19 febrero, 2011

DOMINGO VII del TIEMPO ORDINARIO I Corintios 3,16-23 ; Mateo 5,38-48

COMPAÑEROS DE AMOR Y DE DESTINO

Leí con tristeza en el Libro del desasosiego, de Pessoa, que debiéramos tener los unos para con los otros, no la preocupación de hacer el bien, sino una amabilidad de viaje. Propone el portugués la educada cortesía que se debe a los extraños y no, como pide nuestra fe, la exigencia personal de ser santos porque el otro tiene derecho al regalo que fluye de esa conquista.

Sed santos como Dios es santo, fundamenta el libro del Eclesiástico, es decir, a la desprendida manera de esa santidad, que lucha por conquistarse a sí misma en provecho del otro que me ve y que recibe, viéndome y tratándome, la luz y los frutos de mi esfuerzo. Y la principal razón por la que merece la pena semejante lucha es porque en el hermano tiene su templo el Espíritu Santo, deseoso de recibir, como recuerda Francisco de Osuna, un amor entrañal.

El destino de la santidad conseguida es ver el mundo y las relaciones humanas con otra visión distinta al "ojo por ojo y diente por diente". Ni es utopía ni exageración lo que el Señor Jesús propone en el evangelio de San Mateo de poner la otra mejilla y perdonar hasta el infinito ya que es llamativa cualidad de Dios regalarnos la gracia del olvido. Del olvido de nuestros pecados y, por la misma gratitud, de los ajenos.

Más que amabilidad de viaje nos debemos amor y satisfacción por las vidas ayudadas y cumplidas.

1 comentario:

Fernanda Bello Caffe dijo...

Padre Pedro: me gustó muchisimo su explicación en la misa de lo que es ser santo. Cada vez que escucho sus palabras, su manera de enseñar, siento que soy una afortunada porque Dios me ha dado la posibilidad de crecer espiritualmente con un guía como usted. Gracias