31 diciembre, 2005

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS Lucas 2, 16-21



MARÍA DE LA PAZ y LA ESPERANZA

Hablando esta mañana con un buen hombre de 94 años, se le llenaba la boca de VIRGEN al hablar de María refiriéndome que en su larga y difícil historia, siempre sintió cercana la mano de María. En mi reflexión de hoy, pido para todos que la Madre de Dios y Madre nuestra nos ayude también al comienzo del 2006 a recuperarnos de los errores del pasado, pues entiendo que hoy, día primero, es tiempo de balance.

RECUPERARNOS CON ELLA

En algún sitio he leído que hay cuatro cosas que jamás se recuperan:

*La piedra, después de arrojada

*La palabra, después de pronunciada

*La ocasión, después de perdida

*El tiempo, después de pasado

Puede que sea prudente en este primer día del año saber a quiénes les dieron nuestras piedras tiradas, qué daño, qué herida se llevaron de un mal momento, de un arrebato, de una falta de Dios en nuestros gestos. Reconocer que las piedras están para edificar casas --castillos, diría Santa Teresa-- donde el Señor ha de vivir y donde los hermanos puedan encontrar su dignidad y su refugio. Las piedras que tiramos deben convertirse en regalos y ayudas para que los demás, con nosotros, se edifiquen a sí mismos.

Matar con las palabras es afilar el cuchillo de la ignorancia. La familia de Jesús es sabia cuando escucha la Palabra de Dios y sabe ponerla en práctica. Es bueno de vez en cuando ponerle rejas a los labios para que ellos pronuncien sólo aquellas palabras que tengan ilusiones y corajes, libertad y salvación.Se pueden recuperar las viejas palabras pronunciadas delante del Santísimo y, con María, aprender el abecedario de las más entrañables conversaciones.

Dios siempre vuelve a pasar otra vez. Con Él no hay miedo de que no se repita su aldabonazo, su terquedad de gracia. Por más indiferencia que encuentre Él es fiel y tiene vocación de hombre. Tal vez sean menos probables las ocasiones de ayudar, de ser oportunos con tal necesidad concreta. Cuando el pájaro vuela se lleva su canción a otra rama dejándonos la soledad, el pozo donde debió latir su música. Si todavía es posible, vayamos al pobre que no quisimos mirar, al esfuerzo en el que bajamos los brazos.

La tiranía del tiempo se refleja, sobre todo, en los otoños, cuando de pronto se descubre que todo, como la luz en la tarde, se descuelga. Carlos V se llevó a Yuste su colección de relojes y a un relojero italiano por si se atrasaban o adelantaban las manecillas de las horas. Oyendo en todo tiempo las campanas, los pasos de la vida sobre nosotros, es más difícil escuchar los pasos de Dios que se acerca para enseñarnos que "todo se pasa" menos Él y que Él, con su eternidad en cada mano, termina volviendo locas a todas las agujas.