11 agosto, 2012

DOMINGO XIX del TIEMPO ORDINARIO. I Reyes 19, 4-8 ; Efesios 4,30ss ; Juan 6, 41-55


Pompeya

CAMINOS DIFÍCILES

En este pasaje del Libro de los Reyes, nos extraña ver atormentado y en las últimas a Elías, bajo una retama y sin jardines, sin más deseos en su corazón que verse muerto... Ajaz y Jezabel eran los reyes perversos del pueblo elegido. Adoraban a Baal y perseguían al profeta y al Dios de Abraham, de Isaac y de Moisés, que unía son grueso cordón de seda la historia de Israel. Elías no se encontraba con fuerzas después de tantas persecuciones hasta que llegó ese ángel con ánimo y con pan para el camino. 

Especialmente, en el evangelio de san Juan, Cristo insiste en el pan de la Eucaristía como remedio para la debilidad de los caminos. Caminos difíciles de piedra que se alisan al andar y que pueden ser de tres tipos:

Caminos familiares. Todavía el amor, la comprensión y la ayuda son las venas que distribuyen en nuestro pueblo la sangre común de la familia. Sin embargo, esta sangre compañera se mezcla a veces, dolorosamente, con ruidos, malos tratos, indiferencias y rutinas, angustias y sobresaltos, hijos que pronto han aprendido el idioma del desarraigo,  padres que ya no se recuerdan en los primeros besos, en el novial aprieto de sus cinturas... Pan, el Pan de Jesucristo devolverá a todos el equilibrio de las fuentes del corazón y sus maneras.

Caminos económicos. Pedía limosna en Madrid a la puerta de una administración de lotería. Conservaba una elegancia llamativa en la forma de abrir la mano, en la energía del labio. Al instante, caí en la cuenta de unos versos recién leídos de Paul Celan: Mi florecer se da en la hora marchita / y reservo una resina para un pájaro tardío. 

Soy Martina Alba, me dijo, ya se figurará el alcance de mi pensión. Y estoy aquí para seguir pagando la vieja hipoteca de mi piso y no verme en la calle. Pero nunca Dios me ha faltado... Pan, el Pan de Jesucristo para que se vistan de ángeles los hombres y compartan la esperanza de los pobres.

Caminos del espíritu. El alma del ser humano es parecida a un pueblo por donde pasa un río. Un día se levanta y descubre que el río no lleva agua, que la ceniza de los árboles quemados im- pide que se pueda ver por los cristales, que el amor de los vecinos es una lengua callada, que han dejado las farolas de alumbrar las soledades y que siente en lo más íntimo una guerra de paraísos perdidos... Pan, el Pan de Jesucristo trae palabras y amor para la soledad, luz para las madrugadas y el agua, el agua inacabable del río su vida.

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