06 abril, 2013

DOMINGO II de PASCUA. Hechos 5,12-16 ; Apocalipsis 1, 9-11ss ; Juan 20, 19-31


OSCURA COMO NOCHE


El indispensable andamiaje entre las relaciones humanas es confiar en aquel con quien se ha decidido convivir. No se puede construir una casa sabiendo que los materiales aguantarán poco. Como tampoco puede ampararse una vida en alguien que no es claro y limpio y cuya existencia no ofrece argumentos que  permitan indispensables descansos.

Vivir es ofrecerse en medio de la lucha. Y, como Diógenes con su lámpara buscando hombres honestos, buscar también las mejores compañías. El que quiera abismarse en la soledad más honda sólo ha de hacer una cosa: desconfiar de todos.

YO CREO EN JESUCRISTO como Hijo de Dios porque Él siempre abrió sus manos para abrazar, nunca para pedir. Por su amor indiscutible, abierto, enloquecido, desorganizado. Amor lleno de sorpresa y fuegos, iluminando suficientemente el precipicio de la duda. San Juan de la Cruz enseña que la fe son los pies con que el alma va a Dios en oscuro recorrido, pero con la garantía de una luz, como cabeza de alfiler, en la boca de la noche.

YO CREO EN  JESUCRISTO para no sentirme como santo Tomás, sólo razón y cálculo, después de haber visto tantas veces la presencia del Maestro,  cómo se llenaba con Él la barca de peces, y el mar desde su mano se amansaba. Con qué exageración entrañable perdonaba los pecados y los olvidos. Cómo llenó de luz el Tabor y las tristezas de sus hermanos. Y la obediencia con que fue a la Cruz sólo pudo venir de un corazón inmenso.

YO CREO EN JESUCRISTO porque nadie como Él me garantiza el asombro, el cumplimiento de los sueños, los instrumentos de la transformación, la energía en los desánimos. Y porque ninguna poesía me acompaña tan lúcidamente como la suya.

Cierto que no puedo asegurar adonde conducen los otros caminos, pero sí estoy convencido, por un no sé qué en el alma,  que los suyos me llevan a la vida.

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