VESTIDA DE SOL
Los periodistas, que quieren saberto todo, preguntaron a Borges bajando las escalerillas de un avión: -¿De dónde viene usted?. El poeta, con su profunda ironía, fue certero en la respuesta: -Y yo qué sé... ¡vengo de tan lejos!.
El Apocalipsis es un libro que viene de muy lejos, de las intimidades de San Juan, el apóstol que veía con más claridad las verdades cuanto más cerrados tenía los ojos.
¡María viene de tan lejos! En el más antiguo pensamiento de Dios ya estaba ella embelleciéndose con el oro de Ofir. Ya era su corazón cáliz inmenso donde recibir tanta gracia. Ya iba todas las mañanas a la escuela de la generosidad para fijar en los labios la decisión: He aquí la esclava del Señor.
En su lejanía, la Virgen agrupa todas las lejanías de los hombres y de los pueblos, sus viejos y constantes sacrificios; el ir y venir, el desasosiego y la calma de todas las familias; las dudas de no saber cómo tener un hijo a estas horas de la soledad y la certeza de que el Señor también en nosotros puede hacer maravillas. En María está el ser humano en toda su complejidad y hermosura, dispuesto a ascender con Ella al cielo después de que con Ella haya aprendido a trascender las cosas de la tierra.
... Y a sus pies un dragón, sigue diciendo el Apocalipsis, aguardando el nacimiento del Hijo para comérselo y echando del firmamento, mientras tanto, las estrellas barridas con su cola.
En la tercera estrofa de su Cántico, San Juan de la Cruz proclama convencido que no temerá las fieras, esas tentaciones del mundo y de la vida en las que, sin la pequeña luz de las estrellas apartadas con la cola del deseo, sucumbimos fácilmente.
¡Dragones a mí!, viene a decir David en el Salmo 33: Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas ellas los librará el Señor.
El Apocalipsis es un libro que viene de muy lejos, de las intimidades de San Juan, el apóstol que veía con más claridad las verdades cuanto más cerrados tenía los ojos.
¡María viene de tan lejos! En el más antiguo pensamiento de Dios ya estaba ella embelleciéndose con el oro de Ofir. Ya era su corazón cáliz inmenso donde recibir tanta gracia. Ya iba todas las mañanas a la escuela de la generosidad para fijar en los labios la decisión: He aquí la esclava del Señor.
En su lejanía, la Virgen agrupa todas las lejanías de los hombres y de los pueblos, sus viejos y constantes sacrificios; el ir y venir, el desasosiego y la calma de todas las familias; las dudas de no saber cómo tener un hijo a estas horas de la soledad y la certeza de que el Señor también en nosotros puede hacer maravillas. En María está el ser humano en toda su complejidad y hermosura, dispuesto a ascender con Ella al cielo después de que con Ella haya aprendido a trascender las cosas de la tierra.
... Y a sus pies un dragón, sigue diciendo el Apocalipsis, aguardando el nacimiento del Hijo para comérselo y echando del firmamento, mientras tanto, las estrellas barridas con su cola.
En la tercera estrofa de su Cántico, San Juan de la Cruz proclama convencido que no temerá las fieras, esas tentaciones del mundo y de la vida en las que, sin la pequeña luz de las estrellas apartadas con la cola del deseo, sucumbimos fácilmente.
¡Dragones a mí!, viene a decir David en el Salmo 33: Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas ellas los librará el Señor.
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