09 marzo, 2013

DOMINGO IV de CUARESMA. Josué 5,9ss ; Lucas 15, 1ss

VIVIR SIN PADRE



En la vida del hombre llega un momento en que nos sentimos libres, sin ataduras, sin dependencias, pero con el peligro de  caer en la tentación de prescindir de aquellos que nos sostuvieron hasta el instante en el que “su” maná dejó de ser necesario. Extraordinario es el relato del libro de Josué recordándonos que el pueblo de Israel dependía de Dios para alimentarse, pero cuando llegaron a la tierra prometida, con leche y  miel en abundancia, creyeron que ya podían vivir sin Dios y, alejándose de Él, perdidos, no supieron después reconocerse.

Algo parecido le sucede al hijo pródigo. Seguro que echó sus cuentas con los frutos de la herencia y entendió que, con tantos dineros, podría vivir a su manera, sin el padre.  Pero ignoraba la existencia de otras cuentas que no salen sin la presencia y la figura de aquel que, no sólo supo darle la herencia, sino que había puesto en ella lo que no tiene precio: su amor de padre. Y como esto no quiso calcularlo, le vino la ruina entre bellotas y cerdos; la desolación le vino porque también se le estaban secando las entrañas de hijo. Y esto, sólo esto, le hizo regresar con el arrepentimiento aprendido.

…Nuestro mundo está lleno de cosas, de las herencias que nos acerca el progreso, de certezas que duran un verano. Sin embargo hay bocas en el hombre que no pueden taparse con dineros, ansias que no resuelven las casas de seguros y que sólo colman la ternura de un Padre Dios, rico en misericordia, con la palabra del perdón permanente en sus labios... El ser humano busca, en sus tiempos de razonada soledad, una respuesta para el día después del día de mañana. El ser humano, sin la trascendencia de su vida, sólo le quedan nostalgias y bellotas. Dios aguarda.

No hay comentarios: