OPINIONES
JESÚS se expone al vértigo de saber qué opinan los
demás de su persona. Unos juicios, como observamos en san Mateo, nacen de
dentro y otros vienen de fuera. Todo un símbolo para que pueda apreciarse cuál
de esos criterios se acerca más a la verdad.
La gente opina que Jesús es el que les conviene a
ellos que sea. Juan Bautista, dicen unos, porque así podían culpar a Herodes de
haber matado a un hombre bueno. Otros, con buen conocimiento de la Escritura, dijeron
que se trataba de Elías, porque en él y en la viuda de Sarepta se unifica la
abundancia de un aceite y un pan que se no se acaban. O Jeremías, para otros,
recordando quizá la pregunta de Dios al profeta: -¿Qué ves, Jeremías’. –Veo una
rama de almendro… Rama de almendro era Jesús donde se habría de posar el
anuncio de una vida nueva, de una primavera incalculable.
Tenemos la responsabilidad de anunciar a Jesús como
el Hijo de Dios que fundó su Iglesia para que promoviera la justicia, ayudara a
acabar con la miseria y propusiese una rama de almendro donde la flor de la
esperanza avanzara en su imparable
destino de blancura.
PEDRO, sin embargo, no opina de Jesús lo que la
gente, sino lo que el Espíritu acunó en su corazón y floreció a su tiempo en la
palabra: -Tú eres el Hijo de Dios.
Y esa verdad no se la dijo nadie, sino la voz en el
alma del que sabe, el susurro de la verdad que se comunica en la oración.
Jesucristo no es el que cada uno moldea en su
ignorancia o en su necesidad, sino EL QUE ES, y ese conocimiento inabarcable se
baña, mientras aquí vivimos, en el mar del misterio.
Pedro sólo eso sabía, pero fue suficiente para que
Jesús le mandara gobernar su Iglesia, la misma que en el tiempo iba a ser
zarandeada por los que únicamente ven lo de fuera y por los demás, que en su
corazón queremos ser testigos de la Candela del Amor que inunda de dulce fuego
las almas, el mar, las fatigas y los sueños.
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