21 enero, 2006

DOMINGO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO. Marcos 1,14-20



JESUCRISTO DA LA CARA

Jesús no se esconde detrás de una máscara como los dioses paganos, se muestra como es. Hoy tiene la cara triste porque han arrestado a Juan, su precursor, su amigo. En otras ocasiones tendrá llanto en la cara por la ausencia de otro amigo. Cara pondrá de gozo al sentirse bañado por lágrimas de penitencia. El rostro de Dios en Jesucristo adopta las formas de la duda, del amor, de la alegría. Los vaivenes del corazón sostienen la hermosura de su rostro y humanizan la Verdad que trae con gestos espontáneos, con muecas que el alma aprende sola en la soledad de las noches.

Me entusiasma seguir a Jesús y adivinar lo que está diciendo por "cómo" lo está diciendo. El rostro es el mejor diccionario de palabras calladas: en él se esculpe el sufrimiento o el miedo, la pobreza o la segura abundacia, el amor perdido o el amor encontrado. Algunas mañanas en la oración he retenido sus "ojos deseados" que me sirven para escribir un nuevo evangelio de miradas, de óvalos, de intenciones que asoman a su rostro. Un rostro de Jesús al parecer dolido este domingo porque han metido en la cárcel --y con qué destino-- al que saltó de alegría en el vientre de su madre por la visita de la Virgen... y es que también se pueden ver las caras desde dentro.

PESCADORES DE HOMBRES

Seguramente puso Jesús cara de consuelo al descubrir que Simón y Andrés, y los que luego se sumarían, dejaron las redes y la vida por las nueva vida que se les abría en el rostro seguro de Jesús. Y se echaron al mar de los oleajes imprevistos y de las aguas frías, al mar de las tempestades y cansancios.

Hasta que les vino la luz y el fuego del Espíritu Santo, aquellos hombres estaban únicamente recogidos a la intemperie de una mirada.

Fueron valientes. Ellos, acostumbrados a la red, se arrojaron sin redes al abismo. Se fiaron y ya nunca nadie pudo quitarles su alegría... que la daba Jesús como el mundo no podía darla.

Da la impresión hoy de que nuestros mares ya sólo aguardan pescas milagrosas. Pescar hombres que han encontrado dulce sopor en estas aguas, es tarea complicada y cansina, sobre todo cuando nos amenece un día y otro con las redes vacías. Para pescar un joven dispuesto a compartir los sacramentos, hay que ponerle candiles a la noche... Sin embargo, es el mismo hoy el rostro convencido de Jesús, nuestras redes-ocupaciones siguen siendo las mismas, idénticas son las tormentas y las aguas... Las mismas deben ser nuestras ganas y nuestras esperanzas. El mensaje no puede ser mejorado. Ni el dulce rostro de Dios, tampoco.

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