AJUSTE DE VIDA.
AJUSTE DE CUENTAS
San Pablo advertía y sigue firme en la advertencia:
“No os ajustéis a este mundo”. Y el Señor, desde san Mateo, se lo recrimina con
dolor a Pedro: “Tú piensas como los hombres, no como Dios”.
Los valores de la religión ofrecen, además de una
gratificación espiritual inexplicable (“Me sedujiste, Señor y me dejé
seducir”), una organización mental que endereza los caminos de la vida.
Aristóteles se quejaba de que gran parte de la filosofía de Anaximandro era la
escenificación del caos. Y ese caos, de aparente organización, es el que desea
hoy en nuestra sociedad que la religión se ajuste a él, en lugar de ser el caos
el que se corrija con ella. Así, parte de los cristianos, echa en cara a la
Iglesia que no se adapte a los tiempos, es decir, que sea ella la única que se
quede sin escenificar el caos, como exhibe una buena parcela del mundo, que ha
puesto del revés el significado de la libertad y creando derechos por los que
el viento del amor no pasa.
Valgan estas reflexiones, naturalmente, para los
que nos sentimos cristianos; los demás, que enciendan cada uno su vela y
acomoden su luz a la circunstancia de la sombra.
AJUSTE DE CUENTAS
Una cosa en la vida es lo que razonablemente se
desea y otra la que estamos en condiciones de cumplir. A todos, las vivencias
nos marcan, el mundo sin querer nos contamina y vamos, como en un hablar de
niños, tartamudeando la fe. Fray Juan de la Cruz, en su anchura de santo, se
hace cargo de nuestra debilidad y alguna leña quita al fuego: “En las cosas de
Dios, andar como pudierais”. Y podemos, en gran medida, según queremos y
queremos, según disposición, si ajustamos con firmeza la determinación de los
cambios.
Una cosa es predicar y otra dar trigo, señala el
refrán, pero hemos de reconocer que apenas si vemos espigas en los campos y que
de nosotros depende ajustar la vida a la verdad para que no sigamos mendigando
placeres en las esquinas de la noche, sino que nos atrevamos a pensar como
Dios, por muy empinados que sean sus pensamientos.
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