22 octubre, 2011

DOMINGO XXX del TIEMPO ORDINARIO. Éxodo 22, 20-26 ; Mateo 22, 34-40

Ruina y niño

DE SEMILLAS Y FRUTOS


Del mismo modo que cuando se escriben las palabras quedan prisioneras en la hoja, cuando en Dios se ama, se transforman las manos en un nervio de frutos, en un torrente de generosidades.

Reunidos tres curas en cónclave de amigos, dedujimos que el buen sacerdote ha de pasar por una experiencia de tres momentos enriquecedores: una etapa formativa, otra contemplativa y otra misionera. Desde esa lluvia trinitaria sobre nosotros, se entendería mejor lo indispensable que es llevar siempre un buen libro en el corazón y en el tiempo, descubrir el arrullo de Dios incansable sobre el pecho sereno, y llevarlo todo, finalmente, a lo cotidiano con la certeza de que la vida por Él será maravillosa.

DOMUND, a mi entender, significa esa precisa sabiduría de saber trasladar la esperanza humana al que se ha quedado en la ruina, la fuera de Dios para salir de ella y la transformación que llega cuando es el amor a Dios y al prójimo la razón primera y única por lo que cobra sentido cuanto hacemos.

Si poco a poco aprendermos a ir nuestra tumba con ramos de espigas en las manos, la semilla que caiga en la tierra difícil tendrá su lluvia y su fuego antes de la cosecha que segarán los otros. Pero hay que aprender a ir, saber ir llegando, con los modales de Dios en la conversación y en las ayuda. Hay que envejecer misioneramente, conociendo con qué fin fuimos llamados.

No hay comentarios: