de corona quitada, esta Majestad de toalla y pies lavados a sus discípulos, deja pronto libres a las aguas crecidas, sueltos a nuestros hijos adolescentes, confiado en el amor que llevan desde los valores sembrados. Ahora ellos deciden, pero es ya una libertad con caminos, no una decisión a ciegas en la selva.

Jesucristo es Rey de la justicia, de la verdad, de la libertad, del amor... es la sabiduría con que va vistiendo a las aguas --a nuestros hijos-- de transparencia y vida, el traje con el que es imposible pasar frío. Pues bien, a este Rey de los buenos oficios, de los ejemplos vividos, este Rey donde se ha mirado y con el que se ha vestido nuestra historia y nuestra cultura desde siglos, ahora quiere el gobierno de España quitarle la corona de la verdad, dejando los colegios huérfanos de su conducta y de su palabra, para que nuestros hijos no puedan alumbrarse con semejantes principios. La religión --dicen-- para las casas y, si se lleva a los colegios, será para que no valga nada y se vaya muriendo ella solita como se mueren los ríos que no reciben la lluvia.



NOS QUEDA LA PALABRA

Santa Teresa de Jesús se resistía a la llamada de Dios, ella lo escribe en el libro de Su Vida: "Andaba el Señor mirando y remirando como tornar dentro de mí, y yo me resistía".

Los jefes del los pueblos no han aprendido de la historia, de la simple contemplación, que el agua, como Dios, siempre busca resquicios por los que meterse dentro. El agua termina echando abajo muros, torres y tejados, como Dios aniquila los impedimentos para que por fin llegue al alma la luz. Si callan a los maestros de religión, hablarán las piedras y el agua de la verdad irá, poco a poco, acabando la muralla de lo que parecen castillos.

11 noviembre, 2005

DOMINGO XXXIII del Tiempo Ordinario Mateo 25, 14 ss


LA VIDA COMO NEGOCIO

Los griegos insistían en que el gran pecado de la vida consiste en no acertar, en equivocarse al elegir una educación que nos haga personas; en confundir el hombre o la mujer adecuados que han de acompañarnos para crear una familia; en no atinar con el trabajo o con los amigos...Hoy nos revela Jesús en el evangelio que el gran pecado del hombre es no rendir, dejar sin provecho las gracias recibidas.

Esta fotografía que inserto en el comentario, corresponde a la reja del monasterio de carmelitas de Medina del Campo, desde la que se hablaron por primera vez Santa Teresa y San Juan de la Cruz para iniciar juntos "el negocio" de la Reforma Carmelitana que tantos dividendos de amor habría de dar al mundo.

Ya se había planteado Santa Teresa más de una vez cambiar de "negocio". El de este mundo, con sus afanes, sus amores pequeños, sus vanidades y sus cosas no le complacía del todo. Quiso probar suerte con Dios, hacer juego con Él y, desde entonces, ya nunca dejó de ser feliz.

Es hora de que invirtamos los talentos recibidos en obras rentables. La experiencia nos recuerda que apostar en la vida y sus empeños deja mucha sequedad en la esperanza. Negociemos con Dios: Él tiene, en la bolsa del amor, información privilegiada.

IGLESIA DIOCESANA

En toda España se celebra hoy el día de la Iglesia Diocesana... A estas alturas de la vida nos seguimos preguntando por qué los gobiernos de turnos se siguen enfrentando con una Institución que desde el principio de nuestra existencia sólo nos ha ofrecido valores, testimonios, ejemplos admirables de libertad generosísima y entrega sin límites. Todavía se insiste en "los privilegios" de la Iglesia, manipulando la verdad y equivocando a los sencillos. El único privilegio de la Iglesia ha sido y es mostrar a la persona de Jesucristo, envuelta en los infatigables valores del perdón y la justicia, el amor y la paz.

A esta Iglesia que no sabe hacer otra cosa, que no puede y no quiere hacer otra cosa, hemos de ayudarle para que no se agote la llama de la Verdad. Sólo ella hace a los hombres y a los pueblos libres.

04 noviembre, 2005

DOMINGO XXXII del Tiempo Ordinario Mateo 25, 1-13



MORIR, AL FIN Y AL CABO

Que es hereditaria, es lo único que sabemos de la muerte, escribe el maestro Alcántara. Pero morir es también decir adiós al niño que fuimos, entregar cada tarde los pañuelos de la mañana, despedir la intensidad de humanos amores. Morir es recoger la sombra de lo que fue luz un día.

