04 diciembre, 2009

DOMINGO II DE ADVIENTO. BARUC 5, 1-19 ; LUCAS 3, 1-6



LOS CAMINOS TORCIDOS






Izquierda Republicana de Cataluña, a cuyos miembros parece que les estorba todo menos su propia ignorancia, ha propuesto en el Congreso que se retiren los Crucifijos de los Colegios, así, sin especificar más (Y los Belenes y las imágenes y cuanto pueda "herir"´las sensibilidades de los más sensibles, que se necesita ser sensible para quedar herido por un belén). Y los que nos gobiernan, que también parece estorbarles todo lo religioso por las mismas razones, se han adherido a la propuesta sin saber si se referían a los colegios privados, a los públicos, a los concertados o a todos a la vez. Les basta con oír algo que vaya en contra del cristianismo como para sumarse al yo me opongo. Después, cuando aspiran los perfumes de la resignada calle que ya no sabe con qué asombro quedarse, retiran lo votado porque no está entre las prioridades del Gobierno. Y si no está, por qué no estuvo cuando votaron... Inmenso debe ser el pecado que estamos expiando.



Mientras tanto Cristo, desde su sonrisa crucificada, sigue presidiendo las esperanzas de los hombres y señalando, con sus brazos abiertos, que el amor es la señal más verdadera de los trasiegos humanos y la única que salva, incluso a los que aún no pudieron darse cuenta de que van por caminos torcidos, sencillamente porque zigzaguean la vida sin llevarlos a ningún sitio verdadero.


Antes, cuando veíamos a alguien desorientado, se decía: Está en Belén con los pastores... Ahora, sin Belén ¿adónde irán a parar los confundidos?.






TODOS VERÁN LA SALVACIÓN




San Lucas es preciso al recordarnos que en la vida pública de Jesús Tiberio era emperador y Pilatos su vicario en gobierno de Judea... Todos estaban en el sitio de la Historia y ninguno de aquellos poderosos pudo escuchar la palabra de salvación que Juan anunciaba. Sus palabras de gobernantes se acercaban más a las trampas de la política, al festejo del poder. No se puede escuchar la Verdad con tanto ruido alrededor, con tantas ambiciones dentro.
Las palabras de Juan, y luego las de Cristo, se han de escuchar con más precisión en el desierto. Solos a solas, como diría Santa Teresa. En secreto, que nadie me veía, según fray Juan de la Cruz. Y el desierto del hombre es el despojo, desde donde puede vivirse la humildad exagerada al compartir con la arena la impotencia de no dar frutos; en el desierto, la oración es consecuencia de mirarse por dentro ("quien habla solo espera hablar a Dios un día"). Y en el desierto se ve más claramente dónde anidan los males que hemos de denunciar, empezando por nosotros mismos.




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