22 noviembre, 2014

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. Ezequiel 34, 11-12ss . Mateo 25, 31-46





PASTOR Y REY


Sin que Dios quisiera, el pueblo se enfrentó a Samuel pidiendo un rey que les gobernase como a los demás pueblos.. El profeta ungió a Saúl, a quien el Señor había señalado, y que estaba en el campo buscando unas borricas que se le habían perdido a su padre. A Saúl Dios le cambió el corazón y comenzó a reinar con el acierto del que estrena un corazón nuevo. Pero un día desobedeció al Señor, comenzó su desvarío y se apoderó de sus batallas la locura. David era como Saúl, hermoso, rubio, fornido y pastoreaba las ovejas de la familia cuando Samuel le ungió para que sucediera a Saúl en el reino de Israel. También a él Dios le cambió el corazón, pero no los ojos, y después de haber visto desnuda a la mujer de Urías, detuvo los bienes encomendados y se acostó con ella mientras exponía a su marido al inmediato destino de la muerte… Los reyes del Antiguo Testamento se han movido entre hermosuras, miedos, ovejas y pecados.

El Rey del Nuevo Testamento sólo conserva de aquella realeza el pastoreo de las ovejas, la metáfora del redil y la abundancia de pastos. Pero ni las maltrata ni las olvida ni saca provecho de su lana, sino que las encauza desde la libertad, venda sus heridas que marcan las largas noches oscuras y las acomoda con el sol de la tarde para que sesteen.

Los reinos personales (y los otros) se extravían cuando nos atrevemos a cambiar el valioso corazón de la luz por el desorden de lo que solamente cautiva. Hubo un momento en que se salieron las aguas de su sitio y lo que fue a primera vista un acierto de riegos, se convirtió en dolor a la tarde de la vida. Jesucristo Rey trae en su mano lámparas nuevas.

Hubo un momento en que pensamos vencer con desobediencias lo que Dios había susurrado con amor para evitar las violencias de la oscuridad. Creímos ser reyes de una vida que se abre y se cierra, como la flor de la cintoria, sin saber por qué. Más tarde o más temprano los vientos fuertes de la vejez o de la soledad o de la falta de salud quiebran el tallo que desafiaba a los relojes… El Rey Jesucristo desenrolla sus vendas blancas de curar heridas y nos permite entender que no merece la pena reclamar coronas de cartón.

Hubo un tiempo en que dormir era perderé el tiempo del disfrute. El ímpetu y los ingobernables deseos militaban a sus anchas como guerreros que no precisan descanso. Pronto se quejaron los sosiegos al atropello de las ansiedades. El Rey Jesucristo nos devuelve las horas de la siesta para que el corazón recupere la paz de la indispensable y olvidada contemplación,


Jesucristo es Rey. De otra manera.

(Foto: corona del Sacro Imperio)

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