04 agosto, 2012

DOMINGO XVIII del TIEMPO ORDINARIO. Éxodo 16, 2-4ss ; Juan 6, 24-35

Moisés impresionante

CON TRES HERIDAS

Por más que le acerquen ambrosías y le sorprendan los más llamativos regalos, el hombre jamás se sentirá satisfecho ni cumplido porque se suceden en él, apresurados, muchos  y continuos nacimientos sin que haya pechos para tantas bocas ni medidas para tanta ambición.

De ahí que llegue al mundo, como escribe Miguel Hernández, con tres heridas: la del amor, la de la muerte y la de la vida. Heridas que no terminan de cicatrizar porque la sangre no cesa de lamer el labio de las superficies.

En el AMOR tiende a equivocarse. Confunde con frecuencia pasión con equilibrio, cascabeles con campanas, entrega con egoísmo... y Jesucristo se lamenta de que le sigan por los milagros y le busquen para llenar de pan sus soledades. Ya pasó con Moisés y la costumbre de aquel pueblo --de todos-- de quejarse. Entre la libertad y la despensa llena, el ser humano escoge antes la satisfacción que la doctrina.


Y se pasa la VIDA buscando el final del laberinto sin estrechuras, sin atreverse con esfuerzos, deseoso de que le llegue a las manos el mapa de la facilidad. Queremos conocer el recorrido más cómodo, pero ya advierte Esquilo que sólo se conoce padeciendo.

Más que en la ignorancia de no saber su principio, el más grande sufrimiento del hombre es ignorar los presagios de su destino. Y en la MUERTE deja que le cierren los ojos porque una luz fría está dejándolo ciego. Y, aunque haya meditado con Borges que morir es una costumbre que tiene la gente, rechaza para él la costumbre aun sabiendo que es inevitable.

Y aquí es donde irrumpe Jesucristo con su brújula, su pan y su remedio para aliviar del todo, si nos dejamos, los desconciertos.   Brújula que cierra las heridas del amor y de la vida señalándonos que el amor es un regalo que, con el mismo amor,  se nos devuelve crecido y generoso. Que la vida se nos dio como lámina blanca donde los garabatos de tinta reflejan, sobre todo, errores y pobrezas, pero que Él está dispuesto a que estrenemos de nuevo su blancura. Y que la muerte es un descanso que la piel reclama, una manera de entretener a los que quedan para que nadie interrumpa el vuelo, la nueva vida con la que, sin saberlo, tanto hemos soñado.

No hay comentarios: