26 diciembre, 2009
DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA. Colosenses 3, 12-21 ; Lucas 2, 41-52
12 diciembre, 2009
DOMINGO III DE ADVIENTO o DE GAUDETE. Filipenses 4,4-7 ; Lucas 3, 10ss
El domingo III de Adviento también se llama de Gaudete, o de gozo, porque toda la liturgia gira en torno a la alegría motivada por el nacimiento del Hijo de Dios.
Del mismo modo que no es concebible un santo maleducado, tampoco es imaginable un santo triste que, en labios de santa Teresa, no pasaría de ser un triste santo. El hecho sólo de aguardar a quien viene, de ponerle estrellas a la noche del mundo, ya es suficiente como para echarnos a las calles del alma con las panderetas que anuncian nuestra liberación.
En nuestras liturgias a veces se confunde la alegría con la falta de respeto, el gozo con la vulgaridad. Es cierto que en cada Eucaristía deberíamos rebosar de contento porque también nosotros nacemos cuando comulgamos. Faltaría ensamblar con mejor gusto los gestos y las canciones con la elegante hermosura del Dios aparecido.
Nosotros, alegres y esperanzados en el Niño Jesús, hemos escrito esta tarjeta de Navidad que os ha de llegar con el sentido fraterno de siempre:
Por las rendijas de la noche. Por las del olvido y la indiferencia de algunos grupos sociales. Por los agujeros de la soledad o el sufrimiento de los enfermos. Por las grietas de los parados y el asombro interminable de los pobres. Por el vacío de conciencia de quienes legislan contra la vida. Por encima y por debajo de las muchas sombras... En fin, por las ranuras de todas las puertas, como hace la luz, Dios se abre paso y nos alumbra en el nacer de Jesucristo.
Este cuadro de Tiziano nos presenta a un Juan Bautista, entre adolescente y joven, signo primero de la alegría de este domingo, y anticipo de una espléndida madurez que va a acompañar la sabiduría de las respuestas a quienes hoy le siguen y le preguntan. Después de un contagioso anuncio del Mesías, el mismo san Lucas divide en tres grupos a los preocupados por mejorar.
Los primeros que desean cambiar son los gentiles, es decir, el pueblo en el que todos estamos representados. Nosotros, desde Juan, pretendemos actualizar sus respuestas: Por costumbre, tenemos más cosas de las debidas sin advertir a los que carecen de lo imprescindible. Por costumbre llenamos los armarios con ropas para cada ocasión y seguimos con un frío en los huesos que no remedia el abrigo. Por costumbre cerramos las manos y los ojos al dolor o a la pobreza de muchos. Es hora de sacar las túnicas de los armarios antes de que la polilla ponga en evidencia los agujeros del egoísmo.
Los publicanos tampoco saben qué hacer ante la venida de Jesús. No carguéis a nadie con fardos que pesan demasiado, les argumenta san Juan, fardos que vosotros no seríais capaces de soportar. Sed comprensivos con los débiles, porque Dios se acomoda a los pasos del hombre y ofrece horizontes de eternidad para los lentos.
También los militares se sienten interpelados por el anuncio de Juan y solicitan las claves para ordenar sus vidas... No extorsionéis a nadie. Demostrad que verdaderamente sois poderosos poniéndoos a la altura de los humildes. Y conformaos con lo que cada uno tiene sin quitarle a los demás lo que aún no os pertenece.
Con estas normas, aparentemente sencillas, el Precursor se anticipa a la salvación. Cumplirlas está al alcance de nuestra mano, aunque nuestra mano se nos pueda quedarnos pequeña por tanto tiempo como la tuvimos cerrada.
04 diciembre, 2009
DOMINGO II DE ADVIENTO. BARUC 5, 1-19 ; LUCAS 3, 1-6
28 noviembre, 2009
DOMINGO I DE ADVIENTO. Jeremías 33,14-16 ; Lucas 21,25ss
21 noviembre, 2009
DOMINGO XXXIII del T. ORDINARIO. CRISTO REY. Daniel 7, 13-14 ; Juan 18, 33ss
Recordamos nuevamente reyes de cualquier país, de diferentes épocas, y acompañados del año de su nacimiento y el de su muerte. Tiziano y la Historia nos han dejado huella de la blanca hermosura con que nos gratificó la Emperatriz Isabel. Su esposo, Carlos V, la conoció una mañana en las escaleras de los Alcázares Reales de Sevilla. Y desde entonces, subieron y bajaron las escaleras de la vida juntos.
15 noviembre, 2009
DOMINGO XXXIII Del TIEMPO ORDINARIO. Danielm12, 1-3 ; Marcos 3, 24-32
TIEMPOS DIFÍCILES
El profeta Daniel ya nos alerta que han de venir otros tiempos más difíciles. Tanto, que se caerán las estrellas de la costumbre de su cielo y habrá murallas que detengan el paso de la esperanza. Tiempos difíciles...
También ahora los estamos atravesando. No sólo en el campo social, político o económico, que también, sino en el personal, en eso de echarse mano al alma y encontrarla cansada, sin atrevimientos, sin que irrumpa con fuerza el amor que casi siempre llevamos. Tiempos difíciles son los de aquellos que no pueden llegar a fin de mes y se quedan eternamente dolidos en el principio. Para los que descubrimos que nos han robado la cartera de la vida y ahora es un derecho matar a los inocentes. Difíciles para los hijos que serán hombres y mujeres mañana y no han recibido del mundo más que incertidumbres y acomodos.
Ayer dimos sepultura a un hombre con 90 años que a los treinta se quedó semiparalítico y, sin "posibles" y sin fisioterapeutas, se ejercitaba cada día empuñando el arado y sujetándose al ritmo de la siembra... Llegó a caminar, con bastón de acebuche toda la vida, pero caminó, porque se había sujetado al mejor punto de apoyo que pudo encontrar...
Tiempos difíciles para todos. Los cristianos no debemos lamentarnos solamente, sino empuñar la fe en Jesucristo, el arado que nos mantiene caminantes y seguir sembrando al ritmo del amor que nos habla.
IGLESIA DIOCESANA
De tanto mirar hacia fuera, descuidamos con frecuencia agradecer y colaborar con los servicios y los servidores que nos enriquecen a diario. Solemos ser generosos con las misiones, con las ayudas puntuales que nos mueven el corazón, con el auxilio que debemos a las tragedias. No tanto cuando pedimos para el arreglo de nuestra casa, para la cal de nuestras fachadas, la lija y el barniz de nuestros bancos, la luz cada vez más cara que nos alumbra, la limpieza de los lugares donde nos reunimos, el arreglo de nuestros altares... sin contar el goteo silencioso de las colaboraciones inminentes a las que no podemos ni debemos negarnos por la urgencia. También nos olvidamos de compartir con otras comunidades parroquiales mucho más pobres, más alejadas y menos favorecidas por los sitios o las circunstancias.
La memoria de hoy es una vuelta a recuperar el compromiso con lo propio y lo diario, y entender de nuevo que no son buenas las experiencias de las manos cerradas. Dios es buen pagador, repetía Santa Teresa y repetimos nosotros en la certeza de que cuidaremos con más mimo nuestra diócesis y la comunidad que nos reparte, cada semana al menos, el Pan para los tiempos difíciles.
07 noviembre, 2009
DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO. I REYES 17, 10-16 ; MARCOS 12, 38-44
EL PAN INTERMINABLE
31 octubre, 2009
DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO. TODOS LOS SANTOS, Apocalipsis 7, 2ss. Salmo 23. Mateo 5,1-12
CONDICIONES PARA SUBIR
24 octubre, 2009
DOMINGO XXX del TIEMPO ORDINARIO. Jeremías 31, 7-9 ; Marcos 10,46-52
CON LA SUERTE CAMBIADA
Tanto el salmo responsorial de hoy como la lectura de Jeremías nos certifican que con Dios se le cambia a uno la vida, hasta el punto que se va con llantos y se regresa con canciones. Si Jesús nos acompaña, ya no es necesario preguntar a nadie de dónde nos ha venido el amor.
Hay, nos recuerda Jeremías, un sin fin de ciegos, paralíticos, una muchedumbre de olvidados, hasta que Dios aparece de pronto para que la luna de todos se quede en cada noche: "Seré un padre para Israel".
El nuevo Israel que es la Iglesia siente hoy esa presencia viva y generosa. Sólo el hecho de saber que Dios es Padre nos ha cambiado la suerte, como los torrentes del Negueb: el agua mantiene su discreto oleaje, el sufrimiento se hace llevadero y la esperanza vuelve a su paciente compás de compañera. ¡Qué acierto tuvo Santa Teresa para dejarnos como una consigna sobre el pecho: "Sólo Dios basta".
Los ciegos tienen un mundo interior que nadie puede imaginarse. Una multitud de luces los inunda. Pero su pensamiento no puede colorear en los limones el amarillo ni de algunos ojos, que tanto dicen sin palabras, pueden descubrir los ciegos esa conversación callada.
San Marcos, en su evangelio, nos hace entrar en la amistad de Bartimeo procurando que se nos parezca: Un hombre ciego al borde del camino, tratando de adivinar la luz en las monedas, escuchando el rumor de los que pasan enfrente y él no los puede seguir. Hasta que escucha el canto de la Luz, la Luz de mundo, y da un salto recorriendo los tactos del aire hasta dar con el Maestro: "Que yo vea"... Y cuando llegó el milagro, ya pudo irse con él por el camino.
Al final de su vida, Vicente Aleixandre se quedó casi ciego. El que hirió con espadas los labios de dar besos, en el 84 escribió a un amigo, como pudo, con garabatos desde la sombra: "Volveré al oculista como sea, y que los ángeles de la luz me ayuden, no los de las tinieblas... yo, cuando podía verte, tocaba la felicidad con la punta de los dedos".
Ciegos, al borde del camino e infelices... Nos queda hoy una preocupación de oscuridades que quieren cubrir al mundo, un delirio de ojos cerrados aguardando la aurora. Nos queda estrenar con gozo los dedos felices de otra mañana.
17 octubre, 2009
DOMINGO XIX del TIEMPO ORDINARIO Isaías 53,1ss; Marcos 10,35-45
VA DE JÓVENES
El domingo anterior un joven rico, a quien Jesús miró con especial cariño, se fue cabizbajo y entristecido porque poseía muchas riquezas y no estaba dispuesto a dejarlas para seguir al Maestro. Hoy, dos jóvenes que llevamos en la sangre de la admiración y de la fe, hijos del Trueno y de Salomé, Juan y Santiago, los predilectos para compartir resplandores, secretos y alegrías, sorprenden a Jesús con una petición que quiebra de pronto la gratuidad de los afectos: Queremos los mejores sitios en tu Reino...
Es difícil calibrar qué es más doloroso, si no ser amado o no ser entendido. Poner la mano de las prebendas cuando sólo hay amor en la mano del de enfrente, suele terminar en adioses prudentes para más tarde llegar a los olvidos. De todas maneras, me cuesta trabajo creer que del corazón de Juan, el más amado, pudiera salir aquella ambición. Aunque a todos, alguna vez, se nos han desordenado los valores.
La respuesta de Jesús no fue el rechazo ni la tristeza ni el olvido, sino la enseñanza de nuevo para que fueran entendiendo poco a poco que los últimos puestos de la vida están siempre vacantes porque pocos han sabido descubrir la libre felicidad que llevan. Los primeros y mejores puestos son los que te permiten ser tú mismo, asomarte a las orillas de lo aprendido y de lo regalado, y darte cuenta que todo eso es el bien que los demás esperan. Antes, sin embargo, es imprescindible caminar por encima de la pena y sentir el Aire loco del Espíritu con su perenne, infatigable dulzura.
DOMINGO MISIONERO
Definitivamente, el DOMUND ha sido la propaganda de la verdad que más ha calado dentro y fuera de la Iglesia. Puede que la magia del testimonio sea en todos los tiempos lo más eficaz para sentirse envuelto y seducido...
Cuando nos hablaban en las escuelas de nuestra niñez aquellos misioneros con surcos en la piel y en la palabra, todos los niños queríamos ser como ellos, emprendedores y generosos, artesanos del bien en la perdida madera de las selvas. Ellos nos decían la verdad con la alegría de los que saben cumplir en conciencia... Después, algunos en algún tiempo, hemos sido misioneros con menos renuncias y más comodidades, pero hemos visto el hambre con los mismos ojos de mirar las abundancias y se queda en el alma grabada la fotografía de la indignidad, el terciopelo de la tristeza. Ayudemos generosamente. Seamos alivio ya que no podemos ser solución. Y estemos seguros que un vaso de agua dado en el nombre del Señor, se convierte en una multiplicación de ríos con frutos para todos en las riberas.
11 octubre, 2009
DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. Sabiduría, 7,7-11; Marcos 10, 17-30
El autor sagrado nos señala que prefirió la Sabiduría a cualquier otro hechizo humano, porque con ella le vinieron juntas todas las riquezas... Ser sabio es sentirse llamado hacia la luz para quemarse en ella, para vivir en su hoguera, como las mariposas que en las lámparas terminan porque en las lámparas comienzan. Se es sabio cuando se sabe ser y estar en todos los momentos y circunstancias de la vida y, además, echando resplandores.
Venimos de enterrar en Antequera al último gran poeta del 27, José Antonio Muñoz Rojas, al que le ha faltado una semana de almanaque para cumplir cien años. Este gran sabio fue un hombre de Dios, que se ha pasado la vida traduciendo en palabras sencillas sus emociones. Sabio fue Muñoz Rojas porque vivió equilibrado entre la tierra de su campo y el cielo de su fe. Atinó con la vida dejando en sus palabras un fuego que no quema, una luz multiplicada que recogía en su aljibe de bañarse por dentro, donde Dios le traía y se llevaba los resplandores de amigo. En uno de sus mejores libros, Objetos perdidos, concluye el gran antequerano recordándonos que "un montón de objetos perdidos es la vida"... Así es, maestro, la vida se gana cuando los objetos se pierden.
ENTRE SER BUENO Y SER CRISTIANO
"Quieres ser perfecto?. Ve y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y luego sígueme"... Dice el evangelio que aquel hombre era rico y yo supongo que se quedaría pasmado mirando el horizonte rubio de las monedas.
El Señor Jesús vino a entregar su corazón sin tener en cuenta su voluntad, sino la voluntad del Padre.
En nuestro mundo también hay gente buena, generosa, ayudadora, de los que siempre están disponibles. Ellos creen en Dios, cumplen a su modo los mandamientos... pero no siguen a Jesús en su exigencia de vida ni en sus sacramentos; para ellos, la Iglesia es lo de menos, lo importante es ser bueno. Y pretenden llevar consigo sus ideas de bondad antes que enriquecerlas con el que sólo es Bueno. Son buenos y hasta puede que ofrezcan también su corazón, pero no saben que únicamente desde los sacramentos del Señor podrán entregar un corazón recién nacido. Son buenos y nada más, pero en ese nada más queda un inmenso vacío que sólo Cristo puede llenarlo con su Pan.
