01 abril, 2006

DOMINGO QUINTO DE CUARESMA (B) Juan 12, 20-30



LA HORA DESEADA

En más de una ocasión a Santa Teresa le arreciaban las ganas de Dios y clamaba porque llegase "la hora deseada" del encuentro. Ahora, en el quinto domingo de cuaresma, son claves las palabras de Jesús para que los discípulos se vayan haciendo a la idea de su muerte y de su despedida: "Ha llegado la hora"...La hora de la sangre. Porque todo amor, para que redima del todo, necesita morir. Para ser el otro, para adentrarse en el otro, es preciso que el amor se funda en la vida del otro, desviviéndose, derramándose.

Pero la sangre no es la desolación. La cruz no es la desolación, sino el lugar donde el amor se revela desmesuradamente, la fuente donde brota la confianza de que son firmes y verdaderas las promesas. "Te quiero", y luego la sangre compensada por el fruto que de ella ha nacido. "Te quiero", y en seguida, como en campo de amapolas, la cosecha al ver que ha merecido la pena. Ningún dolor duele del todo cuando aprovecha. Cristo, en la Cruz, necesitó tener ese consuelo porque, de lo contrario, hubiera sido tan grande el sufrimiento, tan ancho el nudo, que el ahogo no le hubiese permitido el deseado descanso de morir.

TURBADA EL ALMA

Tener turbada el alma es lo mismo que decir estoy temblando. Y se tiembla de frío, de haberse equivocado, de pecar se tiembla, de enfermedades, de malas noticias, de incertidumbres, de miedos, de tener enfrente la hermosura. Se tiembla, como hoja al aire, por la cortesía de una presencia. Se tiembla de vivir. El corazón del ser humano necesita una mano continua que apacigue los temblores, sobre todo, cuando el río del tiempo te anuncia que ha llegado la hora de la muerte. Y en el caso de Cristo, qué clase de muerte.

He sostenido siempre que hay soledades que no pueden acompañarse. Y esta de saber que está cercano el momento de morir, es una de ellas, la más sola, y precisamente por eso, la que más hace temblar, la más turbadora.

Escribe el poeta Muñoz Rojas que poco a poco todo lo vamos perdiendo: las gafas, las llaves, la memoria... que un montón de objetos perdidos es la vida. Hasta que se pierde también la vida. Yo creo que es entonces, sólo entonces, cuando se recuperan todos los objetos perdidos. Cristo, por eso, ha preferido ir perdiéndolo todo, como la mejor --acaso la única-- manera de encontrarnos.

25 marzo, 2006

DOMINGO CUARTO DE CUARESMA (B) Juan 3,14-21



DIOS AMA A SU MANERA

De tanto quererlos, de tanto por eso confundirlos, no sé bien si fue Juan de la Cruz o santa Teresa quien dijo claramente: "Cada uno ama según su condición... así, Dios ama a la manera de Dios". Tanto amó Dios al mundo, que le entregó lo que más quería: a su Hijo.

Las formas de querer revelan la condición de las personas. El que ama sin pedir a cambio demuestra que cree en la semilla sembrada. El que ama mirando las manecillas del reloj está dando a entender que no cree en la eternidad. El que ama sin perderse en los ojos del otro aún no conoce los naufragios.El que ama como Dios, se esconde en el desierto y aguarda la ternura de la palmera que casi siempre es espejismo, pero basta y se contenta con el espectáculo de la luna en la noche sobre la arena... Yo sigo buscando el amor en la sangre de las madrugadas para llenarme de rojo cuando amanezca.

Cada uno ama según su condición. Si mejoramos la condición, será mucho más largo el amor que el olvido.

LA LUZ EN CARNE VIVA

La luz, como un novio, se va despojando de las telas hasta quedar en carne viva. Así Dios. En los profetas, Dios era en fuegos lejanos, una estrella perdida señalando destinos. Fue una palabra ardiendo en la zarza lo que vio Moisés sin ver de Dios la cara. Juan el Bautista propuso conversión en el Jordán y paciencia para ver al que vendría con Espíritu Santo y fuego. Con Jesús, Dios quema todas las telas que ocultan su rostro. Él es la luz que enseña la claridad de Dios y el clarooscuro del hombre.

Sin luz, no sabemos caminar ni responder quiénes somos ni distinguir las noches de las mañanas ni saber qué puede haber detrás de unos ojos que nos miran. Sólo con luz, y desde ella, recobramos el punto de la herida y su curación posible. La luz nos mira con su ojo grande de cristal macizo para que, viéndonos, poseamos del todo la esperanza.

Octavio Paz dejó escrito que sólo el deseo es real. Corrigiendo al maestro, creo que sólo lo real es la luz, porque ella estrena la vida, redondea las formas, se asoma a los abismos, avisa cuánto cortan los filos, enciende la mañana. Gracias a la luz podemos saber qué ternura o veneno se esconde detrás de una mirada. Jesús es la luz y, como ella, no necesita ser comprendido ni explicado. Del mismo modo que la luz es evidencia ella sola, Jesucristo es el aire que abriga.

Si no entendemos otra cosa que aquella que pueda demostrarse, le doy otra vez la razón a Walt Whitman: "Nunca más hablaré de amor o de muerte a los que viven bajo techo"

18 marzo, 2006

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA Y SAN JOSÉ. Juan 2, 13-25



LA MISERICORDIA Y EL LÁTIGO

Si hubiésemos podido ver el rostro de Cristo con el látigo en la mano echando a los mercaderes del templo, descubriríamos que no había ira en su actitud. Escribe el poeta Gamoneda que hay pájaros que vuelan entre la ira y la luz, y así me figuro yo a Cristo en este pasaje evangélico: contrariado sin disimulo como única forma, a veces, de enseñar. Sus manos habrían de ser pájaros volando entre el agravio de la profanación y la necesidad de un cambio en las relaciones con Dios.

El evangelista lo deja dicho con exquisita claridad: no se trata del templo físico, sino del otro templo vivo que es el ser humano, al que se cambia y se vende, se menosprecia o se esclaviza, se atropella o se olvida. Contra este templo a cuyas puertas el hombre es cosa, comercio y abandono, se rebela Jesús haciéndole nudos a las cuerdas de su amor.

Y de paso, nos recuerda a nosotros que en cada Eucaristía, en cada acción litúrgica viva en nuestros templos, el hombre es el hermano, y no el extraño, con quien hemos de compartir, desde la fe y en igualdad de condiciones, los frutos de la vida.

SAN JOSÉ, EL EDUCADOR

Hoy coincide este tercer domingo de cuaresma con la entrañable fiesta de San José, esposo de María, padre humano y callado de Jesús.

Sobre él no sólo cayó el peso del silencio por el ajeno vientre de su Esposa, sino la tarea, la complicada tarea de enseñarle a vivir al que es la Vida. Maestro de su verdadero Maestro, padre de su Dios; obediente a un amor que sujetó en la carne la decisión divina, a San José se le pide el cumplimiento de educar a su Hijo... Y así de bien educado sale el Niño.

Estamos asistiendo en nuestra sociedad a una desmesura en un considerable porcentaje de la juventud. Entre el 13 y el 20 por ciento de nuestros jóvenes se emborracha los fines de semana en los ya conocidos "botellones", donde no es ajena la droga ni los numerosos accidentes de tráfico. Indudablemente nos estamos equivocando en el modo de ser padres, en las formas de educar como padres. Como se están equivocando las leyes de enseñanza aplicando criterios que más obedecen a consignas electorales que a razonamientos pedagógicos. Es alarmante en nuestro tiempo la descarada mala educación que no se frena ante el insulto gratuito, la prepotencia, la suciedad o el ruido que tanto daño hacen a los pasivos ciudadanos, impotentes ante semejante indisciplina y dolidos por el incierto futuro de los que así se comportan.

Ah, San José, enséñanos a educar.

