17 octubre, 2009

DOMINGO XIX del TIEMPO ORDINARIO Isaías 53,1ss; Marcos 10,35-45






VA DE JÓVENES



El domingo anterior un joven rico, a quien Jesús miró con especial cariño, se fue cabizbajo y entristecido porque poseía muchas riquezas y no estaba dispuesto a dejarlas para seguir al Maestro. Hoy, dos jóvenes que llevamos en la sangre de la admiración y de la fe, hijos del Trueno y de Salomé, Juan y Santiago, los predilectos para compartir resplandores, secretos y alegrías, sorprenden a Jesús con una petición que quiebra de pronto la gratuidad de los afectos: Queremos los mejores sitios en tu Reino...



Es difícil calibrar qué es más doloroso, si no ser amado o no ser entendido. Poner la mano de las prebendas cuando sólo hay amor en la mano del de enfrente, suele terminar en adioses prudentes para más tarde llegar a los olvidos. De todas maneras, me cuesta trabajo creer que del corazón de Juan, el más amado, pudiera salir aquella ambición. Aunque a todos, alguna vez, se nos han desordenado los valores.



La respuesta de Jesús no fue el rechazo ni la tristeza ni el olvido, sino la enseñanza de nuevo para que fueran entendiendo poco a poco que los últimos puestos de la vida están siempre vacantes porque pocos han sabido descubrir la libre felicidad que llevan. Los primeros y mejores puestos son los que te permiten ser tú mismo, asomarte a las orillas de lo aprendido y de lo regalado, y darte cuenta que todo eso es el bien que los demás esperan. Antes, sin embargo, es imprescindible caminar por encima de la pena y sentir el Aire loco del Espíritu con su perenne, infatigable dulzura.


DOMINGO MISIONERO

Definitivamente, el DOMUND ha sido la propaganda de la verdad que más ha calado dentro y fuera de la Iglesia. Puede que la magia del testimonio sea en todos los tiempos lo más eficaz para sentirse envuelto y seducido...

Cuando nos hablaban en las escuelas de nuestra niñez aquellos misioneros con surcos en la piel y en la palabra, todos los niños queríamos ser como ellos, emprendedores y generosos, artesanos del bien en la perdida madera de las selvas. Ellos nos decían la verdad con la alegría de los que saben cumplir en conciencia... Después, algunos en algún tiempo, hemos sido misioneros con menos renuncias y más comodidades, pero hemos visto el hambre con los mismos ojos de mirar las abundancias y se queda en el alma grabada la fotografía de la indignidad, el terciopelo de la tristeza. Ayudemos generosamente. Seamos alivio ya que no podemos ser solución. Y estemos seguros que un vaso de agua dado en el nombre del Señor, se convierte en una multiplicación de ríos con frutos para todos en las riberas.

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