LOCOS EN EL JARDÍN
Puede que sin pensar en Adán y Eva, el Santo Padre acaba de decirnos que el mundo occidental ha perdido la brújula y no encuentra el sentido de sus vidas. Como nuestros primeros padres se volvieron locos en el jardín, así nosotros hemos perdido el rastro del perfume de Dios... y se nos están marchitando las rosas en la mano.
La memoria del Bautismo de Jesús, sin embargo, nos ofrece hoy un agua fría capaz de despertarnos de este sopor que nos lleva a la decadencia. A perder el entusiasmo para los mejores atrevimientos. El Bautismo de Jesús, el de cada uno, nos alcanza una identidad de tareas comunes que nos faltan llevar a cabo como familia creyente.
Una frase nos bastaría escuchar para sentirnos vivos y consecuentes: Tú eres mi hijo, el amado... con esta larga palabra oída con el corazón, la tristeza de estar acabando o de haber hecho lo suficiente, que tantas veces se apodera de nosotros, saltaría de su silla de ruedas para abordar el emprendimiento que nos pide Isaías y que Cristo realiza: promover el derecho en los pueblos. El derecho a la vida y el derecho a la dignidad que toda vida merece.
El agua fría del bautismo hará que despierte hoy en nosotros la responsabilidad activa de promover en el mundo el derecho a que toda vida alcance su luz y su destino. A impedir que nadie impida que los aún no nacidos se sustenten en el gozo de Dios. Y a facilitar, desde la preocupación y el empeño, que todos tengan jardines donde volverse locos, con la otra locura de saberse amados.
De nuestra decisión depende que las brújulas no sigan escondidas.
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