11 marzo, 2006

DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA (B) Salmo 115. Marcos 9,1-9



EN PRESENCIA DEL SEÑOR

El salmo que enlaza las lecturas de este segundo domingo de cuaresma nos seca las lágrimas de los ojos. "Caminaré en presencia del Señor" es el propósito que hace el alma después de sentir iluminada su vida con la luz que le ha venido. Todo se transforma en la presencia del Señor: la lluvia en agua bienhechora, la ayuda a los demás en caridad gozosa, la rutina de los trabajos en la novedad de una sorpresa... Y el ser humano, sobre todo nosotros, vemos cómo en la presencia del Señor hasta el rostro se nos cambia, el gesto se dulcifica, la palabra se deshace en cánticos. "En su presencia". Es de nuevo Juan de la Cruz quien la reclama: "Descubre tu presencia y máteme tu vista y hermosura. Mira que la dolencia de amor, que no se cura, sino con la presencia y la figura".

LA BELLEZA DE DIOS

Hace tan sólo una semana, la fotografía que ilustra esta reflexión fue tomada en el Monte Tabor, donde justamente Jesucristo se quitó el antifaz de la carne para que apareciese radiante el arcoiris de su divinidad. La blancura debió ser tan intensa que los discípulos no podían soportar la inmensa herida de aquella claridad. "Qué bien se está aquí... Hagamos tres tiendas".

Como nunca, yo cerré aquella mañana los ojos para que los párpados se defendieran mejor si acaso también Jesús allí otra vez resplandecía. Cuando los abrí, me encontré este limonero al pie de la basílica, lleno de macizos frutos amarillos nacidos de las ramas grises. Y pensé que así ocurre con nosotros cuando Dios nos habita: nada tiene que ver el fruto con la rama, todo depende de la savia, todo depende de la sangre. En el Tabor vi este limonero y dos pavos reales en la vidriera del templo, significando el armónico despliegue de la belleza. Pero en el Tabor, también, cada uno reconoce su tierra y su rama, su muerte de grano y su esperanza. En el Tabor se despedaza, se hace mil frutos la hermosura de Dios resucitada.

25 febrero, 2006

DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA (B) Marcos 1,12-15



VIVIR ENTRE LAS FIERAS

Acabo de leer en Luis Alberto de Cuenca:

"No venimos del mono. Lo siento señor Darwin. / somos lobos sin pelo que andamos por el mundo / en posición erguida, pero con esos ojos / crueles e inyectados en sangre y esas fauces / repletas de cuchillos con que los lobos viajan /... La bestia que se agita en las oscuridades / de nuestro yo termina por imponerse al ángel / que fuimos no sé cuando (o no lo fuimos nunca), / y aunque nos disfracemos de tiernos corderitos / o de dulces abuelas por puro pasatiempo / somos, allá en el fondo, lobos depredadores / que aúllan a la luna en la terrible noche / de la razón, allí donde habitan los monstruos / y tienen su refugio las negras pesadillas".

La fiera más terribles son el hambre y el hombre. En la primera se apilan una montaña de injusticias asomadas al descaro de los egoísmos: a tantos hermanos nuestros no les tienta el hambre, los mata el hambre. Y la otra fiera, el hombre mismo, que le cuesta asomarse a la llanura donde por fin se ha de cumplir la promesa de que habitarán juntos el león con el cordero, y el niño meterá su mano en la boca de la serpiente. Al haber vivido Jesús un tiempo entre las fieras, no me cabe duda que al desierto se llevó la esperanza de amansarnos.

ARREPENTÍOS Y CREED EN EL EVANGELIO

Los buenos propósitos nacen, con frecuencia, de una buena palabra leída o escuchada que toca el corazón. Los santos evangelios están llenos de manos tocadoras que nos despiertan de la rutina, de la decepción o de la impotencia.

En más de una ocasión he oído decir a algún amigo que si volviera a nacer haría las mismas cosas o, también, que no tiene nada de qué arrepentirse. Personalmente yo no estoy de acuerdo: si volviera a nacer ( que puedo hacerlo por fe cada mañana) dejaría atrás los tiempos rotos, la indisciplina de la voluntad, el miedo a la aguja de los relojes, el excesivo apego a la hermosura... Y empezaría a leer, y a cumplir, una página diaria del evangelio, en cuyos pliegues el Señor habla y estremece.

