ANDAR EN VERDAD
Algunos rabinos tenían la costumbre de invitar a Jesús a comer a su casa para fisgar su persona y su doctrina, unos; otros, puede que para abrir como niños su corazón. Lo relevante era que Jesús se adelantaba instruyéndolos, reconociendo su picardía, amansando con parábolas las aristas de su intención.
En esta comida de Lucas 14, el Señor les habla de la importancia de los últimos puestos en los banquetes de la vida. Y de la generosidad al invitar a quienes no pueden corresponder.
Recuerdo y agradezco antes que nada la largueza con que mis muchos amigos argentinos me invitaban a sus casas con empanadas picantes y vinos suaves de Mendoza para abrir boca a un delirio de asados bien dispuestos en la disciplina del fuego.... Hoy se suele invitar en restaurantes donde sólo hay ruido de cubiertos y molestia de vasos; en las casas de familia, sin embargo, abrigan los pliegues de la madera, las viejas palabras colgadas en las cortinas, el consuelo y la intimidad de las preguntas...
Pero la sustancia de este párrafo evangélico es la humildad y no hay mejor camino para entenderla que saber de donde viene la raíz de esa palabra que nos enseñaron en aquellos años del latín: humildad viene de humus, tierra, y a la tierra van los estiércoles malolientes, los detritus humanos y ella, bondadosa, nos transforma lo despreciable en cosecha de trigos y aceites deliciosos, en risa de manzanos y rosas perfumadas.
Esa es la verdad. Y a esa verdad creo yo que pudo haberse referido santa Teresa cuando definió al humilde como al que es capaz de devolver abundancia provechosa después de haber soportado la basura de la vida...
Por último, una sugerencia: invitad a comer a los que no tienen casa ni posibilidad de que devuelvan el regalo. A los ciegos, a los pobres... Dios nos devolverá, desde ellos, la luz indispensable y el aroma de un jazmín perenne en la solapa.