24 octubre, 2009

DOMINGO XXX del TIEMPO ORDINARIO. Jeremías 31, 7-9 ; Marcos 10,46-52





CON LA SUERTE CAMBIADA


Tanto el salmo responsorial de hoy como la lectura de Jeremías nos certifican que con Dios se le cambia a uno la vida, hasta el punto que se va con llantos y se regresa con canciones. Si Jesús nos acompaña, ya no es necesario preguntar a nadie de dónde nos ha venido el amor.


Hay, nos recuerda Jeremías, un sin fin de ciegos, paralíticos, una muchedumbre de olvidados, hasta que Dios aparece de pronto para que la luna de todos se quede en cada noche: "Seré un padre para Israel".


El nuevo Israel que es la Iglesia siente hoy esa presencia viva y generosa. Sólo el hecho de saber que Dios es Padre nos ha cambiado la suerte, como los torrentes del Negueb: el agua mantiene su discreto oleaje, el sufrimiento se hace llevadero y la esperanza vuelve a su paciente compás de compañera. ¡Qué acierto tuvo Santa Teresa para dejarnos como una consigna sobre el pecho: "Sólo Dios basta".


ANGELES DE LA LUZ


Los ciegos tienen un mundo interior que nadie puede imaginarse. Una multitud de luces los inunda. Pero su pensamiento no puede colorear en los limones el amarillo ni de algunos ojos, que tanto dicen sin palabras, pueden descubrir los ciegos esa conversación callada.

San Marcos, en su evangelio, nos hace entrar en la amistad de Bartimeo procurando que se nos parezca: Un hombre ciego al borde del camino, tratando de adivinar la luz en las monedas, escuchando el rumor de los que pasan enfrente y él no los puede seguir. Hasta que escucha el canto de la Luz, la Luz de mundo, y da un salto recorriendo los tactos del aire hasta dar con el Maestro: "Que yo vea"... Y cuando llegó el milagro, ya pudo irse con él por el camino.

Al final de su vida, Vicente Aleixandre se quedó casi ciego. El que hirió con espadas los labios de dar besos, en el 84 escribió a un amigo, como pudo, con garabatos desde la sombra: "Volveré al oculista como sea, y que los ángeles de la luz me ayuden, no los de las tinieblas... yo, cuando podía verte, tocaba la felicidad con la punta de los dedos".

Ciegos, al borde del camino e infelices... Nos queda hoy una preocupación de oscuridades que quieren cubrir al mundo, un delirio de ojos cerrados aguardando la aurora. Nos queda estrenar con gozo los dedos felices de otra mañana.

No hay comentarios: