17 diciembre, 2005

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO ´2Samuel 7, 1ss y Lucas 1,26-38



El SUEÑO DE DAVID

David seguramente tenía aún el dolor de haberse desposado con Betsabé a costa de matar al marido, Urías el hitita, poniéndolo en la primera fila de sus batallas. Dolor que debió acallar David con el hijo Salomón que Betsabé le había dado.

Llegó un momento en que David se reprochaba a sí mismo vivir en los palacios mientras el arca de Dios habitaba en una tienda. Y se prometió construir un templo para quien le había dado tantas victorias y tantos pecados le había perdonado.

Pero no quiso Dios recibir de David ningún regalo a cambio y fue Salomón, el hijo sabio, quien construyó para Dios un templo a hechura de sus agradecimientos.

Esta es la historia. También nuestra historia enseñada de que a Dios hay que pedirle y luego corresponderle, hasta que ya no se nos ocurra nada que pedir y con ello termine nuestra relación. Hemos olvidado (vemos el fruto en nuestros jóvenes) enseñar la grandeza de la gratuidad, el amor como recreo y no como moneda de cambio. Nuestro mundo, como no necesita nada --o cree no necesitar nada-- tampoco habla con Dios. Sólo si se ve en apuros reclama su ayuda y su presencia, mientras tanto, no le urge el amor que, acaso sea para este tiempo, una imprecisa locura.

Decía Marx que únicamente aquellos hombres que se consideran pobres necesitan la mano grande de un Dios rico. Se olvida Marx de que el hombre no es un negocio, sino una intimidad inmensa llena de labios que necesitan derramarse en besos, un misterio que sigue gritando después de haber alcanzado lo necesario. Dios es el principio y la desembocadura de su ansia, sólo en Él la vida tiene gracia y recompensa. También tiene Dios en el hombre su mejor palacio, por eso prefiere que David se abra el corazón y se deje de templos.

MARÍA DESBORDADA

En los evangelios de la infancia, San Lucas parece hacer pintura con sus palabras. David tiene pensado edificar un templo; María, por el contrario, ofrece su vientre antes que nada, y se queda esperando, sorprendida, hasta ver cuándo su hijo reclamará las primeras alegrías.

La Virgen preñada viene de camino / si le dáis posada, canta san Juan de la Cruz mientras reconoce que Dios tiene más vocación de hombre que el hombre vocación de Dios. De ahí que sea Él el primero en dar el paso. Cristo comienza a dar pasos en el vientre de su madre hasta que se abran las puertas de la carne y el Niño ya no habrá quien lo detenga en busca de salvar al hombre. Dios "humanado"; rama, siendo tronco; cascada, siendo océano. Con qué tino fray Juan señalaba que, desde su nacimiento, Dios se llevó el llanto del hombre para que siempre tengamos alegría.

Mientras, como a mujer que le llegasen nuevos olores a la flor de su pecho, María abre su boca hecha para decir sí y, en arco los labios de besar la esperanza, exclama: ¡Oh!... Oh que inalcanzables maravillas ha hecho en mí el Poderoso.