05 enero, 2013

DOMINGO DE EPIFANÍA. Isaías 60, 1-6 ; Mateo 2, 1-12

SOBRESALTOS

Como entonces, el nacimiento de Jesús también nos llena hoy de sobresaltos. 

De los Magos de Oriente se conoce la magia que dejaron en los siglos su afán de búsqueda y la constancia de su regalo. Sobresaltados, les sedujo la claridad de una estrella nueva en su costumbre de cielo. Pensaron que aquella luz era Dios y aprovecharon las noches para no equivocarse de reflejos. Se detuvo, por fin, la estrella en aquel portal y echaron mano de su vida, de sus regalos para ahorrarle al Niño y a sus padres un nuevo sobresalto.

Herodes se sobresaltó --escribe san Mateo-- y con él su pueblo, al enterarse de que había nacido un Niño que podía quitarle de su palacio las alfombras. Sobresaltado el pueblo por el posible cambio de un rey que seguramente iba a ser más exigente con ellos, más altivo. Y ya se sabe que cuando se exceden los sobresaltos en el pecho es preferible esconderse de los ataques: bien lo sufrieron en sus carnes los inocentes...

Benditos sobresaltos, sin embargo, si la luz de la fe, bien conocida pero hoy más ancha y estrellada, nos infunde un ansia de buscar a Dios, dejando atrás la noche de las dudas, el temblor de las preocupaciones, la tempestad de un tiempo que  insiste en arruinar las esperanzas.

Por más oscuridad que haya, siempre aparece una estrella en los recodos de la vida. Nos toca salir y buscar donde se posa esa luz nueva. Nos toca encontrar a Dios en esta larga madrugada y que Él recupere, por fin, de nuestros labios los besos perdidos.

No hay comentarios: