18 marzo, 2006

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA Y SAN JOSÉ. Juan 2, 13-25



LA MISERICORDIA Y EL LÁTIGO

Si hubiésemos podido ver el rostro de Cristo con el látigo en la mano echando a los mercaderes del templo, descubriríamos que no había ira en su actitud. Escribe el poeta Gamoneda que hay pájaros que vuelan entre la ira y la luz, y así me figuro yo a Cristo en este pasaje evangélico: contrariado sin disimulo como única forma, a veces, de enseñar. Sus manos habrían de ser pájaros volando entre el agravio de la profanación y la necesidad de un cambio en las relaciones con Dios.

El evangelista lo deja dicho con exquisita claridad: no se trata del templo físico, sino del otro templo vivo que es el ser humano, al que se cambia y se vende, se menosprecia o se esclaviza, se atropella o se olvida. Contra este templo a cuyas puertas el hombre es cosa, comercio y abandono, se rebela Jesús haciéndole nudos a las cuerdas de su amor.

Y de paso, nos recuerda a nosotros que en cada Eucaristía, en cada acción litúrgica viva en nuestros templos, el hombre es el hermano, y no el extraño, con quien hemos de compartir, desde la fe y en igualdad de condiciones, los frutos de la vida.

SAN JOSÉ, EL EDUCADOR

Hoy coincide este tercer domingo de cuaresma con la entrañable fiesta de San José, esposo de María, padre humano y callado de Jesús.

Sobre él no sólo cayó el peso del silencio por el ajeno vientre de su Esposa, sino la tarea, la complicada tarea de enseñarle a vivir al que es la Vida. Maestro de su verdadero Maestro, padre de su Dios; obediente a un amor que sujetó en la carne la decisión divina, a San José se le pide el cumplimiento de educar a su Hijo... Y así de bien educado sale el Niño.

Estamos asistiendo en nuestra sociedad a una desmesura en un considerable porcentaje de la juventud. Entre el 13 y el 20 por ciento de nuestros jóvenes se emborracha los fines de semana en los ya conocidos "botellones", donde no es ajena la droga ni los numerosos accidentes de tráfico. Indudablemente nos estamos equivocando en el modo de ser padres, en las formas de educar como padres. Como se están equivocando las leyes de enseñanza aplicando criterios que más obedecen a consignas electorales que a razonamientos pedagógicos. Es alarmante en nuestro tiempo la descarada mala educación que no se frena ante el insulto gratuito, la prepotencia, la suciedad o el ruido que tanto daño hacen a los pasivos ciudadanos, impotentes ante semejante indisciplina y dolidos por el incierto futuro de los que así se comportan.

Ah, San José, enséñanos a educar.

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