Convertirse es mirar a Jesús ("No os pido más que le miréis") y sujetar el ánimo en la esperanza de la maravilla, viviendo un presente convencido de que vivir con Él una experiencia compensa inmensamente el esfuerzo de salir a buscarlo: "Venid y lo veréis". Nadie como Jesús atraviesa de ese modo el pecho. Nadie como Él satisface las alas del deseo. Nadie. Venid y lo veréis.

24 febrero, 2006

DOMINGO OCTAVO DEL TIEMPO ORDINARIO (B) Oseas 2,14-18 Marcos 2,18-22


LA LLEVARÉ AL DESIERTO...

...Y allí le hablaré al corazón... En la liturgia de hoy todos son amores desbordados que Dios ofrece al alma. Con razón decía San Juan de la Cruz que Dios tiene más vocación de hombre que el hombre vocación de Dios.

El desierto, todavía sin palmeras, es el sitio ideal para mirarse a solas de frente. En el desierto está el alma esperando los manantiales de la presencia mientras Dios se refleja mil veces en los cristalillos de la arena y mil veces repite al alma "amor-amor" sin más ruidos.

...Y allí le hablaré a su corazón deseando que se junten las arenas ardientes con mis palabras de fuego --podía haber dicho el Señor. Entonces, ya no harían falta más espejos que el agua de los labios.

Dios es así cuando el alma se deja.

El desierto significa no encontrar sitio donde distraer la mirada. Ningún lugar donde echar mano al refrigerio. En el desierto el sol estalla quemando recuerdos, desnudando corazón y memorias. Nada y nadie hay en el desierto para que cumpla con su labranza la palabra.


EL ESPOSO Y EL AYUNO

son incompatibles porque el amor y los abrazos no le dejan sitio al sufrimiento. El ayuno es un dolor, una ausencia que sólo tiene sentido si prepara los encuentros. Con el Esposo y sus labios al oído qué otras músicas pueden escucharse, qué sinsabor podría tenerse en cuenta. El cielo será eso: no acabarse el delirio, no verle el fin al ansia, que cada día nace y se cumple a sí misma en una novedad de zarza ardiente sin quemarse.

18 febrero, 2006

DOMINGO SÉPTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO (B) Marcos 2,1-12



LA FE DE ELLOS

Lo más doloroso de la vida tiene que ser el olvido. Y más grande aún debe ser el daño cuando, además, se siente uno enfermo. No es el caso de este paralítico que, ante la impotencia de entrar adonde estaba Jesús, sus amigos rompen las tejas y se cuelan por el agujero de la esperanza. Viendo Jesús LA FE DE ELLOS cura al paralítico que echa a andar con la soltura, que salta para comprobar el milagro.

Si no llega a ser por los amigos que le llevan hasta el Maestro, este paralítico hubiera seguido dependiendo de los demás, reclinado en su camilla de ver cómo el mundo pasaba delante de sus ojos sin poder seguirlo. Los amigos creen en el milagro y consiguen para él que se desaten los músculos de la postración...

Pidamos por los amigos, especialmene por aquellos que están paralíticos en la camilla de sus ideas, que no han aprendido a correr por los caminos sin fronteras del amor, que no han distinguido el rostro de Jesús entre las nieblas de su abandono. Y Él, viendo nuestra fe, hará que ellos recobren la suya y caminen alegres con nosotros.

POTESTAD DE PERDONAR LOS PECADOS

Escribe Valente que el pecado llega como de negra nieve. Es difícil saber en las entrañas del alma qué sucede para que se desenfrenen los deseos, se vuelva oscura la inteligencia y queden sueltas las riendas de la voluntad. Somos muchos en uno solo y el ángel caído aprovecha la debilidad del más débil para que se distraigan los demás que somos y terminemos todos con él mirando al pozo en vez de mirar al Sol que viene de lo alto. Cada uno de nosotros somos muchos, cada uno con su hambre y su boca abierta reclamando un trozo de satisfacción que no entiende de estrellas. El pecado es justo la decisión de haber soltado las manos de las riendas.

Jesús, Dios vivo, tiene la potestad para llevar otra vez nuestras manos a su sitio y que, además, parezca que nunca se habían soltado. Porque el perdón de Dios quita de raíz la memoria del mal y estrenamos amor después de confesarnos.

