02 marzo, 2014

DOMINGO VIII del TIEMPO ORDINARIO. Isaías 49, 14-15 ; I Corintios 4, 1-5 ; Mateo 6, 24-34

Calles de Beriso


SOMOS PROVIDENCIA

Apenas si se nota el agua sobre las calles mojadas. Pero sobre las calles secas, cualquier gota de rocío es un acontecimiento dichoso, una zozobra de humedades. Igual en los corazones, en todas las necesidades, en el murmullo de la tristeza... el alivio de unos ojos a tiempo, la mano fuerte que asegura, la seriedad aparecida de un pecho abierto son garantías de Providencia. Dios tiene en cuenta todo para presentar su amor diario en mangas de camisa.

No os agobiéis. No tengáis agobio. ¿Por qué os agobia el qué comer o el qué vestir?. Agobio repetidamente en este evangelio de san Mateo mientras los pájaros suben a sus nidos satisfechos y los lirios mecen su hermosura vanidosa abriendo su flor de cristal a las mañanas. Dios es Providencia. En nuestro mundo de creyentes lo que sucede no es casualidad, es Providencia. Pero Dios se vale de nuestras manos para cumplirla, de nuestro corazón para sentirla y de nuestra generosidad para presentar su figura de Padre sobre un mundo que sabe más de montañas que de llanuras.

En Beriso, una barriada pobre de La Plata (podría ser de cualquier parte del mundo, España incluida), jugaban los niños al fútbol con pelotas de goma, se limpiaban los labios de no haber comido con la faldilla de las hojas caídas y casi todos llevaban un dolor opaco en la negra punta de sus ojos. Para ellos, la Providencia quiso enviarles un buen cura, de los que saben echarse a reír con los agobios, de los que trabajan como si no hicieran nada, para sobrevivir con ellos al pie de la miseria. Ahora, gracias al padre Julio César y a quienes le acompañan, estos niños juegan con balones de cuero, se limpian con papel la carne que les sale de los labios y, por fin, ya no hilan la vida con el pespunte de su tristeza...

A Pandora le advirtió Zeus que no abriera nunca la caja que llevaba en sus manos. Pero la mujer, curiosa y con miedo de no saber su contenido, abrió la tapadera y de ella salieron todas las desgracias, menos la esperanza... Algún día se cumplirá toda la justicia que anhelamos y esta esperanza niña de hoy, dentro aún en la caja de Pandora, saldrá con la lozanía de una mujer hermosa para decirnos que Dios, muchas veces desde nosotros, siempre cumple en sus hijos lo que promete.

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