21 abril, 2011

JUEVES SANTO . Juan 13,5

Olivo del Huerto de los Olivos

EL AMOR, LA TOALLA Y EL BESO


Era normal, también entonces, que alguien a punto de salir para un largo viaje, reuniese a sus amigos en una cena para dejarles dicho con más exactitud adonde iba, qué encargo les dejaba y qué criterio se había formado de las cosas. Nada extraño era que Jesús preparase su Cena con esmero, porque en ella habría de resumir sus enseñanzas antes de que el postre y la traición llegaran.


Contrariamente al secretismo que mantienen hoy los importantes cuando cenan, los evangelistas, especialmente San Juan, nos han dejado tres puntos en cuya comprensión han ocupado su tiempo los siglos: EL AMOR, LA TOALLA Y EL BESO:


El amor no es que sea una novedad inaugurada por Jesucristo. La novedad es el modo que tiene de enfrentarlo y de repartirlo. Hasta que Jesucristo llegó con su flamante locura, amar era una correspondencia entre amigos, entre gentes de la misma sangre. El Nazareno, sin embargo, propone un modo de amar envuelto en el paño de la misericordia... Pero como el amor no es una tumba solitaria, sino un aceite que unge los sitios por donde pasa, ha de mostrar la suavidad de sus señales, ha de aparecer con las mismas luces que una estrella. Por eso Jesús pide una toalla, una palangana con agua y, arremangándose la túnica, se agacha frente a cada uno de sus discípulos para lavarles los pies y, en ellos, lavar también los pasos que no se supieron dar en la dirección del amor.


El amor, por último, a veces suele llenarse de heridas con los besos: Uno de los que mojan conmigo en el plato me va a traicionar... Me quiero imaginar al traidor como ausente, abriendo y cerrando los ojos en un deseo de contar el brillo que iban a dejarle las treinta monedas después del beso.


Casi siempre, el que traiciona es a quien vemos mojar todos los días en el plato común de los afectos. Lo terrible de Judas no fue la traición en sí, sino la causa que le movió a cumplirla: la falta de capacidad para sentirse y gozarse como elegido, para agradecer las deferencias que con él había tenido el Maestro, la torpeza de no haber sabido valorar tanto amor bien gastado.


...Por un beso, yo no sé que te diera por un beso. Pues ya ves, admirado Bècquer, por un beso algunos se contentan con calderilla.


De todas maneras, jueves santo hoy, hoy día del amor fraterno, reclamo también para Judas la misericordia porque, por más traidor que haya sido, el beso que este amigo dio a Jesús, por amigo, tuvo que tener algo de beso.

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