11 febrero, 2006

DOMINGO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B) Marcos 1,40-45



MEJOR SI TIENES ALAS

Como se puede apreciar en la fotografía, es preferible tener dos alas antes que cien pies. Lo mucho, no siempre es más provechoso que lo poco, sobre todo cuando ese poco es indispensable para el vuelo.

El evangelio de hoy nos presenta a un leproso que vive la misma soledad de todos aquellos que son diferentes. Y a los diferentes que me refiero no son los poétas, los músicos...sino a los diferentes desvalidos: enfermos, ancianos, pobres, presos, emigrantes, los que viven en países de miseria por la abundancia de quienes los gobiernan... Esos diferentes no tendrán los muchos pies que llevan a la riqueza o al consumo, a la satisfacción del bienestar, pero tienen dos alas que les permiten ver a Dios desde otra altura. El leproso de hoy no habrá tenido el consuelo de las gentes y las cosas, pero sí descubre el amor de Jesús que se detiene ante su carne caída, le cura el resentimiento y pone en su boca alabanza y generosidad.

En la vida se acierta si estamos en condiciones de "descubrir" el amor de Jesús cuando pasa. Sólo entonces se dejarán los pies y se usarán las alas.

MANOS UNIDAS

Aunque, como dice María Zambrano, la vida se arrastra desde el comienzo, estoy convencido de que, por más que nuestras historias sean serpientes condenadas a arrastrarse, también estamos llamados a trepar por el árbol de la vida.

Manos Unidas es una oganización de la Iglesia católica, desplegada en setenta países y que, cada año, ayuda a salir de la miseria a más de veinte millones de personas con proyectos y planes que empujan su dignidad y su desarrollo. El agua embalsada para conseguir una doble cosecha, el tractor que ahorra tiempo y solanas, escuelas donde se enseña la igualdad de hombres y mujeres, hospitales para la multitud de leprosos, de cánceres, de muertes infantiles... La Iglesia de Jesucristo sigue pensando de verdad en el ser humano, con preferencia para los que el mundo olvida por no ser de provecho.

Se llega a santo cuando se ha conseguido la identidad superando las contradicciones. De ellas estamos llenos y de dineros que nos sobran haciendo falta a los que bien saben repartirlos. Manos Unidas es lo mismo que Manos abiertas. Seamos generosos, muy generosos.

04 febrero, 2006

DOMINGO QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO Marcos 1, 29-39



LA SUEGRA DE PEDRO

Es es único dato evangélico que nos permite saber la condición de casado del apóstol. Nunca leí el menor comentario sobre cómo debió ser la esposa del Cabeza de la Iglesia, tampoco se desliza en la escritura sagrada ningún rasgo de la mujer de quien fue roca y arena al mismo tiempo, decisión y llanto a la vez, y siempre firmeza apasionada. ¡Ah, Pedro!, hermoso y difícil destino el tuyo. Conociéndote, tu esposa debió tener las manos fuertes para coser las redes y el alma dispuesta al encuentro para cuando llegaras a la noche, cansado del agua y de la luna. Vocación debió tener, como tú, para estar horas y horas al acecho del embeleso y la palabra.

El caso es que Jesús cura a su suegra y ésta, sin fiebre y mejorada, se dispuso a servirles. Es preciso estar sano para servir, se necesita estar limpio para dar resplandores. Sin Dios, el bien es sólo filantropía; con Él, todo lo que pueda darse lleva la añadidura de la divinidad.

ORA PORQUE TODOS LE BUSCAN

Espera a que se haga de noche, a que todos duerman, para que sea más rica y sonora la vigilia. Tiene necesidad Jesús de estar a solas con el Padre, urgencia de destejer el misterio para ser entendido por los hombres. Pediría en la oración un enjambre de abejas que endulzaran en su boca las palabras. Era su tarea atravesar la coraza de tantos como esperaban a un Mesías con otras arrogancias.

