11 octubre, 2009

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. Sabiduría, 7,7-11; Marcos 10, 17-30




LA LUZ MULTIPLICADA

El autor sagrado nos señala que prefirió la Sabiduría a cualquier otro hechizo humano, porque con ella le vinieron juntas todas las riquezas... Ser sabio es sentirse llamado hacia la luz para quemarse en ella, para vivir en su hoguera, como las mariposas que en las lámparas terminan porque en las lámparas comienzan. Se es sabio cuando se sabe ser y estar en todos los momentos y circunstancias de la vida y, además, echando resplandores.

Venimos de enterrar en Antequera al último gran poeta del 27, José Antonio Muñoz Rojas, al que le ha faltado una semana de almanaque para cumplir cien años. Este gran sabio fue un hombre de Dios, que se ha pasado la vida traduciendo en palabras sencillas sus emociones. Sabio fue Muñoz Rojas porque vivió equilibrado entre la tierra de su campo y el cielo de su fe. Atinó con la vida dejando en sus palabras un fuego que no quema, una luz multiplicada que recogía en su aljibe de bañarse por dentro, donde Dios le traía y se llevaba los resplandores de amigo. En uno de sus mejores libros, Objetos perdidos, concluye el gran antequerano recordándonos que "un montón de objetos perdidos es la vida"... Así es, maestro, la vida se gana cuando los objetos se pierden.






ENTRE SER BUENO Y SER CRISTIANO





También ha muerto estos días en Buenos Aires (un buen sitio para despedirse del mundo Mercedes Sosa, una tucumana valiente que cantaba con voz de dentro las angustias de fuera... "Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a entregar mi corazón"... y se quedaba traspuesta, aguardando lo caliente del viento que, en su tierra, deja en los eneros quemaduras. Más buena que era ella, pero...
"Quieres ser perfecto?. Ve y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y luego sígueme"... Dice el evangelio que aquel hombre era rico y yo supongo que se quedaría pasmado mirando el horizonte rubio de las monedas.

El Señor Jesús vino a entregar su corazón sin tener en cuenta su voluntad, sino la voluntad del Padre.
En nuestro mundo también hay gente buena, generosa, ayudadora, de los que siempre están disponibles. Ellos creen en Dios, cumplen a su modo los mandamientos... pero no siguen a Jesús en su exigencia de vida ni en sus sacramentos; para ellos, la Iglesia es lo de menos, lo importante es ser bueno. Y pretenden llevar consigo sus ideas de bondad antes que enriquecerlas con el que sólo es Bueno. Son buenos y hasta puede que ofrezcan también su corazón, pero no saben que únicamente desde los sacramentos del Señor podrán entregar un corazón recién nacido. Son buenos y nada más, pero en ese nada más queda un inmenso vacío que sólo Cristo puede llenarlo con su Pan.

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