06 enero, 2006

EPIFANÍA DEL SEÑOR Mateo 2, 1-12


La tradicional y entrañable fiesta de los Reyes deja en nuestra alegría de cada año, al menos, tres lámparas encendidas que desembocan en tres consideraciones: Búsqueda, encuentro y regalo.


BÚSQUEDA

Los magos sufrían de oscuridad y, sin embargo, se asomaban cada noche a esa misma oscuridad aguardando no se sabe bien qué estrella.

Tenían conciencia y dolor de que les faltaba una luz y no dudaron en dejarlo todo para salir a buscarla: caminos desconocidos, fatigosos extravíos, cansancio y duermevelas... pero a ellos les faltaba Dios y no estaban dispuestos a quedarse en la noche.

..."Buscando mis amores iré por esos montes y riberas" va a escribir, dolido también de ausencia, fray Juan de la Cruz. Adónde te escondiste, Amor, Amado mío de la noche oscura.

Salgamos en busca de Jesús como si todo en nosotros fuera madrugada y tengamos fe en que aquello que dejemos será un carbón apagado si lo comparamos con el ascua de su estrella.


ENCUENTRO

Para encontrarse de lleno con Jesús hacen falta dos cosas: ansias y un adecuado traje de bodas.

Las ansias vienen solas después de atravesar el desierto sin palmeras de nuestro camino. Las ansias son las heridas de la luz antes de que amanezca, como ocurre en el cielo mientras nace la aurora.

El traje de bodas tiene cada mañana su pespunte y su dolor, porque las agujas y los hilos son las virtudes empeñadas en ajustarse al talle de la divinidad y en pugna con los deseos que prefieren un adormecimiento de vinos. Estaremos probándonos el traje toda esta vida hasta que el sabroso cansancio del amor se ciña a la figura que siempre deseamos.


REGALO

El mejor obsequio que hoy nos pueden dejar los Reyes sobre el lomo de nuestros zapatos, es el de una inteligencia suficiente que nos permita ser continuamente regalo para los demás. Cristo, viniendo, nos ha traído el regalo de la vida. Nosotros, llegando, también podemos regalar la compañía.

Y si me permitís, os aconsejo que regaléis a vuestros hijos, además de tantos artefactos, más horas de vuestro tiempo y más amor en vuestro matrimonio, de cuya existencia nadie duda, sólo dudamos alguna vez de las ganas para hacerlo visible.