PUERTA ESTRECHA
PUERTA ABIERTA
Según a la hora que el sol pasa,
cambian de tono el color las cosas y de los ríos y las plazas y de las
voluntades. Hasta el color negro deja de ser únicamente negro cuando tiene toda
la luz encima. Así los hombres. Así sus convicciones y sus vidas cambian de
tono si Dios les ampara, si son capaces de adelgazar para entrar por esa puerta
de Jesucristo donde una vez dentro todo es tornasol y anchura. Y se adelgaza
si:
-Compartimos las abundancias con
los que sufren hambre, soledad o frío. Ese frío de temblores antiguos, de evitables
maldades.
-Aceptamos las correcciones que,
desde el evangelio, la Iglesia nos hace para que lleguemos antes y mejor a lo
verdadero. Por ejemplo, que entre nosotros no puede darse la injusticia ni el
creer que somos los únicos destinados a la salvación, como aquellos primeros
judíos, ni que en el apetito de la
sexualidad todo está permitido... El ser humano sin disciplina termina ahogado
en su propia lágrima.
-Sabemos dejar paz donde hay
conflicto, gratitud por lo que nos dieron, suspiros donde se sufre y alegría
donde se goza. Ajustar los criterios y purificar la memoria.
...Estas estrechuras requieren al principio un esfuerzo de la voluntad y el pensamiento, pero son la llave salvadora, las bisagras que permitirán abrir la puerta del todo para que todos entremos, como hermanos, a la salvación universal que Cristo ha traído y que se renueva en cada Eucaristía.
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