29 diciembre, 2013

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA Mateo 2, 13-15ss

París. Estación del Norte

SOPORTAR LA MUDANZA

-¿Qué es la playa?, le pregunté a un niño de ocho años hace más de cuarenta.

-Es el sitio donde descansa el mar, me respondió titubeando.

Pero los creyentes, desde que a Abraham le pidió Dios que saliera de Ur en busca de la Tierra Prometida, no tenemos descanso. Nacemos y ya toda la vida es un exilio, una permanente huída, una vajilla entera de vasos que se quiebran.   Hoy lo vemos claramente en san José: "toma al Niño y a su Madre y vete a Egipto... vuelve a hacer el equipaje con ellos y regresa". La Sagrada Familia de permanente mudanza. El ser humano siempre con sus maletas a cuestas.

Las familias de hoy también tienen que mudarse, ir de un sitio para otro por cuestiones políticas o buscando mejores circunstancias. Salir de la tierra de uno, por más que pueda ser mejor aquella a la que vamos, supone un dolor pequeño de aguja que dura toda la vida, una nostalgia que llega de pronto, por las tardes, a robarnos la luz de los primeros horizontes. Y lo mismo sucede cuando hemos de cambiar por dentro: dejar atrás el tibio desgarro de la rutina, vaciar los contenidos del amor en la copa de los otros que van llegando, trocar pecado por virtudes; encontrarse de pronto con que los hijos han crecido y hablan ya de otra manera y piden cosas y duermen en sombras que  nunca nosotros conocimos...

Mudanzas en la Sagrada Familia y mudanzas en las familias que no son tan sagradas. ¿Cómo soportaron ellos tanto ir y venir, tanta inseguridad en los trabajos y en el desarrollo de sus destinos?.  

La fe en Dios que mantuvieron inquebrantable los esposos  fue siempre la fuerza en su debilidad, la energía en su tribulación: Sólo  la mano de Dios  es capaz de alisar en las maletas las arrugas de tanto viaje. Y un amor labrado a base de esperanza, respeto, comprensión y misterio. Sin esta doble riqueza será más costoso llegar a la última estación donde se acaba el recorrido y en la que únicamente se nos permitirá una bolsa de viaje con en llanto en los pañuelos de todas las despedidas.

21 diciembre, 2013

DOMINGO IV de ADVIENTO. Mateo 1, 18-24

EL TURNO DE SAN JOSÉ


Lleno de silencio, mansedumbre y  sueños, camina el patriarca por las páginas del nuevo testamento instruyéndonos en la superación de una difícil manera de vivir, en que algún día se cumpliera la promesa de su vida soñada. 

Ser esposo sin abrazar la dulce carne de María. Ser padre de un Hijo que no era suyo. Ser hombre y, humanamente, no tener destino. Con este triple dolor se fue José a la cama decidido a comenzar de  nuevo, lejos de esta tela de araña indescifrable que había trastornado de pronto sus ilusiones. Dios, sin embargo, ocupó su noche como un mendigo y le pidió que desistiera de su empeño, que no abandonase a María y que fuera el cabeza de familia de una Familia donde todo habría de ser sorprendente, donde el latido de cada corazón eran alientos de paraíso.  Y el amor, mientras, su amor humano temblando en las ramas de la duda, como pañuelo mojado expuesto al viento... Algún torrente de voz debió escuchar en esa madrugada; una cuchilla de luz, acaso, una mano blanda debió sujetarle para siempre los deseos. El caso es que el esposo de la Virgen se acostó como un muchacho y amaneció como un hombre.

Hoy, en este cuarto domingo de adviento, yo le miro como el que se pone delante de un espejo y se ve desfigurado. A él, Dios le pidió fidelidad y supo morirse sin la boca besada: acompañó con elegancia el Misterio sin preguntar adónde iba; amó como los ángeles, sin levantar las alas porque ese fue el precio de su historia. Cuando el sacrificio redunda en salvación, merece la pena cumplirlo. Otros, aún sabiendo el provecho de la misma entrega, seguimos con las alas mojadas... Dios un día nos hará soñar con Él y dejarán de tener sentido otros desvelos, poseeremos la voluntad como aquellos israelitas alcanzaron la tierra prometida.

14 diciembre, 2013

DOMINGO III de ADVIENTO y Fiesta de san Juan de la Cruz. Mateo 11, 2-11


SAN JUAN BAUTISTA -SAN JUAN DE LA CRUZ 
Desde la luz de su cielo deben haber sonreído al verse coincidir en la liturgia de este domingo tercero del Adviento.  Dos Juanes. Dos hechuras de amor entrelazadas. Dos hombres nacidos; uno, para anunciar la Palabra; el otro, para que aprendamos a pronunciarla. Dos mártires degollados por parecida incomprensión. Uno, el más grande parido de mujer. El otro, el más grande que alumbrara la familia del Carmelo.  Dos fuegos. Dos anuncios de Navidad a un mundo  que aguarda a Alguien que le permita, por fin, abandonar su locura. 

Hoy no voy a escribir más. No deseo más que invitarles a contemplar las claves de unos santos desmedidos que se llamaron Juan. Desear a la Orden del Carmen que continuemos juntos buscando la inmensidad de lo que fray Juan quiso decirnos, el desgarro de su corazón enamorado. Y que por siglos el convento de Úbeda siga asomándose al plateado vaivén de los olivos que se tocan desde las celdas, al nevado horizonte de Granada, donde el alma de fray Juan mantiene su conversación con la palabra roja de la Alhambra. Ay, frayJuan, ¿en qué tierra escondiste lo que aún no sabemos?

Y a la Iglesia toda el amparo, la cuna para que sigan naciendo hombres como ellos en la cumbre más alta de todas las llanuras.