Jesús necesita hablar con el Padre para recuperar en la noche su identidad divina y regresar a la mañana envuelto en amores y milagros. Debió darse cuenta de que todos le buscaban porque estaban solos de sí mismos, cautivos de enfermedades y demonios, llenos de sal y dudas. Buscaban a Jesús para evitar su naufragio sin descubrir que el Maestro sólo había venido a quererlos.

Todos te buscan, pero Jesús se esconde para orar en las sombras de la noche y regresar a los daños y a los miedos, a las diferentes pobrezas de los hombres con su mano más fuerte para curarlos y con la mano del Padre para que, además, se sintieran del todo perdonados. Iban a que les curara el cuerpo y se llevaban también curada el alma. Ah, quién nos iba a decir que podíamos soportar tanto cariño.

28 enero, 2006

DOMINGO CUARTO DEL TIEMPO ORDINARIO Marcos 1, 21-28




PREDICAR CON LA VIDA

El aire lleva la verdad en su primera boca, pero el aire tiene más bocas que necesitan para vivir la vida. La palabra tiene la belleza de la rama y la rama necesita para justificarse, como en este roble, la blanca hermosura de la hoja.

Aquellos letrados y cuantos escuchan a Jesús en la sinagoga se asombran, no de lo que dice, que eso mismo lo han oído decir mil veces, sino de cómo lo dice, cómo lleva en el gesto la convicción del que cumple. Decíamos el domingo pasado que esa era una de las razones por las que Santiago, Juan y Andrés dejaron todo para seguirle.

La autoridad sólo puede ser admirada y seguida cuando se vive la verdad y el amor antes de las palabras. Quizá nosotros, sacerdotes y pueblo cristiano, hayamos puesto los bueyes detrás del carro, y las gentes puede que nos reconozcan como predicadores vacíos, sofocados porque el mundo no desarrolla el ejemplo que debiéramos darle y en el que Jesús es el maestro.


EL DESALOJO DE LOS DAÑOS

Entre la multitud, un endemoniado reclama atención y preferencia ante la figura de aquel que habla con autoridad. Cuando no se tiene nada que ofrecer sólo se ofrecen los gritos, los insultos como una manera de intentar que cicatricen las grietas de la verdad. Poco a poco este demonio del evangelio desaparece al escuchar los pasos del que llega con la seriedad redentora en su persona: trae en su mano las frutas a tiempo del amor encendido. Ante la presencia de Jesucristo el demonio se deshace como la nieve ante el beso.

Nuestros demonios se han disfrazado, a veces de progresos que traen la sexualidad como una inocua manera de entenderse; a veces de disparatado consumismo enmarañado en mil necesidades; a veces de excesivas tareas que no dejan tiempo para la contemplación, no vaya a ser que en ese silencio descubramos a Cristo y se vayan al demonio los demonios.

Que llegue esta mañana Jesús a nuestra vida como el aire, en una multitud de gasas habitadas. Que su luz destroce en nuestros ojos ese laberinto de sombras que es el tiempo.

21 enero, 2006

DOMINGO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO. Marcos 1,14-20



JESUCRISTO DA LA CARA

Jesús no se esconde detrás de una máscara como los dioses paganos, se muestra como es. Hoy tiene la cara triste porque han arrestado a Juan, su precursor, su amigo. En otras ocasiones tendrá llanto en la cara por la ausencia de otro amigo. Cara pondrá de gozo al sentirse bañado por lágrimas de penitencia. El rostro de Dios en Jesucristo adopta las formas de la duda, del amor, de la alegría. Los vaivenes del corazón sostienen la hermosura de su rostro y humanizan la Verdad que trae con gestos espontáneos, con muecas que el alma aprende sola en la soledad de las noches.

Me entusiasma seguir a Jesús y adivinar lo que está diciendo por "cómo" lo está diciendo. El rostro es el mejor diccionario de palabras calladas: en él se esculpe el sufrimiento o el miedo, la pobreza o la segura abundacia, el amor perdido o el amor encontrado. Algunas mañanas en la oración he retenido sus "ojos deseados" que me sirven para escribir un nuevo evangelio de miradas, de óvalos, de intenciones que asoman a su rostro. Un rostro de Jesús al parecer dolido este domingo porque han metido en la cárcel --y con qué destino-- al que saltó de alegría en el vientre de su madre por la visita de la Virgen... y es que también se pueden ver las caras desde dentro.

