20 octubre, 2012

DOMINGO XXIX del TIEMPO ORDINARIO. Marcos 10, 35-45

LA CORBATA

El relato del evangelio de hoy fue necesario para que quedase meridianamente claro y para siempre la escala de valores que Jesús traía: Santiago y Juan piden al Maestro lo lugares de la preferencia, en su corazón y en el cielo, los honores con los que quieren ser distinguidos y envidiados, todo que el mundo considera indispensable para su efímero triunfo... pero el Señor les responden que no saben lo que quieren ni lo que dicen. Ellos han de elegir lo que desprecian los demás si desean alcanzar el conocimiento más valioso.

Para ilustrar lo atinado o lo erróneo de las elecciones humanas, viene bien la fábula antigua que Jorge Bucay evoca en uno de sus libros.

Se trata de un hombre que atraviesa el desierto al límite de la sed. Ni una gota de agua le queda ya en su cantimplora. Un beduino aparece detrás de la duna:

-¡Agua, necesito comprarle un sorbo de agua!

Pero aquel hombre le responde que sólo lleva el agua necesaria para su recorrido; si quiere, puedo venderle corbatas. Mire, son de seda, de muchísimos colores...

Nuestro hombre se alejó como pudo ante la impertinencia de lo que le ofrecían. Otra duna y otro beduino alertaron de nuevo su esperanza, pero a aquel comerciante tampoco le sobraba agua: 

-Corbatas, llevo corbatas italianas de oferta, hermosas...

Nuevo desprecio y nuevo alejamiento cada vez con menos fuerzas hasta que divisó un oasis desde el que se adivinaba el reflejo azul del agua bajo las palmeras. Comprobó que efectivamente no era un espejismo como sospechaba y se decidió con su última energía a traspasar el recinto amurallado en el que se encontró un guardia bien armado que le detuvo:

-Los siento, señor, pero aquí no se puede entrar sin corbata...

Tenemos que seguir explicando al mundo de hoy que, para satisfacer su sed, hacen falta las corbatas de Dios. Casi todos nos dirán que Dios no trae efectivo para la sed urgente de sus hipotecas, o padrinos para recuperar el trabajo, llegar a fin de mes o salvar las preocupaciones de cada día... no han entendido que la fe en Jesucristo les está ofreciendo las corbatas que se necesitan para que traspasen el sitio del agua y de la paz, el reposo y la energía de ver cumplida la esperanza. Con Dios, más temprano que tarde, el agua llega.

Más que misioneros  --dirán muchos-- en este desierto se precisan economistas, hombres de estado... Hoy y siempre, el Domund lleva luz y corbatas a tantos pueblos que no desean agua para hoy y sed para mañana, sino agua definitiva, la que salta hasta la vida eterna.


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