07 diciembre, 2013

INMACULADA CONCEPCIÓN. II Domingo de Adviento. Génesis 3, 9-15 ; Lucas 1, 26-38

(Foto: Inmaculada. Pquia. San José de Estepona)

DAR LA CARA Y EL CORAZÓN DESOCUPADO

Es complicado detectar en qué consisten los pecados graves y cuando se convive con ellos sin apenas darse cuenta. ¡Hoy se prodiga tanta laxitud y tanta confusión!... La referencia de siempre a cómo vivir sin pecado la tenemos en la Virgen Santísima, en su decisión de no esconderse y en su disponibilidad para que se cumpla en Ella la voluntad de Dios.

En la cita del tercer capítulo del Génesis, Dios le habla a un Adán que se esconde porque se siente desnudo y sin conciencia:

- Fue la mujer que me diste por compañera  --se defiende-- la que me hizo pecar. 

Y cuando Eva emerge también de su escondite, del mismo modo se justifica:

-Ha sido la serpiente que me engañó...

En los seres humanos casi siempre le echamos la culpa a los demás de nuestros pecados. No a la propia cobardía ni a la ignorancia ni al despropósito, sino a la mediocre educación recibida, a las taras vividas en familia, a la poderosa  influencia de los amigos... La Virgen no tiene motivos para esconderse  detrás de la hoja de parra. A nadie puede echarle la culpa de una culpa que no tiene. Está desposada. Quiere a un hombre de la familia de David. Todo está a punto para las bodas y para los vinos. Para que se cumpla el amor todo está a punto, pero Dios la llama y Ella cambia su corazón ocupado en corazón disponible. José, mientras, aprieta sus manos en la vara de la que sólo brotan azucenas.

El corazón.

Sólo puede ofrecerse cuando está desalquilado, libre de historias y de muebles, embellecido y limpio, transparente para que el Espíritu-Dios-Esposo vaya adornando de divinidad y gracias las paredes nuevas, abiertas para otros colores, enjoyadas en cal... Los nombres y las lámparas que hasta ahora vivían en el corazón y en la casa, no es que estorben sino que ocupan un lugar menor hasta que también Dios las recree en su importancia. José, el novio, el que viene del tronco de David, escucha y mira, y no se explica de dónde ha venido la lluvia que ha puesto en sus ojos tantas lágrimas.

30 noviembre, 2013

DOMINGO I de ADVIENTO. Isaías 2, 1-5 ; Romanos 13, 1-14 ; Mateo 24, 37-44

DISPONIBLES


Se pasaba la vida  --interpreto una parábola de Bucay-- pidiéndole a Dios signos para organizar su vida hasta que un día soñó con un cervatillo herido frente a un puma que saltaba para devorarlo. Sin embargo, lejos de lo que podía esperarse, el puma le lamió al cervatillo las heridas,  le acercó con su boca ramas tiernas y le puso delante como pudo un cuenco lleno de agua.

Ya está  --se dijo-- Dios quiere que me ponga al borde de un camino a esperar que alguien pase y me ayude... Y así lo hizo.  Pero cuantos iban pasando apenas si le miraban, tan sano y capaz como parecía. Y el muchacho se entristeció al creer que Dios le había engañado, que la gente con él no respondía. Y se lo contó así a un anciano que miraba no se sabe bien qué horizontes y que supo traducirle, desde la esquina de los años, el signo de Dios en su sueño:

-En lugar de ser tú el ciervo herido, debiste escoger la figura del puma. Dios te pide que ayudes, no que te sientes a esperar de los demás lo que tú estás en condiciones de hacer...

Parece ser que los romanos vivían en duermevela, ya que san Pablo les fustiga: ¡Espabilaos, es hora de despertarse!. Y en el evangelio de este primer domingo de adviento, el Señor nos recuerda también desde san Lucas la necesidad de estar preparados. Preparados para servir. Disponibles para recorrer el largo viaje de esta vida, entre espejos que no reflejan la luz que llevamos detrás de los ojos, entre viejas fotografías de parientes que ya nadie recuerda, viendo como los tiempos se suceden a sí mismos y el ámbar se abre paso en medio de la sombra. Las maletas no descansan en el altillo de los armarios dispuestas a trasladar las conciencias, acostumbradas a dejarse la piel en la memoria de lo que queremos que sea olvido. 

Disponibles nos quiere el Señor para la vida. Dispuestos a ir con Él por sus extraños caminos, subidos al barco y a la tarea de apagar con sus manos el ruido del mundo.

24 noviembre, 2013

DOMINGO DE CRISTO REY. Lucas 23, 35-43

Alhambra. Patio de los Reyes

LOS MALHECHORES

En la culminación del año de la fe y último domingo del tiempo ordinario, nos presenta  san Lucas a un Cristo con corona de espinas, crucificado entre dos malhechores, hecho rey universal, majestuosamente servidor.

Los malhechores que nos refiere el evangelista, representan hoy a la misma humanidad de entonces: dos tipos de personas, dos maneras de creer en Jesucristo. El que se dirige a Él para que solucione los problemas de su vida y el que lo invoca para ofrecerle su confianza y su amor. El que pide y el que ofrece.

Cristo ahí, clavado, muestra una vez más que su reino se manifiesta por la misericordia. Los daños que han llevado a estos malhechores a la cruz se desconocen. Cristo tampoco los pregunta. La raíz de su palabra es que se lleva con Él al Paraíso a cuantos creen en el paraíso de su promesa. Porque Jesús hace justicia de ese modo: quedándose con lo último del hombre sin tener en cuenta sus delitos.

Y ya que su Reino es de Vida, a ella invita, a una solazada forma de vivir, la que comienza después de que se limpian los daños, la regalada vida, la luminosa y sabia vida que alcanza el que vive cerca del Maestro. Ah, qué pacífica luz la suya, cómo se le desclavan las manos mientras se va cumpliendo en el deseo, a golpes de sangre,  su palabra.