PESCADORES DE HOMBRES

Seguramente puso Jesús cara de consuelo al descubrir que Simón y Andrés, y los que luego se sumarían, dejaron las redes y la vida por las nueva vida que se les abría en el rostro seguro de Jesús. Y se echaron al mar de los oleajes imprevistos y de las aguas frías, al mar de las tempestades y cansancios.

Hasta que les vino la luz y el fuego del Espíritu Santo, aquellos hombres estaban únicamente recogidos a la intemperie de una mirada.

Fueron valientes. Ellos, acostumbrados a la red, se arrojaron sin redes al abismo. Se fiaron y ya nunca nadie pudo quitarles su alegría... que la daba Jesús como el mundo no podía darla.

Da la impresión hoy de que nuestros mares ya sólo aguardan pescas milagrosas. Pescar hombres que han encontrado dulce sopor en estas aguas, es tarea complicada y cansina, sobre todo cuando nos amenece un día y otro con las redes vacías. Para pescar un joven dispuesto a compartir los sacramentos, hay que ponerle candiles a la noche... Sin embargo, es el mismo hoy el rostro convencido de Jesús, nuestras redes-ocupaciones siguen siendo las mismas, idénticas son las tormentas y las aguas... Las mismas deben ser nuestras ganas y nuestras esperanzas. El mensaje no puede ser mejorado. Ni el dulce rostro de Dios, tampoco.

14 enero, 2006

DOMINGO SEGUNDO TIEMPO ORDINARIO 1 Sam. 3,3b ; Juan 1,35-42


LAS VOCES Y LOS ECOS

En la noche, con la lámpara del Santuario encendida, Samuel escucha que una voz le llama. Cree que es la de Elí, a quien sirve, pero Elí no le ha llamado... Así una y otra vez hasta que, advertido, Samuel contesta: Aquí estoy (igual que la Virgen) para hacer tu voluntad.

Con sus poemas, don Antonio Machado, enseñaba a distinguir las voces de los ecos. Desde las voces, se nos llama por el nombre, se nos distingue dándonos un destino, al mismo tiempo que sentimos el amor en la palabra. En los ecos, sin embargo, vemos un mensaje común, una advertencia colectiva, nada que pueda cautivarnos, ningún aprecio por el que merezca la pena comenzar.

Las voces llegan susurrantes, como duendes de la noche. Las voces no se cansan de decir tu nombre con la sola intención de que escuchemos la misma palabra con distinto sonido. Samuel, Diego, María... y uno cree que esas son las palabras del sueño, hasta que te despiertan y comprobamos que la noche no habla, que ha de ser alguna garganta que reclama tu lengua para decirse. Dios nos despierta cuando más dormidos estamos para que podamos escuchar con Él la conversación de todas las estrellas.





VENID Y LO VERÉIS

Porque la Iglesia es eso: la suma de todas las conversaciones que tenemos a la noche con el Señor.

Cuando dos discípulos rezagados siguen al Maestro sin decirle aún lo que querían, Jesús los despierta con su pregunta: "Qué queréis". ¿Dónde vives, Señor?. Venid y lo veréis...

Porque Él no vive en ningún sitio concreto, Él vive en la Palabra. Jesús es voz que va de acá para allá, abriéndose paso con el sonido de su doctrina. En vano pueden buscarse explicaciones para definir a Aquel que es huella de viento sobre los labios y que deja sed, mucha más sed, cada vez que se posa.

¿Dónde vives?. Jesús vive en el deseo de una luz que está por encenderse dentro. Vive en la raíz y al mismo tiempo es rama, hoja y ojos para mirar a Cefas y decirle: "De ahora en adelante te vas a llamar Pedro", porque no se puede tener de antiguo ni siquiera el nombre, después de haberme conocido. "Venid y lo veréis" y, callando, gritaréis conmigo que no hay palabras para cantar el gozo de habernos descubierto.

06 enero, 2006

EL BAUTISMO DEL SEÑOR Marcos 1,6b-11

EL AGUA

Los signos se han encarnado en nuestra vida de tal manera que sin ellos se ha convertido en muda nuestra relación.

