24 julio, 2010

DOMINGO DE SANTIAGO. XVII del TIEMPO ORDINARIO. Hechos 4, 35ss ; IICorintios 4, 7-15 ; Mateo 20, 20-28


Detalle de la Sgda. Familia

VASIJAS DE BARRO

Juan y Santiago eran sólo muchachos que miraban al mar cuando los miró Jesús desde su orilla. Los Zebedeos eran felices con sus redes y su pesca, entre vaivenes y plegarias frente a su menoráh, que habían fabricado con la madera de su primer barco. Pero llegó Jesús a sus vidas y el otro mar de sus pechos se desató en corrientes que sólo la luna de la noche serenaba. Ya nunca más se separaron del Maestro. Ya nunca más merecieron la pena otros océanos.

Hasta que comenzaron a predicar la Buena Noticia de Jesucristo, tuvieron que pasar años porque la luz primera de su vocación no les dejaba quietos ni un instante. Aquella fuerza hacía de ancla para que no pudieran moverse de sí mismos: ¡qué bien que estamos aquí con estos resplandores, con todo el Amor en tu rostro!...

Herodes y los cobardes como él, pretendieron detener aquellos huracanes de fuego que enardecían al pueblo ionvitándoles al seguimiento del Señor. Pedro, Santiago y los demás se enfrentaron con todos: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres... Los jefes se fijaron más que en ninguno en el Trueno de Santiago y no tuvieron más remedio que matarlo.

Si estuvo o no Santiago en España queda íntimamente demostrado porque nosotros, los profetas de hoy, que llevamos la maravilla en vasijas de barro, seguimos dispuestos a santificar nuestra vida para que sea menos quebradiza la verdad que presentamos desde esta cárcel que es el ser humano. Para que nadie crea que el fuego del oro que llevamos pueden los tiempos o los hombres apagarlo.

...Más tarde, la madre de aquellos muchachos que en Betsaida miraban al mar, pidió para sus hijos la preferencia en los cielos. Pero Jesús le dejó claro que únicamente es grande el que se achica... Puede que ésta sea también, en la Iglesia de hoy, la asignatura que algunos esperamos aprobar en setiembre. Las madres suelen tener ocurrencias de madres pero los hijos, a estas alturas, ya deberíamos haber crecido.

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