27 octubre, 2012

DOMINGO XXX del TIEMPO ORDINARIO. Jeremías 31, 7-9 ; Marcos 10, 46-52

Ventana ciega

CONSUELOS

Los seres humanos no estamos preparados para soportar las ruinas.

Ruina traían aquel resto de israelitas que regresaban del destierro y que Jeremías se compromete a consolar con ilusiones de porvenir.

Ruina este ciego Bartimeo que, al borde del camino, aguardaba una limosna de pan y una limosna de luz. Bartimeo, escaso de todo menos de garganta clara, grita fuerte sabiendo que pasa el Nazareno y ha de escuchar su voz necesitada. Cuando Jesús le llama, comienza a ser rico porque ve, y rico más aún por seguir a Jesucristo en su camino sin precisar siquiera su capa indispensable. Con Él ya nunca tendrá más frío. Con Él verá claramente sus posibilidades.

Las dos pobrezas que Bartimeo llevaba, hoy se corresponden en nuestra sociedad:

Pobrezas de salir a la mar y regresar con las cestas vacías, sin que pueda llevarse pan a la familia, pagar el agua o el butano que la calienta. Pobreza de entregar mil veces el mismo curriculum y mil veces esperar en vano un puesto de trabajo.

Pobreza de valores. Faltas de luz para entender que las sociedades degeneran por los excesos. El dinero fácil envuelve a los pueblos en ambiciones y gasas que no les permiten descubrir en el de enfrente al hermano. Sin Dios somos extraños unos para otros, Sin Jesús, seguimos al borde del camino y apagados.

En el siglo XVI santa Teresa escribía que los pobres son los que no hacen ruido. Si en XXI no lo hacen es, en gran medida, gracias a las medidas de la Iglesia que se derrama en CÁRITAS  y en todos los que la hacen posible.

20 octubre, 2012

DOMINGO XXIX del TIEMPO ORDINARIO. Marcos 10, 35-45

LA CORBATA

El relato del evangelio de hoy fue necesario para que quedase meridianamente claro y para siempre la escala de valores que Jesús traía: Santiago y Juan piden al Maestro lo lugares de la preferencia, en su corazón y en el cielo, los honores con los que quieren ser distinguidos y envidiados, todo que el mundo considera indispensable para su efímero triunfo... pero el Señor les responden que no saben lo que quieren ni lo que dicen. Ellos han de elegir lo que desprecian los demás si desean alcanzar el conocimiento más valioso.

Para ilustrar lo atinado o lo erróneo de las elecciones humanas, viene bien la fábula antigua que Jorge Bucay evoca en uno de sus libros.

Se trata de un hombre que atraviesa el desierto al límite de la sed. Ni una gota de agua le queda ya en su cantimplora. Un beduino aparece detrás de la duna:

-¡Agua, necesito comprarle un sorbo de agua!

Pero aquel hombre le responde que sólo lleva el agua necesaria para su recorrido; si quiere, puedo venderle corbatas. Mire, son de seda, de muchísimos colores...

Nuestro hombre se alejó como pudo ante la impertinencia de lo que le ofrecían. Otra duna y otro beduino alertaron de nuevo su esperanza, pero a aquel comerciante tampoco le sobraba agua: 

-Corbatas, llevo corbatas italianas de oferta, hermosas...

Nuevo desprecio y nuevo alejamiento cada vez con menos fuerzas hasta que divisó un oasis desde el que se adivinaba el reflejo azul del agua bajo las palmeras. Comprobó que efectivamente no era un espejismo como sospechaba y se decidió con su última energía a traspasar el recinto amurallado en el que se encontró un guardia bien armado que le detuvo:

-Los siento, señor, pero aquí no se puede entrar sin corbata...

Tenemos que seguir explicando al mundo de hoy que, para satisfacer su sed, hacen falta las corbatas de Dios. Casi todos nos dirán que Dios no trae efectivo para la sed urgente de sus hipotecas, o padrinos para recuperar el trabajo, llegar a fin de mes o salvar las preocupaciones de cada día... no han entendido que la fe en Jesucristo les está ofreciendo las corbatas que se necesitan para que traspasen el sitio del agua y de la paz, el reposo y la energía de ver cumplida la esperanza. Con Dios, más temprano que tarde, el agua llega.

