YO SIGO CORRIENDO
Sufrimos la enorme distancia que
hay entre lo que somos y lo que deseamos ser. El tiempo ha ido quemando las
madejas de los buenos propósitos y apenas si nos queda un ramo de algodón
sembrado para siguientes cosechas: inevitablemente, el equipaje de la propia memoria anuda en buena
parte la esperanza y sofoca con frecuencia la libertad.
Nuestro reciente papa Francisco, de tan
cercanas maneras, hizo pintar para una iglesia de Buenos Aires la imagen de una
devoción mariana que representa a la Virgen desatando los nudos de un cordón
que le ofrece un ángel; otro, va recogiendo la cinta con los nudos deshechos.
Los nudos pueden ser también barrotes de cárcel, impedimento de caminos… Tres propuestas brindo hoy en este quinto domingo de
cuaresma:
-A pesar de todo yo sigo
corriendo, nos viene a decir san Pablo en su carta a los filipenses. El Señor
endereza los huesos quebrantados para superar las limitaciones y llegar a la meta de su mano y con
su fuerza: Según se crea en el provecho de los horizontes se aligeran las piernas para
alcanzarlo cuanto antes.
-Sobre la adúltera del evangelio
hemos tirado todos las piedras del desprecio o de la indiferencia, acaso para
sortear las que tiran sobre nosotros los mismos que han de esquivar las suyas…
Una piedra grande es el pecado que llevamos todos en el bolsillo procurando que
no se note demasiado. Dios, que ha hecho nacer de las piedras hijos de Abraham,
sabe cómo hacer arena con las nuestras y escribir más tarde en ella palabras de misericordia.
-Por último, una mano delicada y
fuerte, la de la Virgen Santísima, desatará en nosotros los nudos de la
tristeza, de la soledad, de las enfermedades, del paro, de los desencantos que
se han quedado a vivir en la memoria, como pájaros sin rama, como llanto de
niños sin pañuelo.
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