11 mayo, 2013

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. Hechos 1, 1-11 ; Lucas 2, 46-53


Piedra de la Ascensión

MIRAR AL CIELO
 Y EMPEZAR

San Lucas, autor de los Hechos y de su evangelio, abraza hoy la liturgia casi al completo para decirnos, de la manera que menos daño haga, que Jesús se va, que se ha ido en la mirada de unos ojos con lágrimas fijos en el cielo, como si un viento se hubiera llevado de pronto el amor que les había cambiado la vida a sus amigos. Vuelven a estar como antes  --al menos eso creen—hasta que escucharon una voz fuerte que les devolvió la sorpresa:

-¿Qué hacéis ahí mirando al cielo? Ahora vosotros sois los testigos…

TESTIGOS de una presencia cumplidora. Lo que queda en ellos del Maestro es la coherencia firme de Alguien que cuanto dijo supo acabarlo. Firme en su dolor, en su abnegación de ver que los frutos de su palabra rodaban por la ladera de los corazones sin demasiada comprensión. Firme en su valentía de salvar al hombre al precio insensato de su vida. Recordarán siempre que fue en abril la Cruz. Abril lluvioso en las ojeras del tiempo.

TESTIGOS los apóstoles de una Ascensión intercesora. Los había estado mimando: en 40 días fluyeron dulces las apariciones de Jesús, los regalos de paz en la cesta generosa de sus labios para que no sintieran dentro la guerra de los olvidos. Me voy, pero no os dejaré huérfanos… así sucesiva, constantemente, acudiendo al milagro y a la primera vez para que no sangraran las heridas. Jesús, el Señor vivo de la palabra y el gesto, tratando de explicar lo inexplicable: que los iba a acompañar siempre enmascarado en el pan de una mesa, rojo en el suave grito del vino.

TESTIGOS, apóstoles y creyentes, de una esperanza culminadota. Las puertas de Jerusalén se irán quedando viejas, deshechas las piedras de los templos, sin el hilo ordenador se quedarán los trajes colgados en las perchas de la memoria… pero nosotros sabemos de Quien nos hemos fiado, quién está detrás de las dudas, dónde se encienden diariamente los fuegos. Nosotros somos testigos de una inmensidad desbordante, de un asombro para el que faltan palabras…

Es hora ya de salir corriendo y, en una larga cita con el mundo, procurar que todos sepan que la Iglesia tiene las llaves de la puerta adonde el Maestro aguarda la vuelta de los amores perdidos.

1 comentario:

Maria Elena dijo...

Gracias a Dios pudimos acceder a tu blog.

Un cariño grande de los Solaris.