Más que misioneros  --dirán muchos-- en este desierto se precisan economistas, hombres de estado... Hoy y siempre, el Domund lleva luz y corbatas a tantos pueblos que no desean agua para hoy y sed para mañana, sino agua definitiva, la que salta hasta la vida eterna.


13 octubre, 2012

DOMINGO XXVIII del TIEMPO ORDINARIO. Sabiduría 7, 7-11 y Marcos 10, 17-30

Miradas

MIRADAS

Muchas veces preguntamos sin advertir que pueden respondernos lo que no deseamos escuchar. Como este joven del evangelio, que aprovecha el paso de Jesús para pedir facilidades en su logro de perfección:

-Maestro, ¿qué me falta, después de haber cumplido los mandamientos, para llegar a la cumbre?

Jesús se le quedó mirando con una mirada de beatitud (intuitus) y con ella le expresó cuánto le faltaba y cuánto le quería:

-Para llegar a los extremos del bien una cosa te falta: Anda, véndelo todo y dáselo a los pobres y luego sígueme.

Pero al joven le aterró la palabra sígueme y prefirió quedarse sin el escalofrío de una dulce promesa para continuar contando monedas y rutinas, ramas de tiempo y soledades...

En nuestra vida, siempre hay miradas que nos dicen las cosas que nos faltan:  tiempo y silencio para encauzar la fraternidad y sus palabras, amigos que sueñen con nosotros otros mundos mejores, poetas que nos desvelen el misterio que esconden las ternuras. Nos faltan paraísos al alcance de la mano y manos que se esfuercen por alcanzar los paraísos.

Para la vida del espíritu, en este año de la fe, nos falta creer más y mejor en Jesucristo. Que ningún  agua se lleve sus ojos de mirar amando, su temblor delicioso que aguarda un  espontáneo seguimiento. Una cosa nos falta:  vivir a su manera.

06 octubre, 2012

DOMINGO XXVII del TIEMPO ORDINARIO. Génesis 2, 18-24 ; Marcos 10, 2-16

Sgda. Familia. Barcelona

LO QUE DIOS UNE

Al principio del Génesis, Dios se preocupa de que el hombre esté solo. Y en el evangelio de san Marcos, Jesucristo se duele de que nuevamente el ser humano pueda volver a su antigua soledad. Y se niega a separar la compañía sagrada de los esposos, porque Él ha unido sólo aquello que nosotros deseamos que uniera. 

De todas maneras, sabemos de nuestra continua equivocación, del naufragio compañero, de unos ojos que nos cuentan el paisaje de los que tenemos delante y que al final resultan espejismos creados por el deseo.

Para que nos equivoquemos lo menos posible y lo que Dios una no lo separe la vida, me atrevo a dar tres consejos:

CONOCIMIENTO. Si por difícil, los griegos repetían continuamente: conócete a ti mismo, cuanto más complicado es conocer a los demás. Usamos con frecuencia máscaras y esquinas para escondernos, cuando debiéramos buscar razones para transformarnos. Ir al otro abandonados a la luz, descubiertos.

DECISIÓN. Me contaron que un niño se asomaba todas las mañanas a un naranjo del camino intentando descubrir si era naranja común o mandarina lo que se sostenía en la rama. Una de las mañanas vio que el fruto cayó al suelo, se había podrido y ya nunca más pudo distinguir la verdad de lo que veía desde abajo...  Los frutos buenos aparecen en los árboles cuidados. La prudencia inteligente nos indicará, si conviene,  el tiempo oportuno para recogerlos.

ENTREGA: Nadie debe tirarse al vacío sin que haya abajo una red que lo proteja. Cuando éramos adolescentes, la alberca del colegio iba llenándose de agua conforme adelantábamos en los cursos de natación... La vida es un riesgo medido y controlado si supimos ensayar con ejercicios las capacidades. Nunca se irá el amor de nadie si supimos de quién nos fiábamos y embellecimos esa confianza con los adornos de la vigilancia y la ternura. 

Cuando al final las carnes caen, quedan firmes las conciencias que se han sabido trabajar, acompañados por Aquel que muy bien nos ha enseñado cómo debe darse la vida para que la vida no se canse de ella misma.