02 agosto, 2014

DOMINGO XVIII del TIEMPO ORDINARIO. Mateo 14, 13-21




LA SUPERACIÓN


El dolor deja a los seres humanos cautivos para desarrollarse, inermes de entusiasmo. Y cuando ese dolor proviene de las injusticias, se agranda más la tristeza viéndose uno desamparado frente a los poderosos.

Así estaba Jesús cuando alguien le comunicó que a su amigo, a su primo, al último profeta del Antiguo Testamento, a Juan, el que le bautizó después de tantos ejemplos y humildades, Herodes le había cortado la cabeza por el capricho de una jovencita que bailó para el rey, entusiasmándolo, y a instancias de  Herodías, su madre, ruin y rencorosa, que aprovechó la debilidad del vino para vengarse… En una bandeja pusieron su cabeza. Mujeres piadosas pondrían debajo pañuelos blancos para secar la sangre.

Con este sufrimiento encima, Jesús necesitaba refugiarse en el cuenco de la soledad, donde mejor se escuchan los sonidos del perdón y del olvido. Matar a un hombre por rencor, por cualquier otra causa; matar, por poca conciencia que se tenga, debe ser como adentrarse en la niebla y quedar para siempre naufragando en pesares. Del crimen de Herodes no conocemos las consecuencias; del dolor de Jesús, sí, que no se detiene en el paisaje de la circunstancia ni se ampara en la soledad. De ahí que restaure su pesadumbre sintiendo misericordia, compasión y desvelo por aquella multitud que le sigue con la boca abierta del hambre; con la boca del alma, también, insatisfecha.

Sale del pozo de aquella injusticia sufrida haciendo el bien, multiplicando el bien que reclama su corazón y que el Padre le había encomendado.


Difícil tarea la que nos solicita este evangelio de san Mateo que nos advierte de la esclavitud del hombre cuando se vive en la laguna de los rencores, incapaces de quemar la venganza y de espantar los agravios. Sólo la Eucaristía, el Pan de Jesucristo, que llega después de haberlo deseado, puede elevarnos a la altura de los ángeles, al lugar preciso donde no lleva espinas el amor, donde el amor sólo aguarda plenitud entre arrimos y duermevelas.

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