16 marzo, 2013

DOMINGO V de CUARESMA. Filipenses 3, 8-14 ; Juan 8, 1-11

Ntra. Sra. Desatanudos


YO SIGO CORRIENDO


Sufrimos la enorme distancia que hay entre lo que somos y lo que deseamos ser. El tiempo ha ido quemando las madejas de los buenos propósitos y apenas si nos queda un ramo de algodón sembrado para siguientes cosechas: inevitablemente, el equipaje de   la propia memoria anuda en buena parte la esperanza y sofoca con frecuencia la libertad.

Nuestro reciente papa Francisco, de tan cercanas maneras, hizo pintar para una iglesia de Buenos Aires la imagen de una devoción mariana que representa a la Virgen desatando los nudos de un cordón que le ofrece un ángel; otro, va recogiendo la cinta con los nudos deshechos. Los nudos pueden ser también barrotes de cárcel, impedimento de caminos… Tres propuestas brindo hoy en este quinto domingo de cuaresma:

-A pesar de todo yo sigo corriendo, nos viene a decir san Pablo en su carta a los filipenses. El Señor endereza los huesos quebrantados para superar las limitaciones y llegar a la meta de su mano y con su fuerza: Según se crea en el provecho de los horizontes se aligeran las piernas para alcanzarlo cuanto antes.

-Sobre la adúltera del evangelio hemos tirado todos las piedras del desprecio o de la indiferencia, acaso para sortear las que tiran sobre nosotros los mismos que han de esquivar las suyas… Una piedra grande es el pecado que llevamos todos en el bolsillo procurando que no se note demasiado. Dios, que ha hecho nacer de las piedras hijos de Abraham, sabe cómo hacer arena con las nuestras y escribir más tarde en ella palabras de misericordia.

-Por último, una mano delicada y fuerte, la de la Virgen Santísima, desatará en nosotros los nudos de la tristeza, de la soledad, de las enfermedades, del paro, de los desencantos que se han quedado a vivir en la memoria, como pájaros sin rama, como llanto de niños sin pañuelo. 

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