29 mayo, 2010

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD . Juan 16, 12-15

DIOS INFINITO

Mientras más pequeños, más cuestionadores. La humanidad y especialmente los que en ella hemos señalado como sabios, se ha pasado la vida tratando de entender a Dios, sin darnos cuenta que, cuanto Dios sea más explicado y más comprendido, más se achica por haberlo metido con calzador en nuestra limitada inteligencia. Sabemos de Dios todo lo que no es Dios, afirma San Juan de la Cruz. Si llegáramos a saber lo que es Dios, Dios dejaría de serlo, pues lo habríamos convertido sólo en criatura.

Antes de que el hombre comenzase a pensar, ya la Sabiduría de Dios había puesto en orden los mares y el viento, había colocado anillos de color en el cuello de las aves, limitado los incendios del sol y permitido que la luna dulcificara las quemaduras de tanto fuego. Antes que nada y que nadie, Dios llevaba en sus manos las estrellas y danzaba, como si estranara firmamento, colocando a cada una en su sitio. En aquel entonces, la idea del hombre no se le quitaba a Dios del pensamiento y se pasaba las noches con el lápiz de la luz dibujando perfiles.

Preguntarle a Dios quién es es cómo preguntarle a la música quién la ha sacado de su silencio. Dios es, y los sonidos dentro, y nuestras bocas que no atinan con la satisfacción de toda el hambre, y la soledad que tiene vocación de abrazos y la memoria que pretende recordar lo que aún no ha vivido. Y la vida, que es tan poca y ella misma se asoma al abismo de una eternidad que desconoce... Eso que en nosotros no es todavía, es el Dios que se anticipa trinitariamente hermoso.

El Padre que crea en Abrahám un corazón fiel y una voz, como nube, que le sigue a todas partes. El mismo Padre que nos tiene dibujados en la palma de su mano,

22 mayo, 2010

DOMINGO DE PENTECOSTÉS. Hechos 2, 1-11


CINCUENTA DÍAS

Tuvieron que pasar cincuenta días desde la Pascua a la venida del Espíritu Santo para que la Iglesia comenzara su camino de fuego y de persecuciones. La Verdad, mientras, acomplejada en los apóstoles, entre fatigas y miedo, desencanto y tristeza, en una casa con las puertas cerradas donde el único aire venía de los labios de la Virgen; la única esperanza, del corazón de la Madre.

De pronto un Viento, un Ruido, un Fuego se adueña de la tristeza y comienza en todos un látigo de llamas que les devuelve el entusiasmo perdido, la energía callada, la fuerza, hecha trizas, por tantos días de espera.

Era Dios el Viento, el Ruido y el Fuego. El Espíritu que Cristo había anunciado, convertido en vendaval y brisa para que los apóstoles pasaran de la quietud a la lucha. Ruido de trompetas que anuncien al mundo un amor cumplido en las continuas entregas de Dios a sus hijos. Fuego de luz y paraíso, de quemaduras que no duelen pero purifican la piel de los cansancios.

Desde Pentecostés ya nada ni nadie fueron los mismos. La luna iluminó las cuevas de la noche, y los hombres y los pueblos se depertaron para siempre de sus dudas y comenzaron a entenderse, más que por las palabras, por los entusiasmos.

Eso es. Eso debe ser Pentecostés: una Pasión que no se achica por más que nos persigan (el Mal tiene la obligación de hacer su juego), una Enseñanza que los tiempos no agotan. Un Amor, el de Cristo, que nos ha de seguir volviendo locos.

01 mayo, 2010

DOMINGO V de PASCUA. Juan 13, 31ss


AMORES DIBUJADOS, AMORES CONSTRUIDOS


Cuando voy a clase, mis alumnos saben que prefiero darlas cruzando los pasillos y viendo, de paso, los rostros de la atención más de cerca, qué dibujos tienen en la portada de los cuadernos, qué garabatos escriben mientras escuchan o mientras recuerdan.


En el recorrido de esa mañana, me sorprendió un corazón grande y rojo dibujado den el frontal de la libreta. Dentro del dibujo, como si Corinne hubiese calculado antes el tamaño, cuatro letras: MANU. La curiosidad me hizo preguntarle:

-¿Quién es Manu?

Con voz segura e inmediata contestó;

-Mi novio. Manuel. Manolo

Y al terminar la clase me quedé pensando que seguramente sería otro más de los muchos corazones que dibujan los adolescentes esperando que llegue el verdadero. Pero me equivoqué, ese corazón no sólo estaba dibujado, sino que fue cimiento para un amor construido...

Hoy, después de siete u ocho años, han venido al altar Manu del brazo de Corinne, con aquel corazón edificado en el sí de sus labios. Todo este tiempo he sido testigo de cómo lo construian, con qué esfuerzo han ido asentando su ternura, de qué modo el Señor Jesús, presente en sus bocas todos los domingos, ha ido acercándoles la sabiduría, dibujando con ellos los planos de su casa, de su edificio sobre el viejo corazón dibujado.

Hoy, han mostrado que desde el esfuerzo se tarda en llegar, pero se llega en mejores condiciones. Que desde Dios son más costosos los amores, pero casi siempre son definitivos.

Es muy difícil mirar al mar y no pensar en nada, escribe Alcántara. Más difícil aún es construir un corazón después de haberlo dibujado.