15 septiembre, 2012

DOMINGO XXIV del TIEMPO ORDINARIO. Marcos 8, 27-35

Guggenheim por dentro



¿QUÉ SABEN DE NOSOTROS?


Intuyo una cierta amargura entre los labios de Jesús cuando les hizo a los suyos la pregunta: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Si gracias al humo se sabe por donde viene el fuego, a los apóstoles, a Pedro, por como responden, se ve que no les ha llegado aún la quemadura. Alguno le contesta que es el Mesías, pero cuál de ellos: ¿el que le han dicho que dicen las Escrituras? ¿El que aguarda Israel? ¿ El que ha fabricado cada uno con los diferentes hilos de la necesidad?

Ni entonces ni ahora sabemos quién es Jesucristo: sólo un clamor de señales encendidas nos conduce  adonde no sabemos por la noche estrangulada y solitaria, a la espera de que, en un descuido del tiempo, se junte por fin Amado con amada.

Poco sabemos de Jesús. Sólo que se trata de un hombre que también es Dios y que colgó su misterio en una Cruz llevándose la llave de la sabiduría. Nos queda la contemplación y las ganas de abrir la cerradura... Cicerón comenta que fue Bías, el filósofo griego, quien acuño la famosa frase: me llevé todo conmigo, cuando tuvo que huir sin poder llevarse nada. Únicamente su sabiduría y su experiencia.

Jesucristo se lo llevó todo consigo, pero nos dejó su amor para que vayamos haciendo el equipaje. Nos dejó una cruz suficiente ajustada a la debilidad.

Poco sabemos de Jesús. Ni de nadie. Muchos de los que leen estas reflexiones nos conocemos casi desde niños, pero no nos conocemos a fondo, quizá tampoco haga falta. Basta con que la vida nos sorprenda queriéndonos. Porque cada uno de nosotros es la historia de mil raíces que se enredan dentro buscando para mamar el pecho verdadero... Antes de cada palabra ha existido el pálpito que la condujo hasta la boca. La emoción fue antes que el pensamiento. El labio antes que el beso. ¿Quién puede descifrar el pálpito, la emoción o las azules venillas del labio?

De cada uno conocemos la luz que le proyectamos. Y la mayoría de las veces, como con Jesucristo, en medio de la noche nos abandonan las estrellas.

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