03 agosto, 2013

DOMINGO XVIII del TIEMPO ORDINARIO. Lucas12, 31-21

DESEOS AGOTADOS


La palabra de Dios que hoy nos ofrece san Lucas advirtiéndonos de la desmesura en ambiciones y codicias, nos hace pensar que las riquezas en sí no son el mal, sino el olvido de compartirlas. 

Es ocurrente la lámpara y el texto de Erlich que hoy señalo como ilustración. A su lámpara de Aladino tuvo que ponerle un cartel, por agotamiento, de que no aceptaría más peticiones hasta nuevo aviso... El equilibrio de los seres humanos nos llegará cuando seamos capaces de domesticar los deseos. A veces, la lámpara del corazón pone su cartel de fuera de servicio porque tenemos más hambre que bocas, más ambiciones que tiempo para vivirlas. 

Asistimos  --sin que haya en mis palabras señalamientos políticos--, más que a una corrupción a gran escala, a una devaluación masiva de la inteligencia ética, que viene a ser más o menos la disciplina que ha de tener el hombre para que no se salgan de su cauce los ríos interiores. Cuando nos olvidamos que constituimos una gran familia donde cada uno ha de desarrollar sus responsabilidades y obtener de ellas los beneficios que le permitan vivir con dignidad, estaríamos precipitándonos al abismo de la amoralidad donde en apariencia se salva aquel que tiene más por haberle quitado al otro lo que le corresponde,  pero lo que en verdad le sucede es que desnuca en la misma piedra de su codicia. Y termina muriendo con los ojos amarillos por la tristeza de lo que no puede llevarse.

Recuerdo una de las frases más elocuentes y gráficas del papa Francisco relacionadas con estas posturas tan frecuentemente humanas: ¿Alguien ha visto alguna vez, detrás de un coche funerario, un camión de mudanzas?... Nada nos llevamos al otro mundo, sólo lo que hemos sabido generosamente compartir haciendo posible que el hermano salga con nosotros al camino para rezar, de verdad, el Padrenuestro.

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