Sin embargo, los místicos celebran la muerte como si se abrieran de pronto "los ojos deseados" y ya no hiciera falta más que una eternidad donde sostener la ardiente fijeza de esa mirada. Para ellos, la muerte es amanecer, atravesar el aro de la vida. Comenzar. Porque todo depende de lo que se deja y de lo que se aguarda. Morir, al fin y al cabo, será como asomarse a una ventana y llenarse de sol.

LOS OJOS DEL CENTINELA

Ya que es inevitable, conviene hacer un pacto de amor con la muerte. Jesús lo declara en el evangelio de hoy con la parábola de las vírgenes despiertas y de las vírgenes dormidas. La mejor manera de pactar con la muerte es asomarnos, con frecuencia diaria, a ver cuánto ha bajado el aceite de nuestras cántaras. Vigilar el comportamiento de nuestra voluntad, la fidelidad a los empeños, las necesarias maneras de la caridad, de qué forma seguimos siendo fieles. Asomarse a las cántaras es asomarse al evangelio y medir con apetito el seguimiento a Jesús.

Cuando los niveles del aceite se mantienen adecuadamente, está garantizada la maquinaria del amor. La dignidad del hombre está en su muerte, refería Vicente Aleixandre, sin embargo yo creo que esa dignidad de la última hora tiene mucho que ver con la dignidad de todas las horas.

De todas maneras, el que vive en Dios ya ha comenzado aquí su eternidad y su muerte ha de ser como el que cierra los ojos para verse por dentro.

29 octubre, 2005

DOMINGO XXXI del Tiempo Ordinario. Mateo 23, 1-12

Con el Cura de Ars, S. Juan Mª Vianney

DICEN Y NO HACEN

En cuatro palabras, Jesús descubre la conducta de los fariseos: "dicen y no hacen", es decir, con la vida desmienten lo que piensan y así es imposible que tengan seguidores.

Ante la gran pregunta de siempre: "¿Quien dice la gente que es el Hijo del Hombre?", se puede responder desde muchos ángulos y criterios, pero lo que nunca puede ocultarse es que Jesús "habla con autoridad" porque cumple lo que dice. Esa es una de las grandes rezones que vincularán a la Historia siempre con el Mesías Jesucristo: él no echa fardos sobre nadie que antes no haya sopesado, ni prevee sufrimientos que él antes no soportara, ni habla de muerte sin abrazarse a la cruz, ni de vida sin cumplir con su Resurrección. Jesucristo soporta con el ejemplo cuanto predica y eso hace creíble su doctrina. De ese modo, los fariseos han desaparecido "oficialmente" y los cristianos seguimos al que permanece.

Sin embargo, los responsables de comunicar la Palabra de Dios, no siempre son --o somos-- fariseos por "decir y no hacer", a veces, muchas veces, se trata de impotencia: vemos con el corazón lo que después las manos no alcanzan, aún la virtud no ha doblegado la débil voluntad. Estamos a la espera de parecernos al Santo Cura de Ars que abrió su pecho a la luz dejando que el mundo reconociese en él la dulce fatiga se servir.

VOSOTROS SOIS TODOS HERMANOS

Son insuperables las palabras de San Pablo a los Tesalonicenses: "Tanto os queríamos que estábamos dispuestos a daros no sólo el Evangelio de Dios, sino nuestras propias vidas. ¡Habéis llegado a sernos entrañables".

El ser humano vive en permanente guerra consigo mismo (en sueños lucho con Dios y despierto con el mar, escribía Machado), pero lo único que puede ser terrible en esa guerra es que no haya tiempo para dedicar al hermano; que, por el egísmo de lo propio, echemos al olvido la urgencia del amor que reclama aquel que aún es más pobre que nosotros. Ninguna batalla personal se gana excluyendo al amigo del sitio que en mi corazón le pertenece. Ninguna victoria es cierta si se ignora al prójimo que pasa dolorido por mi puerta. Si no actuáramos desde el amor entrañable, habríamos perdido las gafas de ver la verdad. Permitidme un poema hermoso de Muñoz Rojas:

"Señor que me has perdido las gafas,
Por qué no me las encuentras?.
Me paso la vida buscándomelas
Y tú siempre perdiéndomelas,
Me has traído al mundo para esto,
Para pasarme la vida buscando unas gafas,
Que estás siempre perdiéndoseme?.
Para que aparezca este tonto
Que está siempre perdiendo sus gafas,
Porque tú eres, Señor, el que me las pierdes
Y me haces ir por la vida a trompicones,
Y nos das los ojos y nos pierdes las gafas,
Y así vamos por el mundo con unas gafas que nos pierdes y unos ojos que nos das,
Dando trompicones, buscando unas gafas
Que nos pierdes y unos ojos que no nos sirven.
Y no vemos, Señor, no vemos,
No vemos Señor".

