LOS CAMBIOS DE
LA PASCUA
Los tres versículos del capítulo cuatro de los
Hechos de los Apóstoles, son, cada uno por separado, lingotes de oro para el
pensamiento, el cambio y las palabras.
Cristo ha resucitado y ya nada debe ser lo que ha
sido. Su Espíritu acecha entre los sicómoros de Jericó, se torna denso en los
olivos de Jerusalén y exige una canción nueva para una vida diferente.
Aquellos primeros seguidores del Resucitado
pensaban y sentían lo mismo, como subidos a una misma barca en la que se
reflejaban azules los mismos horizontes. Cada uno con sus ojos veían distintos
los rizos del agua, pero el agua era la misma. Pensaban, agradecidos, en las
huellas imborrables que les marcó Jesús. Y lo sentían en su corazón lo mismo
que siente una palmera las locuras del viento.
Dios los veía con agrado por el valor que tuvieron
de defender lo suyo. Aireaban a sus discípulos con amor la figura del Hijo
Resucitado y sólo sentían tristeza por el miedo que tuvieron antes de
conocerlo… Me ha llegado una referencia del primer ministro británico, Cameron,
felicitando en la Pascua de Resurrección a todo su pueblo y agradeciéndoles la
tarea común de enriquecer al mundo desde los valores del cristianismo, hoy tan perseguido.
…Aquí, en España, a los políticos se les congela la
palabra si tienen que hablar de Dios: ellos se debaten entre los votos y las
sombras; temo que la luz, en medio, sea testigo algún día de cómo se ausentan
las esperanzas. ¡Dios salve a América!, claman los presidentes de Estados
Unidos y aquí, con la falta que nos hace, eso se pide casi en secreto únicamente en las
iglesias, no vayan a ofenderse los descreídos.
Por último, nadie pasaba necesidad, refiere San Lucas en su libro… En Dios cesan
todos los apetitos, escribe san Juan de la Cruz. Sin Dios, en seguida comienzan a florecer los egoísmos… Pascua es Dios que pasa y nos conviene de cualquier manera
hacerle sitio.