20 marzo, 2011

DOMINGO II de CUARESMA. Génesis 12, 1-4 ; Mateo 17, 1-9

LA LUZ, A DURAS PENAS

Aún se escucha en tertulias familiares o precisando ironías: Ese tiene pocas luces... como una forma de decir que tal persona va a tener serias dificultades para encajar su vida con la vida.


Por eso, especialmente en este segundo domingo de cuaresma y, tratando de ser objetivos en el análisis de lo que se ve, pedimos luces para todos. A oscuras y temblando parece que estaban los apóstoles después de haberle oído al Maestro referirles cuánto había de padecer. Ellos, que solían discutir por el camino qué puesto de importancia les iba a corresponder en el nuevo orden de cosas que anunciaba Jesús... En el Tabor les abre las puertas del cielo para que se desplome sobre ellos toda la luz y entiendan, sin entender, que, aunque regalo, la luz de Dios se conquista cuando se sale de sí mismo, como Abraham, buscando la novedad de la promesa. La luz, como desembocadura de la fe que duele, al quedarse uno por amor a Dios a la intemperie.


Luz pedimos en esta cuaresma para afinar nuestros comportamientos desde la voluntad del Señor. Luz para que nuestras familias ensayen con los hijos la educación del esfuerzo. Luz para nuestra sociedad que, a oscuras, ha decidido una guerra después de haber dejado pasar por negligencia otras soluciones menos dolorosas. Luz para que en nuestras parroquias se escuchen los silencios de la oración. Luz para los obispos de Cataluña, que les cuesta acompañar a Abraham por los sitios del Amor y la aventura y creen, al parecer, que en Tarraco han encontrado por fin la Tierra Prometida.

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