24 agosto, 2013

DOMINGO XXI del TIEMPO ORDINARIO. Hebreos 12, 5-7ss ; Lucas 13, 22-30


PUERTA ESTRECHA
PUERTA ABIERTA


Según a la hora que el sol pasa, cambian de tono el color las cosas y de los ríos y las plazas y de las voluntades. Hasta el color negro deja de ser únicamente negro cuando tiene toda la luz encima. Así los hombres. Así sus convicciones y sus vidas cambian de tono si Dios les ampara, si son capaces de adelgazar para entrar por esa puerta de Jesucristo donde una vez dentro todo es tornasol y anchura. Y se adelgaza si:

-Compartimos las abundancias con los que sufren hambre, soledad o frío. Ese frío de temblores antiguos, de evitables maldades.

-Aceptamos las correcciones que, desde el evangelio, la Iglesia nos hace para que lleguemos antes y mejor a lo verdadero. Por ejemplo, que entre nosotros no puede darse la injusticia ni el creer que somos los únicos destinados a la salvación, como aquellos primeros judíos, ni que en el apetito de  la sexualidad todo está permitido... El ser humano sin disciplina termina ahogado en su propia lágrima.

-Sabemos dejar paz donde hay conflicto, gratitud por lo que nos dieron, suspiros donde se sufre y alegría donde se goza. Ajustar los criterios y purificar la memoria.

...Estas estrechuras requieren al principio un esfuerzo de la voluntad y el pensamiento, pero son la llave salvadora, las bisagras que permitirán abrir la puerta del todo para que todos entremos, como hermanos, a la salvación universal que Cristo ha traído y que se renueva en cada Eucaristía.


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