05 abril, 2014

DOMINGO V de CUARESMA. Juan 11, 1-45

VIVIR ES ASOMARSE
Muchacha en la ventana. Dalí

Sobre las ventanillas de aquellos trenes con asientos de madera una advertencia en plaquita de porcelana: Es peligroso asomarse al exterior… Los motivos de ese peligro no estaban en el exceso de velocidad (éramos, para bien, tan lentos) ni en que se pudiese caer al vacío (que estaba siempre lleno de trigos o de alpacas de paja bien ordenadas), sino porque del cabezal de la máquina se desprendía carbonilla que nos dejaban los ojos como guindas y negros los cuellos blancos de las camisas. Después, Jardiel Poncela escribió una obra de teatro con este título, pero siempre ha sido peligroso asomarse al exterior. Y vivir no es otra cosa que asomarse.

Por fin se asoman a la luz y a la sangre los recién nacidos que escapan de los vientres como de sombras acolchadas y allí comienzan su llanto: nunca se sabrá si de alegría por la sorpresa o de tristeza por no haber tenido la posibilidad de quedarse dentro.

A los pasillos de su Residencia de Ancianos se asomó aquel viejito con la certeza de que sus hijos irían a por él para pasar juntos las Navidades. Sus lágrimas, al ver que no llegaban, traspasaron la esfera del reloj y detuvieron para siempre su tic-tac de padre en la aguja de los cipreses.

Nos asomamos a los libros para ser irreales con ellos hasta que se nos saltan las lágrimas al comprobar que uno no puede escribir de esa manera ni, mucho menos, de esa manera vivir.

Se asoman los novios a la punta de las calles por si el amor pasa en su carro de fuego y se los lleva a la colina de la luz donde dicen que se llora de dulce acabamiento.

Se asoman los pensionistas al cajero de los bancos y sus lágrimas tiemblan en la estrechez de la hoja y de la tinta.

Se asoman los muertos desde sus tumbas y lloran con una lágrima seca al comprobar que nadie los recuerda. Más de una noche, cuando pueden, se cuentan entre ellos que no merece la pena vivir si a la esquina del amor está el olvido.

Se asoma Cristo hoy, en este hermoso evangelio de Juan, a los ojos de Marta y de María para llorar con ellas la ausencia de Lázaro, el amigo. Sólo en Él vemos un llanto de verdad y sólo de un llanto de verdad puede nacer la vida. 

Se sobrevive o se sobremuere sin Cristo. Con Él no hay exteriores: nada permanece fuera de su entraña jugosa, todo en Él es intimidad y Vida. La raíz de su lágrima es una fuente crecida en su corazón  de Hijo, una mar redentora y desbocada. 

Lázaro, al fin, salió de su roca mortal porque el Amor lo esperaba…


Ah, en qué pañuelos y a qué ríos van a parar los llantos… Asomarse al exterior merece la pena si una mejilla fría aguarda la candela de los besos. Dios no ha hecho otra cosa: toda una eternidad lleva con los ojos afuera de las ventanas de su cielo, aun sabiendo por experiencia lo peligroso que es asomarse al exterior.