Este nuevo Rey, también, ha perdido en el campo de batalla las espadas. Nos ofrece sólo paz, su paz nos deja y el corazón entonces deja de mendigar rencores porque la polilla muere envenenada por la saliva del beso. Ah, de nuevo fray Juan de la Cruz nos recuerda que Dios reina en el alma pacífica y desinteresada. En el alma sin memoria de guerras.

Definitivamente, a este Rey de la Verdad  nunca se le caerán las piedras de su corona.

16 noviembre, 2013

DOMINGO XXXIII del TIEMPO ORDINARIO. Miqueas 3, 19-20

LA SALUD EN LAS ALAS


...Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.

Esta preferida cita de Miqueas, que lleva luz y viento en la intención y en la palabra, abraza hoy el sentido litúrgico de lo que significa la Iglesia Diocesana. La Iglesia, por venir de Jesucristo y por lo que hace, lleva la salud en las alas.

Antes de hacerme tres preguntas cuyas respuestas todos deseamos, agradezco a Dios profundamente que avive con la llama de su Espíritu mi amor a la Iglesia: ella es el lugar donde descansa mi pensamiento, donde mi amor se cumple.  Y ahora, la artillería :

-Tiene algo que ver la Iglesia de hoy con la que fundara, hace veinte siglos, Jesucristo?

Las primeras comunidades que relata el libro de los Hechos de los Apóstoles, corresponden a una Iglesia doméstica en sus comienzos, sin que un número significativo exigiera lo que hoy llamamos una infraestructura. Hoy somos alrededor de mil cuatrocientos millones de católicos, que precisan atención pastoral, constante búsqueda de la verdad profunda de las Sagradas Escrituras, permanente solidaridad y conocimiento en comunión con todas las iglesias. Son indispensables los servicios y las personas que hagan posible una interrelación tan compleja y universal.  El Amor es el mismo. La persona de Jesucristo que encarna ese amor sigue inalterable. Los principios y los valores nunca pedieron su brillo.

-Por qué no se venden las cuantiosas riquezas que en obras de arte y propiedades posee la Iglesia y se reparten entre los pobres?

La historia y la cultura han legado a la Iglesia una incontable riqueza significada en sus museos, en las catedrales, en sus edificios... La Iglesia no es rica, cuanto tiene está al servicio de todos y sus obras de arte son patrimonio de la humanidad, no son fungibles. Quién podría adquirir Las Piedad de Miguel y para qué... La Iglesia garantiza así la universalidad de su hermosura. Por otra parte, si todo se pudiera vender, apenas podría solucionarse un rincón del inmenso agujero de pobreza que asombra al universo. Por ejemplo, con esa hipotética venta puede que se resolviera ahora las consecuencias del tifón que asola a Filipinas. ¿Y el próximo tifón, con qué se paga?.. No. Los culpables de tanta miseria somos todos y la injusticia de quedarnos con lo que no nos corresponde y la ambición desmedida y la caridad atrofiada. Lo que urge es cambiar el corazón del hombre.

-¿De dónde viene y adónde va el dinero de la Iglesia?

Viene de tres fuentes principales: Del porcentaje que le corresponde, a raíz de la libre y voluntaria asignación, que los cristianos marcan en su casilla de la renta (IRPF). De la aportación convenida por grupos cristianos a su parroquia para el sostenimiento de su cáritas y pago de los servicios (luz, agua, empleados, sacerdotes...) cuyos beneficio ellos son los primeros en recibir. Y de las colectas dominicales.

 Y el dinero que recibe la Iglesia en España va a: Ahorrarle al Estado al año casi cuatro mil millones de euros en sus centros concertados que abaratan a la mitad lo que cuesta una plaza en colegios públicos. A cuatro millones trescientas mil personas que han recibido prestación alimentaria y, en bastantes casos, múltiple por su extrema pobreza. A 304 centros de promoción del trabajo, más 103 de rehabilitación de drogodepenbdientes. A 142 hospitales, 235 guarderías, 821 casas de ancianos... podríamos seguir.

Nadie como la Iglesia comparte más con lo que recibe. Hoy no son precisos los reproches, sólo manifestar las evidencias.

09 noviembre, 2013

DOMINGO XXXII del TIEMPO ORDINARIO. Macabeos 7, 1ss ; II Tesalonicenses 2, 16ss ; Lucas 20, 27-38

Vida doblegada. Sierra Morena


LA FE NO ES PARA TODOS

Esta mujer del evangelio de san Lucas que se fue quedando viuda de todos los hermanos de su primer esposo,  y la pregunta saducea de con cuál de ellos pasará la eternidad, remite a una curiosidad tramposa, a una exigencia humana de la revelación del misterio. La otra vida  --viene a decir el Señor-- se vivirá sin las limitaciones y las  perplejidades de ésta, sin la estrechura del tiempo y los deseos, sin los apetitos de una carne que reclama su mordisco de frutas. Seremos como ángeles, aunque vestidos de nosotros mismos, que olvidaran para siempre la desdicha y se podrá ir, de un sitio a otro, sin que nos haga daño el sol ni la luna de noche...  Vivid, la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan. Vivir en la otra vida será un vivir sin sombras.

Creer que esto será así, sin saber bien cómo será, es clave en el corazón del buen creyente que no interroga a Dios, sino que se asoma al lomo de los horizontes descubriendo en cada amanecer un poco más de luz, como el suficiente pan de cada día que pedimos en el padrenuestro. Pero esta fe no es para todos, escribe san Pablo a los de Tesalónica; no sé si nuestro mundo es malvado, como aquel de su carta, pero sí hemos de acostumbrarnos a la batalla continua de los que nos acompañan con algodones y astucia, dispuestos a empapar las diferentes sangres de la duda. 

Creer en la eternidad de Jesucristo es rechazar con buenos modos las razones de los calculadores que nos vienen con sus maquinitas de la verdad intentando amaestrar las voluntades, como si el corazón del hombre estuviera hecho sólo de números  y no amores y misterios. La fe es una mano fuerte que quiebra el tarro de los perfumes para que el mundo huela a Dios y los eriales se llenen de naranjas.

03 noviembre, 2013

DOMINGO XXXI del TIEMPO ORDINARIO. Lucas 19, 1-10

árbol entre amarillos

SUBIRSE A UN ÁRBOL

Jesús tenía que pasar por allí. Rodaban por el pueblo, en ovillo, sus palabras. Se multiplicaban sus milagros en la conversación de unos y otros... Tanto clamor llegó a oídos de Zaqueo, que sintió curiosidad por aquel Maestro al que todos admiraban y que él no podía ver por ser bajito. Bajo de estatura y bajo en su consideración por ser recaudador de impuestos y haberse hecho rico a costa de los demás. Zaqueo necesita un árbol para ver a Jesús, más bien lo necesita para que Jesús pueda verle. Y encuentra una higuera, un nivel de altura, física y moral, suficiente para descubrir los ojos deseados que, como fray Juan, también lleva en sus entrañas dibujados.

A Zaqueo le encajan de maravilla estos versos que Ricardo Molina le dedica a Luis Cernuda:  

...Y todo lo dejaste por el árbol
eternamente verde de la vida.
Mirar, gozar, amar, vivir, morir,
morir para nacer, vivir de nuevo.

La salvación entró en casa de Zaqueo porque Jesús miró al árbol eternamente verde de la vida y se encontró con él sin que  le diera tiempo a esconderse detrás de sus dineros. Fue la luz demasiado ancha para tan poca sombra. Y tuvo que morir para nacer, vivir de nuevo desde los ojos del Maestro.

Zaqueos y bajitos somos casi todos. 

Hoy la Iglesia quiere que busquemos afanosamente un árbol, una cierta altura espiritual para ver las cosas de otro modo; para que, en esa órbita, se crucen los ojos de Jesús con los nuestros y muramos para nacer, para vivir de nuevo.

26 octubre, 2013

DOMINGO XXX del TIEMPO ORDINARIO. II Timoteo 4, 6-8ss ; Lucas 18, 9-14

En oración

ACTITUDES Y RELACIONES

Siglos llevamos hablando de oración, de sus formas y momentos, de que si es preferible la de alabanza o la intercesión, la personal o la comunitaria. Santos y más santos han definido la oración desde la experiencia al borde de su llanto y de su gozo. Yo entiendo que orar es un exilio, la sirena de un barco que se escucha a lo lejos, el extravío de una emoción, una llama que no se sabe bien si si es placidez o incendio... Todo eso, y más, es oración: el amor que baila sobre el aire del mundo como una flor loca que aguardara maceta y destino. Por humilde experiencia sé que orar es salir de uno mismo buscando monedas y abrazos y, apenas en los primeros instantes de la búsqueda, Dios nos sale al paso y nos encuentra. De cualquier forma, en el tiempo transcurrido desde que el hombre se decide a salir y Dios nos localiza, se suceden en el alma las batallas: He combatido bien mi combate, he mantenido la fe, nos escribe san Pablo en su segunda carta a Timoteo.

El Señor nos habla hoy desde san Lucas de dos hombres distintos, de dos orantes con actitudes bien diferenciadas; de un fariseo con espejo de mano que se coloca al principio del templo, y un publicano que no se atreve a levantar su cabeza porque no sabe si sus palabras son dignas de ser escuchadas. Dos maneras de relacionarse con Dios y dos con secuencias: el del espejo sale con su arrogancia sin justificar, y el humilde publicano descubre al salir que Alguien le ha llenado el pecho de palabras y besos, como vencedor que no lo ha pretendido.

Para hablar con el Señor, quizá no haga falta más que mirarle (no os pido más que le miréis, insiste santa Teresa a sus monjas). Porque de esa manera saldrá, necesariamente, una lágrima precisa en la que el amor navega sin batallas.

Mirarle. Estar delante sin acosos, viendo cómo ruedan los silencios hasta la boca embelesada, hasta que los oídos detecten unas música nueva. Mirarle y que Él haga lo demás, derramando sus vinos.

20 octubre, 2013

DOMINGO XXIX del TIEMPO ORDINARIO. DOMIND. Éxodo 17, 8-13 ; Lucas 18 1-8

La Victoria de Samotracia


VICTORIA

Moisés pide a Josué en el libro del Éxodo que ataque a Amelec porque, mientras él tenga la vara de Dios alzada, nadie podrá arrebatarle la victoria. Así hasta el triunfo final con la vara de creer en lo más alto... Ah, si los creyentes creyéramos más nadie sería capaz de arrebatarnos el triunfo, no contra nadie, sino a favor de todos. Porque la Victoria de Dios no es otra cosa que el triunfo del bien para gozo de todos.

Fe + caridad = Misión, es el acertado lema de este domingo de Domund. Ya sabemos desde san Pablo que la fe entra por los sentidos, busca las rendijas del espíritu donde ensanchar su luz hasta que pueda llegar a las entrañas. Creer es asomarse a lo oscuro y adivinar la esperanza. Contagiar de horizontes a quienes tienen aún los ojos cerrados. Para que todo eso sea posible se precisan músculos y bocas, entregas infinitas y un amor que ni siquiera pueda detener el corazón de quien lo lleva. 

Welwood refiere que sólo se ama de verdad cuando se ve en el otro, no lo que es, sino lo que puede llegar a ser... Los misioneros aman así, festejando en los pueblos que han elegido para llevar a Cristo, la grandeza de lo que llegarán a ser cuando de verdad le conozcan. A propósito de esta actitud, Jorge Bucay relata un cuento que trataré de resumir:

Parece ser que un joven, deprimido por su poca valía, por la falta de aprecio entre los suyos, decide pedirle a un sabio que le ayude a resolver su tristeza. El sabio le responde que no tiene tiempo, pero que si se anima a echarle una mano en lo suyo terminará antes y entonces podrá ayudarle. Así fue como este hombre pone en el dedo del muchacho un anillo mientras le dice:

-Tengo necesidad de vender esta joya, ve al mercado y ofrécela,  pero que nadie se quede con ella si no te dan una moneda de oro.

De puesto en puesto el joven ofreció la mercancía pero nadie la daba lo que el sabio le había exigido para venderla. A lo sumo, una moneda de plata. Defraudado, volvió a su dueño sin el regalo de la venta. Pero fue capaz de decirle que tal vez no le habían dado más porque la pieza no estaba tasada: sería conveniente llevarla a un experto y que él decidiera el precio para luego intentar venderla con una referencia indicativa. El sabio lo vio bien y le advirtió al muchacho:

-Pero no vendas el anillo ahora, te den lo que te den.

Cuando el especialista tuvo el anillo en su mano lo tasó entre treinta y cincuenta monedas de oro. El joven no podía creerlo y fue de inmediato al sabio para comunicarle la buena noticia aunque, como él le había pedido, por nada del mundo la hubiese vendido. El dueño de la joya, con el anillo en la mano, le enseñó:

-Este es justamente tu problema. Nadie te valora lo suficiente, ni tú mismo, porque no sois especialistas. Si de verdad lo fuerais, descubrirías lo incalculable de tu valor. 

...Sólo Dios nos conoce. Y los misioneros, desde esa fe, aprecian la categoría de lo que anuncian y la maravilla de los seres humanos a quienes se la entregan.





12 octubre, 2013

DOMINGO XXVIII del TIEMPO ORDINARIO. Lucaas 17, 11-19

Frase de San Juan de la Cruz


LOS AGRADECIDOS

Con frecuencia, algunos evangelios inician los relatos de Jesús recordándonos que camina hacia Jerusalén: el sitio sagrado de su cima salvadora. Pero hasta que llega, va derramando gracias por el camino, revistiendo el paisaje de salud y de hermosuras. 

Este diez por ciento de los leprosos agradecidos, sanados en su carne podrida, nos permite mirar la vida de hoy con un cierto desconsuelo, como capitanes de batallas perdidas... En un psiquiátrico de Buenos Aires, adonde me pidieron que fuera para ver si yo era capaz de enhebrar conversación con uno de los enfermos de muy querida familia, aquel muchachón de brazos largos y menguada locura, sólo pronunciaba nombres y más nombres que se asomaban a sus labios, enzarzados en  diferentes sonrisas. Al terminar, sus padres creyeron que nuevamente había sido en vano el intento y nos fuimos solos a tomar un café esperando a ver cómo la luna rodaba por Callao.  Pero yo al día siguiente fui sin nadie por si era capaz de  averiguar el por qué de tantos nombres sin destino. Una enfermera conocida, casi en secreto, me supo responder:

-Son las personas de las que se siente agradecido y que él, al principio de venir aquí, cuando aún reconocía, me fue señalando una por una.

La memoria debe ser algo así como un pozo donde nunca se ahogan las buenas presencias, donde no se rompen los regalos de esa continua infancia que es vivir. Los cuerdos de este mundo deberíamos repetir continuamente los nombres de los que nos ayudaron a limpiar la lepra de la ignorancia, del mal carácter, de la desconfianza o de la soledad; la lepra, cada vez más en disimulo, del pecado. 

Yo le agradezco a Dios hoy que me haya dejado tantas bondades, tantas cajas sorpresas por abrir: familia, amigos, maestros... Y a la querida Orden del Carmelo, los árboles inmensos de santa Teresa y de fray Juan, de cuyos frutos me alimento, como niño caprichoso que no desea comer otras cosa. 

05 octubre, 2013

DOMINGO XXVII del TIEMPO ORDINARIO. Habacuc 1, 2-3ss ; Lucas 17, 5-10

Curiosidades de la luz

LOS MÉRITOS DE LA FE


Los apóstoles, conociendo las oscuridades del creer, piden a Jesús que les abra el conocimiento del alma, tan imposible de llevar a la razón. Los apóstoles piden a Jesús más fe, en definitiva le están pidiendo más oscuridad para comenzar el día a día con un poco de luz. La fe no es más que eso: una sombra y un candil continuos frente a los muchos resplandores que van y vienen sin fijación ni destino.

Creer en Jesucristo es experimentar a Jesucristo. En el libro de la Subida advierte san Juan de la Cruz que conviene al alma mucho no querer entender cosas claras acerca de la fe, para conservar puro y entero el mérito de ella. Porque los méritos de la fe se sostienen en el abandono de Aquel a quien hemos visto pasar con el ropaje en llamas y nos apretó para siempre con su mano y su mirada. Después de haberle visto, ya no habrá en nosotros sosiego verdadero hasta que podamos volver a los principios.

Álvaro Mutis me ha acompañado estos días con su palabra dormida y descansada. Cuenta el poeta que en otros tiempos él conducía un tren lento que atravesaba montañas y bosques de eucaliptos. Cambiaba la locomotora de color según los entreveros de la luz que le llegaba y el sonido de la máquina componía melodías diferentes según la espesura o la cercanía de los árboles. Mutis se quejó en el libro de que con la madera de aquellos eucaliptos no se hubieran fabricado más violines... Así el Señor, entre densidades y cercanías, va dejando en nosotros músicas que a veces nos parecen soledades; luces, que se nos antojan reflejos de una verdad inalcanzable.

Al fin, creer es como amar, que  tiene sus pasiones y sus desvelos, sus tiempos de locura y de cansancio. Pero a nadie que amara con delirio se le han de olvidar la sangre en la boca de los primeros besos, tanta fuerza en tan poca carne de labio. Y a ellos se volverá, tarde o temprano.