03 octubre, 2009
DOMINGO XXVII del TIEMPO ORDINARIO. Génesis 2,18-24; Marcos 120,2-16
DIVINO Y HUMANO JUNTO
Todos los poros de la liturgia de hoy nos hablan en positivo del amor y la familia. A veces ha podido enseñarse el Génesis y la creación entera como un documento científico que recreara una historia que sólo es verdadera en su pedagogía. Únicamente la Luz de Dios es luz que nos trajo el conocimiento para ponerle en seguida nombre y color a los animales y a las cosas, para darle sentido a los acontecimientos de nuestra historia. La Biblia no es ciencia, sino el libro en que Dios ha escrito el amor y la dignidad del hombre para consigo mismo y con la naturaleza. Es un libro en que el Viento del Espíritu detiene el ímpetu de las olas en la orilla y ajusta el cometa de los sueños desde la fuerza de los brazos.
El hombre y la mujer fueron creados para un mismo emprendimiento, para que sujetaran juntos la hermosura provechosa de sus vidas. El cuerpo, escribía Olga Orozco, "es un suntuoso comensal en esta mesa de dones fugitivos". Y el alma, una promesa que se asoma a las mañanas de sol después de haber olvidado la escasa rodaja de la luna. Ambos, han de construir desde la fatiga y el silencio las calles que desembocan en lo maravilloso.
AMOR Y RESPONSABILIDAD
A primera lectura, San Marcos parece que pone en labios de Jesús argumentos intransigentes, decisiones irrevocables: "El que se divorcia de su mujer y vive con otra, comete adulterio"... El hombre, entonces, gozaba de todos los privilegios, tomaba solitariamente las decisiones; a su antojo, proponía acuerdos o redactaba actas de divorcio. La mujer no tenía más defensa que el amor y el cobijo de su familia. Y lo que yo interpreto que proclama Jesús es que fuese el amor, no sólo la defensa de una parte, sino la defensa mutua, el tesoro de la familia, la candela de los cónyuges. Porque el amor verdadero es más fuerte que la muerte, dice el Cantar de los Cantares. Y Meleagro, tanto en el amor confía, que escribe apasionadamene: "Iré de serenata. ¿Qué me importan los truenos ni los rayos?. Si cae alguno, tengo en la pasión mi escudo invulnerable".
Hoy, en la mayoría de nuestras familias, "se vive en pareja, porque es lo que se lleva", nos presentan al "novio o a la novia", a lo que siempre se le ha llamado amantes. Son relaciones, al fin, que duran lo que duran, como si la convivencia en intimidad fuera un modo de probar suerte en la lotería de la vida. Y nos señalan a los normales como antiguallas y a los que esgrimimos el Evangelio y la Iglesia como argumento, se nos acusa de "no ir con los tiempos".
Bien.
Pero la experiencia nos enseña que a los que dialogan y proyectan y se fortalecen en el noviazgo son felices de calidad. Se han enamorado de lo que es eterno en el otro y llegan a soportar con la misma alegría del principio, las arrugas del final y las enfermedades de siempre. Los inconvenientes de cada mañana y las ternuras de cada atardecer. Será para siempre su matrimonio, porque se han amado después de haber sido fuertes.
Puede haber, hay --y también la experiencia nos lo indica-- matrimonios que han luchado por mantener lo que su elección equivocada no es humano ni legítimo que mantengan. Una persona tiene derecho a equivocarse, aunque haya puesto toda la madurez de su parte para hacer sólida la familia. Y entonces, la Iglesia tendrá una palabra para su anulación, un argumento de Madre generosa.
Nunca olvidemos, sin embargo, como dice el libro de Tobías, que somos hijos de una bendición. Y con esa bendición de Dios, sostenida en la práctica de la fe, difícilmente los matrimonios enamorados se transformen en rutina de cenizas.
26 septiembre, 2009
DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO. Número s 11,25ss: Marcos 9, 38ss
A DISTINGUIR ME PARO LAS VOCES DE LOS ECOS
19 septiembre, 2009
DOMINGO XXV del TIEMPO ORDINARIO. Sabiduría 2,12ss; Marcos 9,30-37
EL ESPEJO
Tanto el libro de la Sabiduría como la carta de Santiago nos recuerdan el barro de donde venimos y el horizonte hacia donde vamos. Entre el principio y el fin, el oso y el pájaro que somos, lucha cada uno por su alimento y por su territorio. En el recorrido, hemos de procurar al fin quien debe ser el vencedor.
Nada hay, dice el libro de la Sabiduría, que nos ofenda más que ver progresos en el otro, descubrir sus virtudes y méritos o el reconocimiento público de sus cualidades. Subiendo en el ascensor de mi casa, una señora me confesó que se ponía de espaldas al espejo porque no quería verse tan de cerca las arrugas... Están ahí, me dijo, pero no quiero verlas.
En el espejo de nuestras fuentes, como en el agua cordobesa de la fotografía, siempre hay desbordes , arrugas y naranjas. Pero las fuentes se limpian con el empeño de los trabajos, y podemos terminar pareciéndonos a los demás en la bondad de sus conquistas si, en el lugar de las envidias, colocamos los esfuerzos. Antes que ponerse de espaldas al espejo, es preferible mejorar con *determinadas determinaciones* las comodidades del alma.