Dando nuestra vida por ellos, les estamos dando también el Evangelio.

21 octubre, 2005

DOMINGO XXX del T. Ordinario. DOMUND. Mateo 22,34-40



DE DOS EN DOS

Los Santos Padres señalan sabiamente que Cristo envió a los discípulos de dos en dos porque uno solo no podía contener el doble amor que le debemos a Dios y a los hermanos. Amor que, siendo uno mismo, se abre en ramas y frutos, se multiplica en todos, como secretamente se abraza la raíz a la hoja desde dentro.

DOMUND

Contaba la Madre Teresa de Calcuta que se sintió enriquecida el día en que, enterada de la pobreza extrema de una familia numerosa, consiguió para ella un par de kilos de arroz. La madre --refiere la santa--, al ver semejante riqueza en sus manos separó un puñado de arroz para cada uno de sus hijos y, el resto, se lo alcanzó a una familia cercana que era aún más pobre que la suya...

Lloró al ver cuánto de Dios habían sus hijos aprendido. Lloró al darse cuenta que la generosidad de los pobres se hace arroz interminable en los hermanos. Sólo un cristiano puede tener conciencia del alivio que supone regalar de lo poco al más pobre. Sólo un cristiano sabe que tener a Jesús dentro no cambia la injusticia del mundo, pero sí nos cambia el corazón para que no tengamos un grano de más mientras haya una boca abierta, un hambre que nos aguarda.

Los misioneros llevan las alforjas llenas de lápices y cuadernos, de libros y esperanzas para los que han perdido la ilusión de asomarse a la vida. Llevan la Eucaristía, el pan de Dios en cada gesto: una alimentación indispensable para el alma.

EL ESCONDITE

En su capítulo 2 escribe Oseas hermosamente una conversación de Dios, referida a Israel, que en nuestro caso aplicamos al alma: "Yo la voy a enamorar: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón".

Toda el ansia del hombre. Toda la verdad aparecida de pronto en tres ideas: amor, arena y palabras.

Cuando Dios seduce no necesitamos más arroz que el indispensable, más amor que el suyo. Cuando Dios se instala en el alma no se sufre la arena del desierto ni la falta de palmeras, sólo aguardamos su voz, la inmensa palabra que lo deshace todo y todo lo construye, el rojo delirante de las granadas que tiñen para siempre de color la vida. Ay, Señor, dinos por fin adónde te escondiste.

14 octubre, 2005

DOMINGO XXIX del Tiempo Ordinario Mateo 22, 15-22



AL CESAR LO QUE ES DEL CÉSAR

La moneda en la mano de los hipócritas, la pretensión por parte de los fariseos de sorprender a Jesús, la ironía de llamarle Maestro, los tributos, Dios y el César... todo se junta para una respuesta atinada y esclarecedora.

También a lo largo de los tiempos hemos usado este pasaje evangélico para interpretar, interesadamente, lo que nos conviene de Dios y lo que nos aprovecha del César. Con esta frase en la boca se ha argumentado la conveniencia de decirle a los curas que se queden quietos en sus misas con el propósito de seguir ellos en sus trampas sin ser señalados por nadie que pueda, con razón, importunarles.

La Iglesia, a la sacristía; y parte de la sociedad, mientras, a seguir con sus máscaras y sus medias palabras, sus enredos y aprovechamientos, porque importa sellar la boca a los que pueden influir con los valores de la fe. Aunque también puede ser verdad que los sacerdotes tengamos demasiadas veces palabras de "césar" y pocas palabras de Dios.

De ninguna manera esta frase evangélica quiere significar la separación de lo íntimo con lo público, de lo religioso con lo social. Es precisamente lo que se elabora en las entrañas, por el concurso de la gracia de Dios y del esfuerzo del hombre, aquello que trasluce y sale al exterior solicitando, juzgando, anunicando que sólo la Verdad nos hace libres y que no hay dos clases de libertades: la de dentro y la de fuera, sino una sola que abarca a la persona entera con la intención de quitarle las cadenas al mundo. En una palabra, olvidan los interesados que el César también es de Dios.

Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS

La distinción a que se refiere Jesús entre dar a uno y a otro lo que por separado les corresponde, ataca a aquellos que pretender "usar" a Dios para manipular aquellas contribuciones a las que, como ciudadanos, estamos obligados a ejercer. No se puede, por ejemplo, argumentar que los cristianos estamos exentos de cumplir la ley positiva porque ya cumplimos con la ley de Dios. Precisamente por serlo, los cristianos debemos hacerlo como signo de coherencia, de comunión y de ejemplo. La solidaridad, desde Dios, alcanza mayores profundidades.

Recuerdo el aciago día de las torres gemelas neoyorkinas. A poco de la tragedia, se vio salir de los escombros a un grupo de bomberos con sus cascos amarillos: buscaban a alguien. Ellos eran católicos y solicitaban la presencia de un sacerdote que les absolviera. Llegó de inmediato y les perdonó en nombre de Dios sus pecados. Volvieron a entrar, "con otro aire" en los túneles de la tragedia... y ya no salieron más. Cumplieron como ciudadanos, pero lo hicieron por Dios y desde Dios.

Cada uno de nosotros se levanta todas las mañana con una moneda en el bolsillo del sueño. Una moneda, con dos caras indivisibles, que sirve para comprar las necesidades de cada día pero que, juntadas con las de todo el mundo en montaña de plata, no servirían para comprar la paz del alma: ella solo es de Dios.

08 octubre, 2005

DOMINGO XXVIII del Tiempo ordinario. Isaías 25, 6-10; Mateo 22, 1-14


TODOS OCUPADOS


Es incomprensible que ante una fiesta de bodas tan prometedora, los invitados decidan no ir, alegando excusas que no se sostienen: un rey que casa a su hijo y, ni siquiera por la estricta educación de quien convoca, acuden comensales que acepten compartir esa alegría. Nos cuesta trabajo creerlo, pero es palabra de Dios y nuestros ojos lo están viendo.

Dice San Juan de la Cruz que todos hemos sido llamados a las bodas con el Hijo, que nuestra misión y destino no es sólo ir a la boda, sino que nuestras almas han sido elegidas para ser las esposas del Novio... Un buen partido es casarnos con Dios y adormecerse en su pecho a la espera de que florezcan en sus labios las granadas. Sin embargo, por desconfianza quizá, puede que por miedo a que sea una trampa tanta generosidad, los invitados no acuden porque en el fondo no se creen tanto regalo.

A Dios le gustan las mesas largas, los platos rebosantes de manjares y el corazón de sus hijos abierto sobre los manteles. Así debe ser la fiesta de la Eucaristía. Banquete al que luego llega el Novio y derrama los vinos del amor en todos los labios. Para la Misa de los domingos, muchos tienen compromisos --una multitud de banquetes insípidos-- y no calculan aún cuántos sabores se pierden.


VESTIDOS DE LIMPIO

Como no acuden al banquete los que deben y semejante comida es una ofensa al hambre del mundo que se desperdicie, el padre del Novio pide a sus servidores que salgan a los caminos y repartan invitaciones a cuantos encuentren por las calles, sin distinción.

Como en este domingo casi todo es sorprendente, también nos sorprende que, tras la última convocatoria a la fiesta donde supuestamente caben todos, el Padre repare en un comensal que ha osado presentarse sin el vestido apropiado y limpio para un banquete. ¿No habías dicho que todos serían bien recibidos?.

Nos equivocamos creyendo que Dios ofrece al hombre un amor bobo, sin condiciones y sin composturas. Su invitación es amplísima, aunque exige alguna condición: que el invitado llegue a la intimidad de su casa con el vestido de un amor responsable. No vale el "yo soy cristiano a mi manera" ó "no hace falta ir a Misa para ser bueno"... eso son trajes hechos en casa a la medida de los egoísmos. Para casarse con Dios hace falta un traje de alta costura: saberse hermanos de pan y manjares en el mismo banquete de la vida: la espiritualidad obliga a esa suprema elegancia.

01 octubre, 2005

DOMINGO XXVII del tiempo Ordinario Mateo 21, 33


LAS ESPERANZAS QUEBRADAS
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Pocas palabras nacidas tan bellamente del corazón como las de Isaías 5, 1ss. El profeta coloca a Dios en el lugar de un hombre que ha puesto todas sus esperanzas en una viña recién comprada: buscó la mejor tierra para unas cepas escogidas, quitó las piedras, pasó su propia mano sobre la llanura conseguida y cantó para ella esperando que diera las uvas más dulces... pero dio agrazones.
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Dios es el viñador y nosotros las cepas acariciadas que no hemos aprendido a buscar los injertos necesarios para dar las uvas deseadas y poner en fruto los dones que nos dieron.
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Para quitarnos de los racimos las plagas que abundan, tomamos del mundo insecticidas recomendados, abonos para que así crecieran artificialmente las uvas... El resultado fue desastroso: se envenenaron las cepas apareciendo agrios y marchitos los racimos. Nuestros hijos --y nosotros mismos-- queremos que aprendan inglés, judo, ordenador, piano...creyendo que crecerán como sabios. Todo eso se convierte en insecticida si no se distribuye desde Dios, si no es después de Dios, que debe ser en nosotros el fundamento de toda sabiduría, el abono indispensable del mejor crecimiento.

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LAS PROMESAS CUMPLIDAS EN LAS UVAS DE AHORA
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Han matado a los cuidadores de la viña. Han matado al Hijo y, a estas alturas, no tiene la vida ni uvas ni Hijo ni profetas. Dios le dará el campo a quien sepa cuidarlo, a quien lo aproveche y lo agradezca: Él vigila desde la torre los verdes progresos de nuestras decisiones.
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Y el campo lo tienen ahora --como lo tuvieron siempre-- los sencillos, los entregados, los que confiaron, aquellos que supieron abrir sus oídos a la Verdad y fueron responsables sabiéndola vivir.
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Esta semana pasada estuve en Ars, compartiendo ejercicios espirituales con más de novecientos sacerdotes de todo el mundo, catorce obispos, tres cardenales... Dios nos ha entregado nuevamente su viña entre cantos de alabanza, manos limpiadoras de piedras, certezas de fe que estallaban a cada rato en una inmensa luz de esperanza: la Iglesia está viva, florecidas las uvas del empeño, intactas las manos de Dios que hicieron madurar en cada uno los racimos. La Iglesia tiene uvas para rato, sanación para siempre, dulzura hasta la eternidad. Todo ha sido, como diría fray Juan de la Cruz, una fiesta para el alma.
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Presidiendo, en una amplísima basílica, todas las celebraciones, el corazón del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, y la urna con unos huesecillos de otra santa francesa inalcanzable, Teresa de Lisieux. (Inserto en esta página las dos fotografías con sus reliquias). De los dos hemos aprendido cómo debe quererse a Jesucristo, cómo es preciso abandonarse en Él para así remontar las plagas de la vida, cómo es pequeño todo cuando, desde la habitación más escondida del castillo del alma, Dios ordena con su perfume todas las ansias.
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Ella, el corazón del amor en la Iglesia: toda su oración y su entrega para los sacerdotes.
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Él, sacerdote sencillo, ungido por la gracia del Espíritu, orante de madrugadas y embelesado en Eucaristías, confesaba y confesaba y confesaba para demostrar al mundo que no se acaba la misericordia de Dios y, sobre todo, que el sacramento es la mejor medicina para la común enfermedad del pecado.

22 septiembre, 2005

DOMINGO XXVI del Tiempo Ordinario. Mateo 21, 28ss


LOS DE SIEMPRE


Constatamos a veces estar sumergidos en un letargo, en una languidez que no nos compromete de corazón a nada. JESÚS les está hablando a esos, a los de siempre, a los fieles sin ganas, a los buenos desmejorados. Y les dice: ¡cuidado con las prostitutas! ellas pueden convertirse porque tienen pasión por mejorar; vosotros, en cambio, creéis estar por encima del pecado, estáis satisfechos.
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Las prostitutas tienen en la piel un diccionario que les define la calidad de los besos: ellas conocen cuando la pasión es una brutalidad o una inmensa ternura que se deshace en aprietos. Ellas buscan filigranas para cerrar la miseria, aunque a mayoría de las veces no pueden elegir...
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Ser mediocre es un modo de prostituirse. El mediocre convierte la pasión en rutina cobrando en dosis de tranquilidad para su conciencia. El mediocre no es malo, sólo es inútil. Dice "voy", como el hijo del evangelio, aunque luego "no vaya" porque tuvo un compromiso o se le presentó una visita. Del mediocre más vale no fiarse.
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LA OBEDIENCIA Y LA VIDA
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El destino de todo ser humano es el final de una gran aventura. Vivir es estar alerta, ojear los sitios de donde nos llegan sonidos, descubrir la rama perdida y regresar a la página en blanco de cada día, después de haber encontrado los lápices de colores para que tengan colores los grises que nos acompañan. Vivir es sorprenderse.
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Del mismo modo que los pájaros son perseguidos por el viento, al ser humano le persigue la felicidad, pero le cuesta asumir que necesita una dosis de obediencia para lograrlo. Aunque no acierte el que nos manda, quien obedece ya acierta con la humildad, ejercita el músculo de la pequeñez y termina siendo creador porque dio fruto la semilla caída y muerta en la tierra.
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Gracias a la obediencia que Santa Teresa le ofreció de por vida al padre Gracián, éste le "invitó" a que siguiera escribiendo y nos dejó como premio Las Moradas del Castillo interior, una joya que no cesa de ofrecer la luz más honda.
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El que no vaya a la viña, se pierde el vino de las bodas con el Hijo.
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AMOR INTELIGENTE
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San Pablo nos ruega hoy en su carta: "Tened los sentimientos de Cristo"
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Los sentimientos humanos, en general, suelen cambiar por dos razones juntas: debido a la experiencia de los años y conforme se va ensanchando de amor la inteligencia. Sobre todo por lo segundo, ya que se puede ser viejo y seguir con la estrechura del niño que aún no sabe.
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Los místicos, que son los que más saben de esto, han adquirido la inteligencia del amor atravesando las angustias de la noche oscura, "trabajando" el ansia de la luz hasta que ven en el horizonte, después de las fatigas, la claridad que enseña el sentido de la Redención de Cristo. Los sentimientos de Cristo no son llantinas de enternecidos, sino esfuerzos de Cruz que culminan con la sabiduría del que sabe lo que se hace. Es inteligente el amor, como el de Cristo, cuando somos capaces de labrar en el surco la sembrada esperanza. Y se es inteligente cuando se sabe para lo que se vive.
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20 septiembre, 2005

DOMINGO XXV del Tiempo ordinario. Mt.20, 1-16

La otra justicia
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Nadie puede decir que estamos solos. Nos acompañan los sentimientos colectivos, las palabras colgadas en el aire, la memoria de los antepasados, la estupidez también, el amor, las propias y las ajenas ambiciones... A los cristianos, nos acompaña sobre todo la Sagrada Escritura, la Iglesia, los sacramentos.
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Depende que lo humano o lo divino sea prevalente en nuestras vidas, para que nos inclinemos por lo uno o por lo otro. La justicia humana es dar a cada uno lo suyo; la divina, dar a cada uno lo de Dios. De ahí que sea igual decir justicia divina que misericordia. Tan lógico es cobrar un denario por el trabajo de todo un día, que por asomarte a la viña y cortar los últimos racimos. Dios es así, pero tiene uvas para todos.
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EL tajo
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Amós advierte deliciosamente en el comienzo de su libro: "Yo soy uno que tajea los sicómoros". Lo recuerda también el papa Benedicto XVI hablando de San Basilio.
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...El que tajea los sicómoros. Ya sabéis que los sicómoros son esa especie de higueras silvestres que dan mucho fruto, pero desabrido: gran cantidad de higos sin sustancia. No obstante, un tajo en el sitio adecuado y se convierten los frutos insípidos es hebras de dulzura.
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Nuestras humanas maneras de ver las cosas se multiplican también en frutos que no saben a nada o saben a muy poco. Sólo cuando la fe da un tajo a la simpleza, se convierte la rutina en maravilla, la justicia en caridad y el solo denario en abundancia.
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Sin envidia
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La envidia siempre va detrás de la gloria. Pronuncias sólo la palabra amor y se te llenan los labios de moscas solitarias. Procura no asomar demasiado la cabeza para no darle motivo a los envidiosos a que afilen sus hachas. La historia está llena de tristezas amarillas que es lo que queda en los envidiosos después de ver cumplidos sus deseos.
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Ellos están ahí, agazapados en la sombra, muertos de frío pero amparados por el hechizo de su maldad.
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Dejad que me cite en La Hora deseada: "Los envidiosos --pensaba la madre Teresa-- son igual que torres que crecieran de pronto con el único fin de que se estrellen, como pájaros ciegos, los sueños más amados".
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"A los envidiosos se les ve cuando ya están encima, cuando ya no hay posibilidad de esconder las galas del alma. Ellos hieren, con el verduguillo de sus mentiras, lo que se tarda años en conquistar. Son envidiosos porque se acostumbraron a vivir en su propio fracaso y no descansan hasta acabar con los que no hemos podido acostumbrarnos".
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"La envidia es una boca grande que se come a sí misma".