Señor, auméntanos la fe. No consientas que el soplo de la rutina agote las ascuas que Tú dejaste encendidas. No permitas que tu río de lava se apague en lo pequeño y redondo, en la lágrima azul de una fuente.

28 septiembre, 2013

DOMINGO XXVI del TIEMPO ORDINARIO. Amós 6, 1ss ; Lucas 16, 19-31

 Escondidos en las cañasEL ABISMO
Al pobre se le distingue por el modo con que mira la bandeja de frutos, por el escaso atrevimiento a la esperanza, por los vasos de latón con los que van a por agua. Por las lágrimas constantes, por los hijos desnudos, por no tener cartillas de banco ni gente alrededor que se juegue su vida por la de ellos. Cada vez que se asoma a mi vida un pobre siento una vergüenza tal que me escondería también detrás de las cañas transparentes de la responsabilidad.
La pregunta, que nos incumbe a todos y a todos nos interpela, siempre está en el flujo del tiempo: ¿Cómo es posible que en un universo tan abundante haya personas que vayan a morirse a las cunetas de la vida, niños con los vientres hundidos y moscas alrededor de la sangre que no puede cubrirse ni siquiera con mínimas gasas? La respuesta no es otra que el ABISMO del que nos habla san Lucas en la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro.
Entre muchos ricos y los pobres existe una distancia abismal de comprensión. Ponerse en lugar del otro es muy difícil cuando el otro no tiene lugar donde ponerse. Tampoco creo que sea eso lo que nos pide Jesucristo, sino ayudar apasionadamente a crearle al pobre un espacio de dignidad, un trabajo digno desde el que pueda sentirse valorado y, desde la fe en el Señor, también sentirse querido. Con el trabajo se acabaría la pobreza y los vasos de latón para beberse los malos tragos de la vida y las lágrimas con tanta sal que ni los pañuelos enjugan.
Luego están los otros pobres, los del alma, más escondidos y que suelen arrastrar hasta los últimos días la falta de luz en sus pasillos, el desprecio de los que han inventado la normalidad que ellos no pueden cumplir, el sufrimiento de saber que todos los acogen pero nadie sabe darles una respuesta que los nivele de verdad a los comunes privilegios... Parece que el papa Francisco está enseñando su varita mágica de separar las aguas de este mar Rojo inmenso donde el corazón humano anhela el puente donde encontrar su libertad.
Pobres. Pobres... Todos desaparecerían si los demás dejásemos un poco de ser tan ricos.

22 septiembre, 2013

DOMINGO XXV del TIEMPO ORDINARIO. Amós 8,, 4-7 ; Timoteo 2, 1-8 ; Lucas 16, 1-13

Piedras de la antigua Cafarnaún

DIVINAS PALABRAS

Toda la liturgia de hoy, desde la cita de Amós a la de san Lucas, gira en torno al dinero y a la forma de obtenerlo. San Pablo, quizá por eso, nos llama a pedir por nuestros gobernantes...

En 1919, Valle-Inclán escribió sus Divinas Palabras basado en el capítulo 8 de san Juan donde Jesús les advierte a aquellos acusadores que quieren dilapidar a una mujer sorprendida en adulterio: Quien esté limpio de pecado que tire la primera piedra... Y todos se fueron, empezando por los más viejos... Tal y como están las cosas en nuestro país, las piedras pueden estar tranquilas porque nadie tendrá valor de arrojarlas contra nadie, empezando por los más viejos.

Quevedo también escribía sobre el poderoso caballero don dinero y, si se escuchan conversaciones entrecortadas por la calle, el dinero suele ser protagonista.

Lo que la Iglesia advierte desde la Sagrada Escritura es que el dinero en sí no es malo, sino los modos de obtenerlo y las formas de usarlo. En la Facultad de Granada el padre Criado nos enseñó que Amós era un hombre rico, ganadero y cultivador de sicómoros y que, sin demasiadas ganas, comenzó a profetizar contra los suyos porque habían adulterado las balanzas despreciando a los pobres y prestaban a usura lo que aquellos obreros no podían pagarles... tendrán como castigo irremediable el olvido de Dios.

Con esta cita solamente se podría dar unos ejercicios espirituales aplicados a nuestra circunstancia. Aquí y allá se cargan los bolsillo con monedas ajenas que, a veces, son las únicas que tienen los demás para sobrevivir. El que se queda con el pan de los pobres tiene asegurado el peor de los castigos: Dios se olvidará de ellos.

Pidamos, dice san Pablo, por los que nos gobiernan, por los reyes... En España suele pasar que los que más piedras tiran son los que se apropiaron de las canteras...

Si alguno de nosotros en la Iglesia, también, comulga con piedras de molino, debe transformarlas en harina y compartirla.

14 septiembre, 2013

DOMINGO XXIV del TIEMPO ORDINARIO. Éxodo 32, 7-11 ; Lucas 15, 1-32

Al final, la luz
LOS OJOS QUE MIRAN

Según la misericordia con que se mire, la vida será culpable o inocente. Escribe Ángel González que la fatiga no está en lo que los ojos ven, sino en los ojos que miran.

Y los ojos que nos miran, infatigablemente, son los ojos misericordiosos del Padre. He ahí la ganancia del hombre, su porvenir de triunfo. El pasaje de Éxodo 32 presenta una vez más a los hebreos impacientes por no ver físicamente al Dios de su liberación y, como no saben verlo en sus propias circunstancias, lo suplen en su ansia  fabricando un becerro de oro... Dios se duele de haber creado a unos hijos con la cabeza tan dura, y los amenaza por su mala memoria. Moisés interviene en favor de los suyos y Dios, al escucharle, se arrepiente de haberlos amenazado. No quiere que sus ojos sean cómplices de la misma fatiga, de la misma infidelidad borrosa con que los judíos le han visto... Por sentirse mirado de nuevo con misericordia, el pueblo echa a andar buscando los horizontes prometidos.

Ojos que miran como los del mejor padre son los que nos presenta san Lucas en la parábola del  Hijo pródigo. Cuando el hijo menor le propone su marcha, el padre sujeta sus párpados para que no se le caiga la lágrima. Y lo ve irse, con una herencia que no sabrá gastar, con una libertad que no ha aprendido a liberarse de sí misma, por el camino de la soledad y de la duda. La vida no ha de golpear al hijo huido, sino el modo equivocado con que él miró la vida. Y vuelve. Y otra vez los ojos del padre, escondidos entre sus manos, para que nadie interprete su llanto como un daño. El agüilla en sus ojos ha de presagiar la fuente de una fiesta incansable.

Puede que pocos crean hoy que mirando bien se cambia todo.  Sin embargo, la paciencia de Dios en el Éxodo y la intercesión de Moisés transformó la quietud de aquel becerro en ríos vivos que manaban leche y miel. Y el padre del hijo que le partió el corazón, por salir cada día al camino aguardando el regreso, por mirar con insistencia la vereda sembrada, pudo fundirse con él en un abrazo, sin que fueran precisos ya más ojos.

07 septiembre, 2013

NTRA. SRA. DE LA VICTORIA. Romanos 8,28-30

Ntra. Sra. de la Victoria

ARTE DE MAGIA

El obispo de Málaga nos pide hoy que antepongamos litúrgicamente la festividad de Ntra. Sra. de la Victoria, patrona de la diócesis, al domingo XXIII correspondiente del Tiempo Ordinario. Y tal decisión es para todos nosotros un regalo.

Decía Einstein que hay dos maneras de entender la vida: una, creyendo que nada  es un milagro; y otra, creyendo que todo es un milagro. Todo es un milagro en la Virgen y Dios ha querido que se proyecte también en nosotros como un río de amor inacabable, como un sueño inmerecido.

Tomo la cita de Romanos 8,28 en la que textualmente san Pablo  escribe refiriéndose a Dios: A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó...  Es difícil encontrar un texto sagrado más generoso. Por arte de magia, volvemos a la inocencia de los principios y nada ni nadie, sólo la libertad,  podrá impedir que alcancemos definitivamente el Reino en el que María Santísima tiene ya la corona.

Predestinar es soñar en cada uno desde antes del principio, tatuar en el corazón de los astros la mejor promesa. Luego, Dios nos ha de llamar uno a uno con su voz de Padre, voz que el tiempo detiene en el aire hasta que nos toca la hora de nacer.  Más tarde, los errores de todos  --la Virgen ha vivido fuera de ellos--- precisan ser justificados, como el que sabe mirar a otro lado, perdonando. Y por último, a Él sólo le queda ya indicarnos el sitio donde en otro tiempo los ángeles se probaban las alas más finas para llegar más pronto.

Ante manos tan abiertas, sería preciso corresponder un poco. El libro de la Sabiduría nos propone hermosamente aprender lo que a Dios le agrada y únicamente el Espíritu conoce.

30 agosto, 2013

DOMINGO XXII del TIEMPO ORDINARIO. Eclesiástico 3, 17ss ; Lucas 14, 1-7-14

Campiña cordobesa

ANDAR EN VERDAD

Algunos rabinos tenían la costumbre de invitar a Jesús a comer a su casa para fisgar su persona y su doctrina, unos; otros, puede que para abrir como niños su corazón. Lo relevante era que Jesús se adelantaba instruyéndolos, reconociendo su picardía, amansando con parábolas las aristas de su intención.

En esta comida de Lucas 14, el Señor les habla de la importancia de los últimos puestos en los banquetes de la vida. Y de la generosidad al invitar a quienes no pueden corresponder.

Recuerdo y agradezco antes que nada la largueza con que mis muchos amigos argentinos me invitaban a sus casas con empanadas picantes y vinos suaves de Mendoza para abrir boca a un delirio de asados bien dispuestos en la disciplina del fuego.... Hoy se suele invitar en restaurantes donde sólo hay ruido de cubiertos y molestia de vasos; en las casas de familia, sin embargo, abrigan los pliegues de la madera, las viejas palabras colgadas en las cortinas, el consuelo y la intimidad de las preguntas... 

Pero la sustancia de este párrafo evangélico es la humildad y no hay mejor camino para entenderla que saber de donde viene la raíz de esa palabra que nos enseñaron  en aquellos años del latín: humildad viene de humus, tierra, y a la tierra van los estiércoles malolientes, los detritus humanos y ella, bondadosa, nos transforma lo despreciable en cosecha de trigos y aceites deliciosos, en risa de manzanos y rosas perfumadas. 

Esa es la verdad. Y a esa verdad creo yo que pudo haberse referido santa Teresa cuando definió al humilde como al que es capaz de devolver abundancia provechosa después de haber soportado la basura de la vida...

Por último, una sugerencia: invitad a comer a los que no tienen casa ni posibilidad de que devuelvan el regalo. A los ciegos, a los pobres... Dios nos devolverá, desde ellos, la luz indispensable y el aroma de un jazmín perenne en la solapa.

24 agosto, 2013

DOMINGO XXI del TIEMPO ORDINARIO. Hebreos 12, 5-7ss ; Lucas 13, 22-30


PUERTA ESTRECHA
PUERTA ABIERTA


Según a la hora que el sol pasa, cambian de tono el color las cosas y de los ríos y las plazas y de las voluntades. Hasta el color negro deja de ser únicamente negro cuando tiene toda la luz encima. Así los hombres. Así sus convicciones y sus vidas cambian de tono si Dios les ampara, si son capaces de adelgazar para entrar por esa puerta de Jesucristo donde una vez dentro todo es tornasol y anchura. Y se adelgaza si:

-Compartimos las abundancias con los que sufren hambre, soledad o frío. Ese frío de temblores antiguos, de evitables maldades.

-Aceptamos las correcciones que, desde el evangelio, la Iglesia nos hace para que lleguemos antes y mejor a lo verdadero. Por ejemplo, que entre nosotros no puede darse la injusticia ni el creer que somos los únicos destinados a la salvación, como aquellos primeros judíos, ni que en el apetito de  la sexualidad todo está permitido... El ser humano sin disciplina termina ahogado en su propia lágrima.

-Sabemos dejar paz donde hay conflicto, gratitud por lo que nos dieron, suspiros donde se sufre y alegría donde se goza. Ajustar los criterios y purificar la memoria.

...Estas estrechuras requieren al principio un esfuerzo de la voluntad y el pensamiento, pero son la llave salvadora, las bisagras que permitirán abrir la puerta del todo para que todos entremos, como hermanos, a la salvación universal que Cristo ha traído y que se renueva en cada Eucaristía.


17 agosto, 2013

DOMINGO XX del TIEMPO ORDINARIO. Jeremías 38, 4-6ss ; Hebreos 12, 1-4 ; Lucas 12, 43

Ágoras y templos

LA VERDAD IMPRUDENTE


Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, canta Serrat en una de sus hermosas composiciones. De ahí que pocas veces sea prudente señalarla, sobre todo cuando no coincide con los intereses de quien la escucha. Eso es justamente lo que sufrió Jeremías después de haberle manifestado a su pueblo que vivían de mala manera. A una cisterna con barro lo arrojaron para que la lengua y el pensamiento se le ahogaran. Pero la verdad, por más que pese, siempre sale a flote, como una sangre que se proclama, como una luz.

Estamos en el ágora de un circo, que es la vida. Lo que decimos, cuanto manifestamos sufre el análisis de la conveniencia, el bisturí de la incomodidad; y así, unos nos señalan como benefactores y otros como escoria. El equilibrio para no salirnos del cauce siempre es el evangelio desarrollado por el amor y el magisterio de la santa madre Iglesia. Puede que los primeros en no cumplirlos seamos nosotros, pero nunca será por ignorancia, sino por debilidad.

Dicen que un obispo llamó a capítulo al único cura del pueblo:

-Parece que aquí todo el mundo te quiere, todos alaban tu pastoral y tu servicio…

El cura se sorprendió a sí mismo envanecido. Pero el obispo prosiguió:

-Esto quiere decir que no has predicado bien el evangelio.

...Muy de acuerdo no estoy con el pastor porque la verdad, cuando se predica con amor, apenas duele, más bien transforma.

Del evangelio en que hoy Jesús nos deja la alarma encendida: No he venido a traer la paz sino la división, sólo una palabra desde la experiencia. Es complicado que el Señor traiga esa clase de paz que el mundo entiende, ya que su mensaje es una locura, un ajuste de flores en el jardín vacío.

La verdadera paz llega  --pienso—cuando uno está de acuerdo consigo mismo. Y sólo se puede estar de acuerdo con uno mismo cuando la opción de vida que hemos hecho, desde la libertad y el conocimiento, es coherente con nuestros actos. La paz del mundo es un arreglo. La de Dios es un trasiego machadiano de días azules y de soles de infancia.

10 agosto, 2013

DOMINGO XIX del TIEMPO ORDINARIO. Hebreos 11, 1-2ss ; Lucas 12 32-48

Testimonio segoviano sobre san Juan de la Cruz


LOS MÉRITOS DE LA FE


La fe es oscura para el entendimiento, como noche, escribió fray Juan de la Cruz en el primer libro de la Subida. Pero la insistencia del amor sobre ella fue aclarando poco a poco sus hebras oscuras y la noche de la fe se convirtió para él en llamarada, en un voraz incendio sobre sus ramas secas.

La Sagrada Escritura se encarga de señalar los méritos y las consecuencias de haber creído en Abraham, en Moisés, en Isaac, en la Virgen Santísima, que fue feliz precisamente por creer en el anuncio del ángel... en tantos como se fiaron de Jesús por lo que dijo, por cómo había vivido. Tengo en mi casa una copia de La duda de Santo Tomás, de Caravaggio  y, mirándola, me alegro a solas porque yo nunca necesité meter el puño en su costado: me bastó con el eco de su voz incesante, con la dulce  costumbre de su verdad.

Sin embargo, creer también es un ejercicio para el que se precisa, como advierte fray Bernabé de Jesús,  que fue testigo del orar sanjuanista, una cueva, es decir, una soledad desde donde pueda contemplarse el cielo, el río y el campo.

Porque mirando al CIELO, se tiene constancia verdadera de que no alcanzan los brazos para llegar arriba, ni los ojos para contar las estrellas que cambian de sitio y de baile para que no nos atrevamos a ponerle nombre creyendo que las de esta noche son las mismas que ayer nos alumbraron. CIELO para asegurarnos que siempre habrá allá arriba una luz suficiente, un inmenso candelabro que parpadea.

EL RÍO que veía fray Juan desde su cueva segoviana, se llevaba al mar la contradicción de ser hombre y a la par elegido para  ser divino,  las incomprensiones que se sufren cuando no todos escuchan la misma campana que anima a la danza del bien. El RÍO se lleva la silueta de las horas ciertas que pasaron creyendo que durarían toda la vida. Otra agua nos traerá mañana seguramente. Otra esperanza de ver con las primeras luces la fe crecida.

Seguro que fray Juan miraba el CAMPO con los ojos de ver la tierra que da cosechas y la tierra que se nos abre para la sepultura. Azorín escribía que la catedral de Segovia navega entre trigos amarillos. Esos trigos serán pan y Eucaristía, serán fuerza para que nunca la duda nos convenza.

CIELO, RÍO Y CAMPO y la FE dentro, como el mejor regalo, como un hijo que dejáramos en el regazo de la vida.