20 octubre, 2013

DOMINGO XXIX del TIEMPO ORDINARIO. DOMIND. Éxodo 17, 8-13 ; Lucas 18 1-8

La Victoria de Samotracia


VICTORIA

Moisés pide a Josué en el libro del Éxodo que ataque a Amelec porque, mientras él tenga la vara de Dios alzada, nadie podrá arrebatarle la victoria. Así hasta el triunfo final con la vara de creer en lo más alto... Ah, si los creyentes creyéramos más nadie sería capaz de arrebatarnos el triunfo, no contra nadie, sino a favor de todos. Porque la Victoria de Dios no es otra cosa que el triunfo del bien para gozo de todos.

Fe + caridad = Misión, es el acertado lema de este domingo de Domund. Ya sabemos desde san Pablo que la fe entra por los sentidos, busca las rendijas del espíritu donde ensanchar su luz hasta que pueda llegar a las entrañas. Creer es asomarse a lo oscuro y adivinar la esperanza. Contagiar de horizontes a quienes tienen aún los ojos cerrados. Para que todo eso sea posible se precisan músculos y bocas, entregas infinitas y un amor que ni siquiera pueda detener el corazón de quien lo lleva. 

Welwood refiere que sólo se ama de verdad cuando se ve en el otro, no lo que es, sino lo que puede llegar a ser... Los misioneros aman así, festejando en los pueblos que han elegido para llevar a Cristo, la grandeza de lo que llegarán a ser cuando de verdad le conozcan. A propósito de esta actitud, Jorge Bucay relata un cuento que trataré de resumir:

Parece ser que un joven, deprimido por su poca valía, por la falta de aprecio entre los suyos, decide pedirle a un sabio que le ayude a resolver su tristeza. El sabio le responde que no tiene tiempo, pero que si se anima a echarle una mano en lo suyo terminará antes y entonces podrá ayudarle. Así fue como este hombre pone en el dedo del muchacho un anillo mientras le dice:

-Tengo necesidad de vender esta joya, ve al mercado y ofrécela,  pero que nadie se quede con ella si no te dan una moneda de oro.

De puesto en puesto el joven ofreció la mercancía pero nadie la daba lo que el sabio le había exigido para venderla. A lo sumo, una moneda de plata. Defraudado, volvió a su dueño sin el regalo de la venta. Pero fue capaz de decirle que tal vez no le habían dado más porque la pieza no estaba tasada: sería conveniente llevarla a un experto y que él decidiera el precio para luego intentar venderla con una referencia indicativa. El sabio lo vio bien y le advirtió al muchacho:

-Pero no vendas el anillo ahora, te den lo que te den.

Cuando el especialista tuvo el anillo en su mano lo tasó entre treinta y cincuenta monedas de oro. El joven no podía creerlo y fue de inmediato al sabio para comunicarle la buena noticia aunque, como él le había pedido, por nada del mundo la hubiese vendido. El dueño de la joya, con el anillo en la mano, le enseñó:

-Este es justamente tu problema. Nadie te valora lo suficiente, ni tú mismo, porque no sois especialistas. Si de verdad lo fuerais, descubrirías lo incalculable de tu valor. 

...Sólo Dios nos conoce. Y los misioneros, desde esa fe, aprecian la categoría de lo que anuncian y la maravilla de los seres humanos a quienes se la entregan.





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