20 diciembre, 2014

DOMINGO IV de ADVIENTO. SAGRADA FAMILIA. Lucas 1, 26-38



JESÚS, MARÍA, JOSÉ


A fuerza de quererse habían llegado a vivir sesenta años juntos. Ahora tienen los dos ochenta y cuatro y una extraña circunstancia les desdora el amor que siempre ha sido en Sofía y Joaquín un fruto interminable. Sin embargo, esa mañana el esposo decidió llamar por teléfono a su hijo con una voz doliente:

-He decidido divorciarme de tu madre. Hasta ahora la sufrí callando. Quiero, después de tantos años, morir en soledad, porque vivir con ella ha sido una penitencia insoportable…

El hijo se quedó sin voz al no poder entenderlo. Vivía a cien kilómetros y apenas si pudo hacer más comentario que el suspiro que deja una lágrima fría.

De igual manera Joaquín llamó a su hija, que había comenzado en Suecia un idilio ventajoso después de dos equivocados. Sonia no pudo soportar semejante locura y fue firme al contestar a su padre:

-No se te ocurra mover un dedo ni contratar abogados. En una semana estaré allí para arreglar este desagradable asunto. Avisaré a mi hermano para que coincidamos en la fecha…

Joaquín tomó de la mano, como solía, a su esposa tan amada y con una satisfacción de estreno le regaló los oídos:

-Después de dos años que nuestros hijos no vienen a vernos, me vi obligado a mentirles para que puedan al fin ocuparse algo de nosotros…

A MARÍA, la noticia de ser madre sin esposo le traspasó el alma. El Espíritu del Señor la bañó en la fuente de la sabiduría y dio a luz a la Luz que no esperaba.

JOSÉ se entretuvo dolorosamente en la flor blanca que había brotado de su vara. Aceptó la energía del misterio y el Hijo comenzó a ser suyo desde el instante en que le estalló en las entrañas el sueño.

JESÚS se asombraba de que a esas horas cantaran unos pastores a su lado. Y de que los corderos le acercaran su lana y requesón las ovejas. Miró a sus padres sin saber quiénes eran y confió, como todos, en el pañal de sus manos.


Esto es una familia. Todas las nuestras serán también sagradas si Dios está con ellas. Si pueden soportar los sacrificios de la desventura. Si aceptan con alegría de fe la desproporción de lo que no se conoce… Sagradas serán si el amor es el hilo con que bordan las horas su paciencia blanca y dichosa de estar siempre juntos.

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