LOS NIÑOS SON LO PRIMERO
Esa manera de entender la vida como importancia, es anterior aun a los apóstoles y permanecerá más allá de nuestro tiempo y de nosotros mismos. No terminamos de entender aquello que leí -o no sé si fue ocurrencia-- de que ser perecedero es estar ya pereciendo y, de algún modo, perecido. Ser el primero o el más importante en cualquier trabajo, en cualquier historia, es no haber descubierto con Séneca que cualquier altura puede ser despeñadero.
El que quiera ser más importante, debe ser el más servidor, porque la importancia no está en llamarse Ernesto --parodiando a Oscar Wilde--, sino en reconocerse hijo del bien y la humildad. En arrodillarse, sabiendo que en el otro vive Jesucristo. Cuánto mérito tienen aquellos que necesitan poco para ser ellos mismos. Los que no precisan adornos ni afeites, añadiduras o seguridades para sentirse en el mundo valorados. Porque los desajustes, refiere hoy Santiago en su carta, vienen de haber permitido que nos crezcan demasiado las ambiciones.
Jesús colocó a un niño en medio de la discusión y lo señaló, en su poquedad, como el más relevante, la bandera inocente donde hemos de poner los ojos para que a todos nos alcance la limpieza de esa luz. Una luz que, sin darle tiempo a nacer, quieren ahora las leyes apagar... Parecidamente, en estos días se ha escrito con acierto que nadie, por más votos que tenga, se puede arrogar el derecho de poner boca abajo la verdad y presentarla, con el mismo desparpajo, como si estuviera boca arriba.
Los niños. Los niños son lo primero. Y los niños son niños desde el principio. Debemos cuidarlos y educarlos con sabiduría y valores, porque muchas de las cicatrices que aún de mayores mantenemos son rayaduras de infancia, pájaros que se nos fueron.
13 septiembre, 2009
SAN JUAN DE LA CRUZ. EVOCACIÓN DE SU MUERTE
EVOCACIÓN DE LA MUERTE DE
SAN JUAN DE LA CRUZ
Himno: Dum crucem gestat…
FRAY JUAN: (A doña Ana de Peñalosa, en Segovia)
-Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo:
-Yo recibí aquí en la Peñuela el pliego de cartas que me trajo el criado. Tengo en mucho el cuidado. Mañana me voy a Úbeda a curar de unas calenturillas que, como ha más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan, paréceme habré menester ayuda de medicina. Pero con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa soledad me hallo muy bien…
-Ahora no me acuerdo más que escribir, y por amor de la calentura también o dejo, que bien me quisiera alargar.
De La Peñuela y setiembre de 1591
CRONISTA:
El 28 de setiembre de 1591, el padre fray Juan de la Cruz, enfermo de calenturas, con una pierna inflamada, sale de la Peñuela, camino de Úbeda.
Baja de Sierra Morena hacia la vega del Guadalimar.
El paisaje de su último viaje es ameno: pequeños montes poblados de arbustos, desnudos y altos cerros de forma cónica, pequeñas explanadas regadas por el río, vega silenciosa cargada de álamos y adelfas.
Al llegar al puente de Ariza, fray Juan se detiene a descansar. Está fatigado e inapetente. Ya hace dos o tres días que no puede comer. Al preguntarle el hermano que le acompaña si le apetece algo, dice fray Juan:
FRAY JUAN:
-Unos espárragos, si los hubiere.
CRONISTA:
El hermano busca afanosamente. Al cabo de un rato ve muy cerca, sobre una piedra del río, un manojo de espárragos trigueros. Fray Juan no se sorprende y ruega al hermano:
FRAY JUAN:
-Id y tomadlos. Y poned una piedra donde están, y sobre ella cuatro maravedís. Será de alguien, hermano, este manojo. Todo cuanto hay en la vida a alguien pertenece.
CRONISTA:
Y reanudan el viaje. El camino sube zigzagueante la loma izquierda del río, siempre hacia el sur. Son tres leguas de cuestecillas en curvas.
Fray Juan cierra los ojos y no ve en su vida más que ríos. El Zapardiel, con aquel monstruo salido del fango; el Segura, lleno de pecadillos de monja y soledades; ahora el Guadalimar, que empuja la lágrima de la despedida. Y antes de llegar a Úbeda, el Guadalquivir tuvo que avisarle que los barcos no saldrían para el Nuevo Mundo hasta que él no hubiese volado al Paraíso.
Cuando llegan a Úbeda, mientras el cocinero guisa los espárragos, que serán toda la cena del enfermo, el pobre fray Juan, por divertir a los religiosos, cuenta la anécdota del hallazgo quitándole importancia.
Los frailes, sin embargo, creen verdadera maravilla, ya que no es tiempo de espárragos.
En 1591, Úbeda es una ciudad importante, hermoseada con monumentos de piedra y filigrana, envuelta en su mejor historia de gentes entrañables. Fray Juan deseaba curarse de su mal allá donde nadie le conociese, pero es imposible conseguirlo en tales condiciones por la bondad de los ubetenses.
(Un reflexivo silencio)
CRONISTA:
Personas de profunda fe, como María de Molina, los doctores Villarreal y Robles, doña Clara de Benavides, don Cristóbal de la Higuera y otros muchos, se ofrecen incondicionalmente para todo lo que el enfermo necesite. Él, sin embargo, nada precisa. Tiene lo suficiente: una celda sencilla con una austera tarima para descansar y una gran cruz desnuda. Además, lo que nadie en el convento puede medir: unas alas crecidas.
A los pocos días de su llegada a Úbeda, fray Juan cae en la pobre tarima para no levantarse más: la enfermedad se declara en toda su fuerza. Se trata de una erisipela en el empeine del pie derecho que comenzó por un granillo, convertido ya en una inflamación virulenta que revienta en cinco llagas formando una cruz.
Fray Juan las contempla, no sólo resignado, sino hasta con cariño. Le recuerdan las cinco llagas de Jesús crucificado. La llaga del centro está precisamente en la parte donde debió estar el clavo en el pie de Cristo. Es la más grande y la que le da más devoción.
Fray Juan está viviendo sus propios versos. Él es ahora el pastorcito enamorado que se ofrece en silencio, porque ama al amado y goza de su Viento.
CANTO: POEMA DEL PASTORCICO
(Después de un brevísimo silencio, una religiosa desde la clausura y con buena voz debe casi declamar. Esto, siempre que la evocación se desarrolle en monasterios de carmelitas )
RELIGIOSA:
La única pena que tiene ahora fray Juan es la de no haber llegado todavía a lo más hondo del pecho. Levanta los ojos sólo para ver la desmesura del amor convertido en pastora y pensamiento. Y se crece Juan de la Cruz, achicándose en un arrullo de contemplación.
CRONISTA:
Las curas son frecuentes y dolorosas. El cirujano, Ambrosio de Villarreal, se ve obligado a sajar la pierna. Corta trocitos de carne, hurga entre los nervios, quemándole las heridas...
Mientras los asistentes se estremecen sólo de verlo, fray Juan, con las manos juntas delante del pecho como acostumbra para su oración, soporta con rostro alegre la terrible cura y dice al médico:
FRAY JUAN:
-¿Qué ha hecho vuestra merced, señor licenciado?
MÉDICO:
-Le he abierto el pie y me pregunta qué le he hecho.
FRAY JUAN:
-Si es menester cortar más, corte enhorabuena y hágase la voluntad de mi Señor Jesucristo.
CRONISTA:
El licenciado Villarreal está admirado de su entereza, de la dulce expresión con que resiste las curas, de la sencillez con que le habla, constantemente, de cosas espirituales. Y requiere vasijas para llenarse él también de misterio.
El cuerpo del enfermo se va convirtiendo en una pura llaga. Ya no son sólo las piernas las que están dañadas. Un nuevo tumor se ha abierto en la espalda. Las llagas son amplias, profundas, y supuran constantemente.
Todos se admiran del buen olor que emanan. Lo experimentan especialmente doña María de Molina y sus dos hijas, Catalina e Inés, que generosamente se han encargado de lavar las vendas y los paños con que le empapan. Ellas también han querido quedarse con el tesoro de su perfume.
Fray Juan ya no puede valerse por sí mismo. La debilidad y los dolores le impiden hasta cambiar de postura: al fin, un cambio de postura será la muerte. Para aliviarlo, cuelgan del techo de la celda una cuerda sobre la cama. Asido a ella puede moverse un poco. Pero él no se queja. Apenas habla. Sólo repite como si fuera una jaculatoria:
FRAY JUAN:
-Señor: más paciencia, más amor y más dolor. Cómo explicarles, Señor, a los que no son amantes, el sabor de estos vinos...
CRONISTA:
Es “la noche” de fray Juan. Oscura, pero siempre abierta a la luz, a la aurora de la mañana. Es la llamarada de sus llamas de amor viva que estrangulan con fuego dulce la escasa vida que le queda.
CANTO NOCHE OSCURA… En una noche oscura…
CRONISTA:
Desde la víspera de la Concepción de la Virgen, el siete de diciembre, se advierte en el enfermo un empeoramiento que denuncia, además, la subida de la fiebre.
El médico ve conveniente decir a fray Juan que se muere. Pero él solo no se atreve. Por fin, el padre Alonso se compromete a hacerlo, rogándole al doctor Villarreal que le acompañe.
Cuando los dos están ante la cama de paciente, refiere el padre Alonso:
P.ALONSO:
-Padre Juan, el señor licenciado dice que vuestra reverencia se va acabando. Póngase a bien con Dios…
CRONISTA:
…”Póngase a bien con Dios”. Sus frailes no han tenido manos para tomarle el pulso. No están preparados para abarcar tanta inocencia. Pero fray Juan junta las manos en su pecho y responde como si fuera un mendigo:
FRAY JUAN:
-¿Qué me muero?. ¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!
CRONISTA:
El día once, miércoles, pide el Viático, que recibe con pasión de enamorado. Le acompaña el hermano Diego, que casi no se separa de su lado. A modo de confidencia, fray Juan le habla:
FRAY JUAN:
-Me voy de este mundo…
CRONISTA:
El hermano Diego, emocionado, se pone de rodillas y le pide su bendición.
Fray Juan quiere excusarse, pero el enfermero le coge la mano y se la besa llorando, mientras le insiste en que le bendiga.
Fray Juan había oído a la Madre Teresa reclamar para sus carmelos lo divino y lo humano juntamente. Es ahora el hombre quien pregunta:
FRAY JUAN:
-Hermano Diego, ¿siente que yo me muera?
FRAY DIEGO:
-Sí, padre, pero me conformo con la voluntad de Dios.
FRAY JUAN:
-Conserve siempre esa disposición de ánimo en todas las cosas y Dios le bendecirá.
CRONISTA:
El padre Antonio Heredia, provincial y compañero de fray Juan en la primera fundación de Duruelo, con frecuencia acude a la cabecera del enfermo. Para consolarle, le dice en tales circunstancias:
P.ANTONIO:
-Padre Juan, anímese mucho. Tenga confianza en Dios y acuérdese de las obras que hicimos, y de los trabajos que padecimos en los principios de esta religión.
FRAY JUAN:
-No me diga eso, padre, dígame mis pecados.
CRONISTA:
Y se queda recogido, con los ojos cerrados, sin duda en oración, amando al Amado de su alma. Tal vez recuerde aquella mano que le salvó de ahogarse cuando niño y que ha de verla venir por el cuello de la noche abriéndose en caricias. No es hora de hablar, sino tiempo de reposo para que ningún viento quiebre la espesura del beso del Amado. Es tiempo de ver cómo rueda la luz por las esquinas del silencio.
(CANTO: Olvido de lo criado…)
CRONISTA:
Es prior de Úbeda el padre Francisco Crisóstomo, hombre de ciencia y buen predicador, pero de carácter agrio y destemplado, carente de condiciones de mando. Aún es joven para haber aprendido que mandar es una carga de obediencias, que sólo los virtuosos pueden ejercer sin ser notados.
Además, no es muy amigo de fray Juan. No sabe disimular su fastidio ante él. Manifiesta constantemente que le duelen los gastos que su enfermedad ocasiona al convento. Le molesta el interés, cada día más vivo y general, con que tantos vecinos de Úbeda se interesan por él… La envidia es una herida larga que suele sangrar en los conventos.
Con frecuencia, son los mismos religiosos los que han de lanzarse a la calle en busca de alimentos y medicinas, ya que el padre prior no lo atiende ni en lo estrictamente necesario. Un día, en la celda del enfermo, el hermano Francisco se lamenta de la dureza, incomprensión e injusticias del padre prior. Fray Juan le amonesta dulcemente:
FRAY JUAN:
-No se le dé en nada, hermano, encomiéndelo a Dios y tenga paciencia, que Él nos la dará.
CRONISTA:
Siempre encuentra una excusa `para el superior. Nadie le oye una queja contra él.
CRONISTA:
Llega el día trece.
Fray Juan siente que se acaba por momentos y dice al hermano Diego que llame al padre prior. Cuando lo tiene delante, le ruega:
FRAY JUAN:
-Perdone, padre, las molestias y los gastos que le haya ocasionado durante mi enfermedad.
CRONISTA:
El padre prior, avergonzado de su conducta, quiere excusarse:
P.PRIOR:
-Perdóneme también, padre Juan, lo mal que a veces le he atendido. Comprenda que se debe, en parte, a la pobreza de la comunidad. Por eso no le hemos podido dar todo cuanto hubiéramos deseado.
CRONISTA:
Fray Juan, que viene de escuchar las palabras de Dios, le profetiza:
FRAY JUAN:
-Padre prior, yo estoy contento y tengo más de lo que merezco. Y no se fatigue ni aflija que hoy esta casa sufra necesidad. Tenga confianza en Nuestro Señor, que tiempo ha de venir en que esta casa tenga lo que ha de menester.
CRONISTA:
Y continúa:
FRAY JUAN:
-Padre nuestro, allí está el hábito de la Virgen que he traído en uso. Yo soy pobre y no tengo con qué enterrarme. Por amor de Dios le suplico que me lo dé de limosna.
CRONISTA:
Y le pide la bendición. Y el prior sale de la celda llorando. La verdad siempre termina rompiendo los hilos de las costuras falsas. Nadie puede con la sencillez evangélica de fray Juan de la Cruz, que ha sabido cambiar sin palabras el ánimo de Francisco Crisóstomo hasta el punto de que el prior ya no quiere separarse del santo.
Varias veces le ven los religiosos de rodillas ante la cama de fray Juan. Y hasta le pide el breviario como recuerdo. Fray Juan le contesta:
FRAY JUAN:
-Yo no tengo cosa mía que darle. Todo es suyo, pues es mi prelado.
CRONISTA:
Recibido el Último Sacramento, que el mismo fray Juan había pedido, toma en sus manos un crucifijo y le besa los pies repetidas veces, exclamando versículos de la Sagrada Escritura.
Los religiosos le hablan y le preguntan. Pero fray Juan calla. No puede hablar. Sólo les dice con dulzura:
FRAY JUAN:
-Perdónenme. No les puedo responder. Me estoy consumiendo en dolores.
CRONISTA:
Y consumirse en dolores es, en cierto modo, transformarse. Transformarse en Dios. Y él mismo nos deja, para adivinarlo, un poema ardiendo.
(CANTO: Oh llama de amor viva…).
CRONISTA:
Desde las diez de la noche, pregunta fray Juan insistentemente qué hora es. Cuando le dicen que las diez, manda a los religiosos que le acompañan que se retiren a descansar. Él les avisará cuando sea hora… La hora, cuando no se sabe el final, es siempre una fatiga.
Hora y media más tarde vuelve a preguntar:
FRAY JUAN:
-¿Qué hora es?
CRONISTA:
Fray Pedro, que está junto a la cama, no puede sostener el tiempo con las manos y le contesta:
FRAY PEDRO:
-Son las once y media…
CRONISTA:
El padre Juan pone rostro de alegría y exclama:
FRAY JUAN:
-Ya se va acercando la hora. Llame a los padres.
CRONISTA:
Al poco tiempo entran en la celda catorce o quince religiosos con sus candiles encendidos, que van colocando ordenadamente en los clavillos de la pared.
El padre prior pregunta a fray Juan cómo se encuentra. Y él, asiéndose a la cuerda que pende del pecho, logra incorporarse. Se sienta en la cama y anima:
FRAY JUAN:
-¿Quieren que digamos el salmo De profundis, que estoy muy valiente?
CRONISTA:
Y lo recitan, alternativamente, el enfermo y la comunidad.
FRAY JUAN:
-Desde lo hondo a ti grito, Señor,
Señor escucha mi voz,
Estén tus oídos atentos
A la voz de mi súplica.
COMUNIDAD:
-Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón
Y así infundes respeto.
FRAY JUAN:
-Mi alma espera en el Señor,
Espera en su palabra.
Mi alma aguarda al Señor,
Más que el centinela la aurora.
COMUNIDAD:
-Aguarde Israel al Señor,
Como el centinela la aurora,
Porque del Señor viene la misericordia,
La redención copiosa,
Y él redimirá a Israel
De todos sus delitos.
CRONISTA:
Luego recitan el miserere y el salmo In te , Domine, speravi. Mientras tanto el hermano Francisco, que está a la cabecera de la cama, cree ver un globo luminoso que comienza en el techo de la celda y llega hasta los pies del enfermo, anulando la claridad de las luces de velas y candiles que hay en la habitación.
Una vez recitados los salmos, fray Juan pide al padre prior que le traiga el Santísimo Sacramento, para adorarle y despedirse.
Cuando le tiene delante se desahoga en alabanzas y súplicas que emocionan a los religiosos.
Y exclama:
FRAY JUAN:
-Ya, Señor, no os tengo de volver a ver con los ojos mortales.
CRONISTA:
A través de la fe, fray Juan ya ha vislumbrado a su Dios. Y ha percibido la música callada de aquella fonte que mana y corre…
Él ha bebido de ella. Y ahora no sabe si es agua o que ha vuelto a sus labios el jugo de las granadas.
Sólo queda ya esperar con ansias en instante de saltar a la Vida. Se están quemando ya las telas de la distancia.
(CANTO: La fonte…).
CRONISTA:
Fray Juan vuelve a preguntar, ya sin gemidos:
FRAY JUAN:
-¿Qué hora es?
CRONISTA:
Le dice que aún son las doce.
FRAY JUAN:
-A esa hora estaré yo delante de Dios nuestro Señor celebrando maitines.
CRONISTA:
Los religiosos comienzan a hojear el breviario, un poco aturdidos, buscando la recomendación del alma. El padre prior comienza a leerla. Pero el enfermo advierte la última incomprensión y dulcemente pide:
FRAY JUAN:
-Déjenlo, por amor de Dios, y quiétense. Dígame, padre, de los Cantares, que eso otro no ha menester
CRONISTA:
Y un religioso toma las Sagradas Escrituras como quien levanta un niño hasta los ojos; después, lenta, llorosamente recita:
Mi Amado es apuesto y sonrosado,
Se distingue entre diez mil.
Su cabeza es un lingote de oro puro.
Sus labios son lirios
Y su vientre una talla de marfil
Sus ojos son dos palomas. Dos palomas…
Fray Juan, embelesado, agradece:
FRAY JUAN:
-¡Oh, qué preciosas margaritas!
(CANTO… Cántico Espiritual)
CRONISTA:
Sus ojos son dos palomas, se le oye decir entre susurros. Y un clamor en vivo, apenas entendible:
FRAY JUAN:
-He consumido, Señor, hasta la última gota de la vida. ¿Qué puedo ya decirte que no te haya dicho? ¿Qué perfumes quedarán en mi vaso que en ti no haya derramado?. Nos hemos amado tanto que casi todas las noches terminábamos con los cabellos enredados, tapándonos la boca de los besos. Luego te ibas, antes del amanecer, y yo me quedaba sin tu vientre, sin la sortija de tus dedos, sin el aprieto en el que respiraba… ¿Y esas campanas?
FRAY DIEGO:
-Son las de El Salvador, padre Juan, que se anticipan a la medianoche.
FRAY JUAN:
-¿Dónde tienes las manos, Señor, que las busca mi espíritu?...Que se aparten las sombras de la madrugada, que las campanas callen y cese el llanto de las mariposas. Que las palabras se balanceen en su lengua de mimbre, que en busca del Amado voy… Que voy de vuelo.
FIN
P.V.