21 abril, 2012

DOMINGO III de PASCUA. Hechos 3, 13-15ss ; Lucas 23, 35-48

San Pedro a la intemperie.Roma

PECAR POR IGNORANCIA

En la poética de Aristóteles, se le llamaba hamartía al pecado, al nefasto error, a la falta de pulso para acertar el dardo en la diana. Pecar era no atinar con la vida. Para los cristianos, el pecado es taparse la cara por no enfrentarse con la Luz.

San Pedro, refinada ya su palabra por la acción del Espíritu, comprende generosamente a los paisanos que crucificaron a Jesús, más por ignorancia que por maldad. Él ya había experimentado con creces el dolor de haberse equivocado negando al que era la Verdad.

Teniendo siempre como referencia los mandamientos para encuadrar los humanos desaciertos, podríamos decir que cada edad tiene su propio pecado y hay algunos pecados que no tienen edad. Al pecado le ocurre como a la música, que se comienza con las nanas de la cuna, se prosigue con las estridencias de adolescente y joven, se continúa con el tango, los boleros y la copla y se acaba con el Réquiem de Mozart.

Algunos de los jóvenes con los que he podido hablar, me han manifestado que su ausencia de los sacramentos está motivada por su falta de renuncia a los placeres de la carne, al beso interminable o a la mano extasiada. Cuando se casan, ya han perdido la costumbre de recibir la otra Carne de Dios en la Eucaristía y pasan un tiempo largo cansados de lo uno y hambrientos de lo otro.

En la madurez, los pecados más significativos son la envidia, la ambición, el no refinar continuamente la plata del amor y desembocar con frecuencia en una depresión, que no es otra cosa que darse cuenta de lo marchito de la vida sin una mano cerca que construya las eternidades.

En todas las edades, la injusticia, la falta de sensibilidad, el egoísmo... En todas las edades, escribe San Juan de la Cruz, el único dolor del hombre es no tener a Dios.






15 abril, 2012

Domingo II de Pascua. Hechos 4,32-35 ; Juan 20, 19-31

La duda de Sto Tomás. Caravaggio.
Repr. Cristian Stancu

ENCONTRAR EL MOTIVO

Es redonda la frase de San Lucas en el Libro de los Hechos: Nadie pasaba necesidad. Unos y otros contaban antes los afectos que los dineros y el amor ocupaba enteramente sus bolsillos: una manera loca de vivir ésta de ponerlo todo en común para que, los que legítimamente pasaban hambre, no tuvieran necesidad.

Santo Tomás desconfiaba de la inseguridad que supone quedarse a la intemperie sin motivo. Vivir dando y dándose es la forma más sencilla de descapitalizarse si Alguien no nos asegura que ha de terminar en ciento por uno lo entregado. Si no se encuentra un motivo para esta generosidad extrema, no hay argumentos que animen a proceder así. Y los motivos, como siempre, son o el amor o el interés, o un poco de cada uno. Si se ha conseguido amar a Jesucristo intensamente, la recompensa es la propia satisfacción de haber encontrado la Verdad. Si aún falta camino para llegar a eso, sólo el interés a medio plazo puede llevarnos a ese momentáneo dispendio.

A Santo Tomás tenían que certificárselo todo. Él no se fiaba más que de lo que veía. Por eso la felicidad le llegó mucho después que a sus compañeros, cuando por fin creyó que es imposible constatar a qué velocidad de vértigo navega el Corazón de Dios.

07 abril, 2012

PASCUA DE RESURRECCIÓN. Marcos 16, 1-8

Santa María de Ángeles y Mártires. Roma.
Bronce de la Resurrección

EL FUEGO, LA LUZ, EL AGUA

El porvenir de la memoria es el fuego. El de la sombra, la luz. El porvenir de la sed saca su lengua buscando el agua. Tres signos indispensables, hechiceros en la hermosísima liturgia de la Pascua.

La memoria de estos días en que se piensa, más que se vive, el sufrimiento de Cristo necesitamos quemarla con el fuego que se prende a la puerta de las iglesias. Quemar también algunas historias personales, esculpidas en el llanto de las equivocaciones. Ver cómo se convierten en ceniza las mentiras, las falta de caridad, los abandonos. Para todo eso, Cristo Resucitado enciende la candela de la Vida.

Nadie puede acostumbrarse eternamente a la sombra. De la noche se regresa, como de los abismos, preguntarles si no a San Juan de la Cruz, que le han nacido soles en las palabras. LA LUZ que se multiplica en la vigilia de la Pascua, que se abre paso entre los bancos de las iglesias, entre las blusas abrochadas de los creyentes buscando la hondura de los pechos, es Jesucristo deshecho en el resplandor de su Vida, quedándose en voluntades y ojos, como si se hubiera vaciado la luna.

En EL AGUA se miran los pájaros desde la rama, y los que van en los barcos quién sabe lo que pensarán mientras ella se ríe abajo, blanca, satisfecha. Y el pecado se lava en el agua buscando en su guardarropa espumillas blancas con que taparse su vieja desnudez de paraíso. El agua que limpia se queda con la mancha y nadie ha podido averiguar todavía a qué otra agua va a lavarse el agua manchada... Se quedó Jesucristo con los mares, con los ríos. Cuando nacemos, nos dejó bañados en la orilla; cuando morimos, Él nos espera en su Casa, Vivo, detrás del agua.

01 abril, 2012

DOMINGO de RAMOS. Marcos 14,1 - 15,47

Olivos y limones en Getsemaní

EL INESTABLE CORAZÓN DEL HOMBRE


Muchas veces nos preguntamos qué se esconde detrás de la muerte, pero en más de una ocasión yo me he preguntado qué se esconde detrás de la vida, qué luz o noche, qué temblores soporta el corazón del hombre. El Domingo de Ramos tampoco sabe responder a semejantes inquietudes.

En la Pasión de San Marcos convive un ramaje de ideas, intenciones y destinos que a nadie puede dejar indiferente. Reduzco tanta abundancia a dos cuestiones que me han servido de meditación en este comienzo de Semana Santa: la demagogia de Pilato para contentar al pueblo y el reparto de las vestiduras de Jesús.

Por una parte la plebe grita buscando la diana de su ira. Está descontenta consigo misma y con lo que le rodea, no soporta que la novedad del amor invada el rigor de sus leyes antiguas. Clama la muerte de Jesús para que cese en su corazón el desconcierto. Y Pilato prefiere alejarse de los conflictos, lavarse las manos y ceder porque es preferible una muerte a sufrir las tensiones sociales que podían acarrearle si perdonaba al Nazareno... Ah, los pueblos casi siempre prefieren que se cumpla la extravagancia de sus deseos a que se ajusten los valores que van a permitirle otra grandeza. Es menos laborioso ungirse de despilfarros y mentiras que abrazar la batalla del esfuerzo y la verdad.. Ah, los pueblos, casi siempre piden que muera el que le trae la salvación.

Algún tiempo nos queda para pensar dónde están aquellos que cortaron los olivos y las ramas de palmera para llenar de halagos la ladera de Jerusalén por donde el Señor descendía subiendo al pollino su realeza. Dónde los endemoniados que vieron su libertad, los ciegos que pudieron distinguir los colores del arcoiris, en qué escondite los leprosos que se tocan asombrados sus nuevas carnes limpias. ¿O acaso son los mismos que ahora reclaman la Cruz para el que vino a liberarlos de la suya?

Unos y otros se reparten las vestiduras a ver si el manto llega a cubrirles la cara o la túnica a arroparlos del frío. Toda la vida, ellos y nosotros, hasta que seamos dueños de la propia historia, hasta que podamos cubrirnos las vergüenzas del egoísmo y de la nada, buscaremos las ropas de Jesús, como desolados mendigos que reconocen al fin su pobreza por haberse olvidado de Dios.