Cristo en casa de Lázaro, Marta y María
LÁGRIMAS A SU TIEMPO
Marta, Lázaro y María debieron ser muy amigos del Maestro, fundamentalmente por tres razones: suele ir a su casa y le escuchan, nada le reclaman, y lloran juntos implorando esperanza. Tres buenos motivos para hacer sólida una buena relación.
Nos dicen los evangelios que cuando Jesús pasa por Betania casi siempre llega a verlos. María afanosamente lo escucha, Marta prepara las sartenes y los vasos y Lázaro, seguro que llegaría de sus quehaceres para abrazar al amigo y compartir con Él la alegría de encontrarse. Puede que sus punto de vista fueran diferentes, pero allí están los tres, aprendiendo de lo que expresan, sorbiendo el vino y las palabras... Es hoy una gran dificultad presentarse en casa de un amigo sin avisar antes y, si bien te recibe, suele plantear sus cosas, descargar sus asuntos. Más complicado es aún que salte de alegría porque somos para ellos y ellos para nosotros una buena noticia.
Y los amigos nada se reclaman, más que el cariño que se deben , el lujo de llegar y encontrarse. Podía haber urgido Marta o haber suplicado María la curación de su hermano. Sólo queda la cortesía intencionada de una frase: El que amas está enfermo... De los amigos solemos aprovecharnos sin darles tiempo a que ellos se anticipen a nuestra necesidad. Para eso están los amigos... No, para eso no están. Los amigos están para quererlos.
Cómo se han clavado en la reflexión de los cristianos las lágrimas de Jesús. El que es la Vida llorando ante la muerte. El que es Hombre sufre la ausencia de su amigo y el que es Dios le recupera para los abrazos. Se han unido todos en la esperanza del llanto. Juntando las lágrimas, el hombre se ha hecho Dios y Dios ha demostrado ser también el hombre.
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