Ermitas de Córdoba. Ladronas de silencio. P.V.
TODOS TE BUSCAN
Si pudiéramos darle nombre a los mil canalillos que
se cruzan en el pensamiento, reclamando para sí sosiego y satisfacción,
convendríamos en llamarle nido de pajarillos hambrientos a la espera del padre
con su trasiego de gusanos en el pico. El mundo es una locura de bocas abiertas
donde unos y otros nos buscamos para robarnos el gusano que se defiende aún de
la sorpresa; aunque eso sí, procuramos hacerlo con exquisita elegancia, con
educación de caballero andante… Todos somos ladrones.
A Jesucristo, según señala hoy, san Marcos, lo
busca todo el mundo para robarle la salud que lleva, los atrevidos caminos de
su palabra, el corazón con que ama, el pan que multiplica… Ladrones que se lo
quieren llevar para robar la compostura de sus gestos y detenerla en el egoísmo
de sus cuatro paredes, como se roba la cal de la luz para blanquear lo oscuro y
decirle a los demás que estamos limpios.
Y Él se deja, porque Dios es más Dios cuando es
robado.
Conscientes somos de salir a la calle y regresar a
casa sin saber quién de verdad nos quiere. Aunque todos nos quieren para
robarnos algo: dinero antes de que le corten el agua, la urgente sonrisa para
una soledad, una palmada en el hombro que ratifique pequeñamente el sentido de
su vida. Al fin, tenemos la necesidad de que nos quiten aquello que la fe
multiplica en nosotros sin acabarse: un no sé qué dentro que se complace en sí
mismo, una armonía robada a Dios en un descuido.
A Jesucristo también lo buscaron para tirarle
piedras con la palabra o con las envidias, para criticarlo, para echarlo por
los precipicios de la letra de la ley que no cumplía, para matarlo por
blasfemo… Nadie pudo, sin embargo, robarle la vida, que muchos todavía quieren
manipular con sabidurías recortadas, con buenos propósitos labrados en míseras
esquinas… En más de una ocasión, yo he sentido vergüenza viendo cómo bostezan
algunos incensarios.
Todos te buscan, Señor, también en este tiempo.
Haces bien en seguirnos amando. Mejor haces dejándonos la cartera llena en las
estanterías de todas las mañanas.
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