SÍ PERO NO
NO PERO SÍ
-Un hombre tenía dos hijos. Uno dijo al padre que
iría a la viña y no fue. El otro le dijo que no iría y puede que le amaneciera
cortando los racimos.
-Un padre tenía dos hijos. El más pequeño le pidió
la parte de su herencia y se fue a gastársela a una vida sin disciplina: luego
volvió. El hijo mayor no se apartó de la casa, pero nunca estuvo del todo
dentro de ella, dentro del amor que el padre les tenía.
-Un señor. O muchos, dijeron en entrevistas que
jamás tuvieron dinero en paraísos fiscales. Pero al tiempo no les quedó más
remedio que justificar su distracción
recordando que se trataba de una herencia que no regularizaron por olvido.
-Un señor. O muchos, dijeron no a la ley del aborto
y nos sentimos refrendados en una disposición que salvaría la vida de los
inocentes, que suprimiría el derecho de disponer de lo que no está a disposición. Pero luego
las encuestas aconsejaron que a lo mejor, que se trataría, que podría buscarse
un consenso… que no pero sí.
Los evangelios del Señor no hacen más que reflejar
las contradicciones de los seres humanos. Cambiamos de opinión y de actitud
según influencias, intereses, camuflajes y rodeos que nos va presentando la
vida… y las uvas, mientras, esperando el aguacero de una decisión digna y
justa, sobre la que no caigan granizos a destiempo ni manos que dejen para más
delante la vendimia, cuando estén las uvas caídas en la tierra y los pájaros
cansados de picarlas.
La importancia del ir o del no ir está, además de
en la decisión que retrata a la persona, en las consecuencias –graves o leves,
según la cosa— que acarrea el ir o el no haber ido. No es lo mismo quedarse
este año sin cosecha que quedarse sin vino para siempre.
…Seguimos apedreando la luz. Y la luz apedreada
hiere el corazón con sus cristales.
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