01 septiembre, 2012

DOMINGO XXII del TIEMPO ORDINARIO. Salmo 14 ; Marcos 7, 1-8ss





Las manos del santo cura de Ars

MANOS LIMPIAS CORAZÓN LAVADO


En los árboles, el tronco es el capitán que gobierna, la sustancia del fruto, pero las ramas quienes achican el aire, las que soportan la levedad de los pájaros, las avisadoras de la lluvia a las hojas. Las ramas son el nervio visible de la sangre que oculta la madera. Pero puede que al tronco lo atraviese un rayo fugitivo y ya sólo puede esperarse de él ramas marchitas, hojas sin fuerza.

Así los seres humanos.

En el corazón habitan los desvelos, surgen como fuentes los amores, se amontonan las caridades y las manos son, entonces, ángeles de las palabras, oleaje de las conversaciones. Ellas se esfuerzan en pincelar el aire con la hermosura del alma. Sólo cuando el corazón es herido por el rayo de las ambiciones, se le desgarran inevitablemente las entrañas quedando las manos como pájaros sin horizonte, igual que memorias olvidadas.

Para los fariseos de este pasaje de san Marcos, son más importantes las manos lavadas que los corazones limpios, los ritos que las verdades, las ramas que el tronco. Para Jesús, el Maestro, si lo visible no es el fruto de un alma impecable, si las manos no enmarcan lo interior, son cáscaras vacías. 

Por eso, a los fariseos no los quiere en su casa. Para que el hombre habite en su tienda, dice el salmo catorce, es indispensable vivir honestamente, practicar la justicia, que en su corazón no haya calumnias ni difame al vecino con la boca. Y que el dinero no lo preste a usura.

Dios no puede vivir con los que roban, ni con los que acomodan la justicia según sus conveniencias. De ninguna manera con aquellos que calumnian a los honrados que quedan. Dios no vive en lugares ni en personas donde se presta dinero a unos intereses que no se pueden pagar y cuyo resultado es la ruina o la desesperanza de familias y pueblos.

... Ni  hay manos en el mundo que puedan medir tanta distancia entre los que así obran y el Dios que no cesa de acercarse en Jesucristo. 



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