17 septiembre, 2011

DOMINGO XXV del TIEMPO ORDINARIO. Mateo 20, 1-6

Parrales de Miranda

EL AMOR Y LAS UVAS

Las parras garantizan la sombra en los viejos patios de las viejas casas y, con los muchos racimos apretados, el vino llena las sobremesas de la vida. Jesús ha comprado las cosechas del mundo para que en el Vino de la Eucaristía recordemos su amor infatigable.

Parados y ociosos estaban aquellos jornaleros en la plaza, sin más porvenir que la esperanza y la palabra, cuando Jesús les invita a trabajar con Él en su campo y su tarea. Con un denario están bien pagados y no se lo piensan dos veces. Más tarde llegan otros y otros más tarde, que han de trabajar las pocas horas de sol que al día le quedan. A todos les paga igual porque su Amor no entiende de pesos ni medidas. Porque su Amor no es justo. Y se enfadan los que comenzaron a arrancar las uvas del amanecer...

Pensar al modo de Dios es desborde para las hechuras humanas de la inteligencia. Creemos tener los dedos para contar, la cabeza para los cálculos y el corazón para los deseos. Todo lo más, y raramente, unos ojos distintos y una fijación de ternuras, pueden retenernos sin pedir mucho a cambio. Dios no tiene en cuenta las viñas ni sus rendimientos, mira sólo la voluntad, las manos y los cansancios de los que decidieron seguirle, a pesar de las quejas.

Hoy, con tantos parados en las plazas. Con tanto personal contando, apenas sin remedio, sus tristezas, necesitamos muchos como Jesús que favorezcan el trabajo sin que miren demasiado sus ganancias. Hoy es tiempo de generosidades.

10 septiembre, 2011

DOMINGO XXIV del TIEMPO ORDINARIO. Eclesiástico 27,33 ; 28,9 y Mateo 18, 21-35

Siena y ciprés

AJUSTE DE CUENTAS

Dice un amigo mío que Toda la luz es un tránsito. Como la vida. Como el viento. Por eso el libro del Eclesiástico advierte lo bueno que sería pensar en el fin y cesar en los enojos. Sobre todo a la tarde, como escribe San Juan de la Cruz, cuando oscurece el sol humano en los horizontes y aún tenemos el amor como asignatura pendiente.

Al ser Dios un exceso, es decir, una realidad que nos desborda, nos sigue costando mucho trabajo entender las formas que tiene de relacionarse con sus hijos, fundamentalmente en los amores y en el perdón. Sería más fácil ajustar los tipos de cielo que corresponden según las conductas. Sería más entendible la lógica, pero Dios no ajusta cuentas, regala sus abundancias. La larga libreta de las deudas hace tiempo que fue quemada en el Árbol de la Cruz; y la memoria de lo que fuimos, ha sido por su amor olvidada. Sencillamente esto es lo que nos pide hoy su voz y su liturgia: que tratemos de parecernos a Él, que nuestros perdones no sean a medias y que no acunen en la sangre de la memoria viejos desprecios.

No afrontes el perdón como un acto de justicia, sino como un regalo, como una forma de ser. Y piensa dulcemente como Jiménez Lozano, que el Juicio Final es casi seguro que se suspenda a causa del mal tiempo.


03 septiembre, 2011

DOMINGO XXIII del TIEMPO ORDINARIO. Ezequiel 33, 7-9 ; Mateo 18, 15-20

Muro de las Lamentaciones


CORRECCIÓN FRATERNA

El centinela es el que avisa, no el que ataca. Ezequiel nos brinda el conocimiento del sitio donde hemos sido puestos por Dios: una atalaya, la altura desde la que se divisa el horizonte y sus peligros... y las salidas del sol por las mañanas. Por las almenas de las atalaya nos pide trasmitir la Verdad que nos ha sido comunicada desde el servicio al Evangelio y a la Iglesia.

Para eso y para todo es indispensable el amor. Porque con nadie debemos tener otra deuda.

Los avisos y las correcciones fraternas que el Señor nos pide que hagamos en el evangelio de hoy, sólo pueden transformar las vidas propias y las ajenas si se hacen con amor. Nadie se deja corregir sino por aquel que antes le ha amado. Sólo se acepta la corrección si viene sin envidias, sin malas intenciones, sin arrogancias o superioridades. Cristo, el Hijo de Dios sin pecado, se bajó a la llanura para corregirnos desde el mismo nivel de la humanidad.

Así, como el amor iguala, el corregido debe notar en seguida que no se le está llamando la atención con superioridad, sino por otro que también necesita ser corregido, que también es pecador.

Con amor y a la misma altura, los demás subirán con nosotros a la atalaya hasta que nos llegue la Luz y nos enseñe el Viento.