El agua significa, entre otras cosas, la vida, la libertad y la limpieza. Para Juan de la Cruz significa también la Eucaristía: "Que bien se yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche".

Cuando Jesús se hace hombre, quiere participar de todas las señales humanas trayendo Él la vida toda (Yo soy el camino, la verdad y la vida); sintiéndose libre, liberado y liberador, como fueron liberadoras las aguas del mar Rojo para que alcanzasen los hebreos la tierra prometida. Y también quiere Jesús mostrarse lavado, al ser por una parte hombre, hijo

Bautismo de Jesús. Peruggino

de su Historia y continuador, en lo visible, del barro de la carne. Aunque, al bautizarse Cristo es como si el agua se lavara a sí misma.

CUANDO LOS CIELOS SE ABREN

La Trinidad entera quiere hacer acto de presencia para acompañar a Cristo un su tarea redentora. El Padre y el Espíritu no van a suplir el trabajo de Cristo, compromiso de los Tres Juntos, van a acompañarlo.

Esa debiera ser la garantía de nuestra fe: saber que cada uno ha de recorrer su trayecto en este mundo sin ser "sustituídos", sino siendo acompañados, fortalecidos por un Dios que también nos llama amados para que tenga sentido nuestra misión.

Muchas de las depresiones que enturbian nuestras convivencias son fruto de no sentirse valorados, fortalecidos, amados en la misión que les ha correspondido. Sólo cuando el amor es un certeza en nuestra andadura tenemos voluntad y gozo en cantinuar lo emprendido. "Este es mi hijo, el Amado"... y Cristo sabe por eso que su cruz no será una soledad comprometida, sino una desembocadura acompañada.

EPIFANÍA DEL SEÑOR Mateo 2, 1-12


La tradicional y entrañable fiesta de los Reyes deja en nuestra alegría de cada año, al menos, tres lámparas encendidas que desembocan en tres consideraciones: Búsqueda, encuentro y regalo.


BÚSQUEDA

Los magos sufrían de oscuridad y, sin embargo, se asomaban cada noche a esa misma oscuridad aguardando no se sabe bien qué estrella.

Tenían conciencia y dolor de que les faltaba una luz y no dudaron en dejarlo todo para salir a buscarla: caminos desconocidos, fatigosos extravíos, cansancio y duermevelas... pero a ellos les faltaba Dios y no estaban dispuestos a quedarse en la noche.

..."Buscando mis amores iré por esos montes y riberas" va a escribir, dolido también de ausencia, fray Juan de la Cruz. Adónde te escondiste, Amor, Amado mío de la noche oscura.

Salgamos en busca de Jesús como si todo en nosotros fuera madrugada y tengamos fe en que aquello que dejemos será un carbón apagado si lo comparamos con el ascua de su estrella.


ENCUENTRO

Para encontrarse de lleno con Jesús hacen falta dos cosas: ansias y un adecuado traje de bodas.

Las ansias vienen solas después de atravesar el desierto sin palmeras de nuestro camino. Las ansias son las heridas de la luz antes de que amanezca, como ocurre en el cielo mientras nace la aurora.

El traje de bodas tiene cada mañana su pespunte y su dolor, porque las agujas y los hilos son las virtudes empeñadas en ajustarse al talle de la divinidad y en pugna con los deseos que prefieren un adormecimiento de vinos. Estaremos probándonos el traje toda esta vida hasta que el sabroso cansancio del amor se ciña a la figura que siempre deseamos.


REGALO

El mejor obsequio que hoy nos pueden dejar los Reyes sobre el lomo de nuestros zapatos, es el de una inteligencia suficiente que nos permita ser continuamente regalo para los demás. Cristo, viniendo, nos ha traído el regalo de la vida. Nosotros, llegando, también podemos regalar la compañía.

Y si me permitís, os aconsejo que regaléis a vuestros hijos, además de tantos artefactos, más horas de vuestro tiempo y más amor en vuestro matrimonio, de cuya existencia nadie duda, sólo dudamos alguna vez de las ganas para hacerlo visible.