13 julio, 2013

DOMINGO XV del TIEMPO ORDINARIO Lucas10, 25-37





La torre de Babel



LAS HERIDAS


El prodigio de intenciones que el evangelio de san Lucas nos propone con la parábola del buen samaritano, invita a una meditación intensa, a una desacostumbrada perplejidad.

El evangelista ha dibujado los matices: Al hombre que asaltan por el camino dejándolo herido, un pagano lo socorre distanciándose así del proceder de los creyentes  --un sacerdote y un levita--, que pasan de largo. Y una pregunta que ha de ir respondiendo el cristiano con su actitud: ¿quién es mi prójimo?

Es fácil ver que vivimos en un mundo llagado, el mismo que escribió Miguel Hernández en su tiempo: Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.

Las heridas que dejan los amores humanos son difíciles de curar con otros ungüentos que no sean los suyos. Heridos por el camino de cada día nos encontramos a familias quebradas, a hijos entristecidos, a horizontes sin resolver, a tantos amigos como suele olvidar el olvido. Fue el desamor quien dejó maltrecho al caminante del evangelio. Y le robaron.

Los robos, los asaltos, según su cuantía, dejan heridas soportables o hemorragias de muerte. Se sangra cuando no se pueden soportar la cuantía de los impuestos o los abusos de los intereses que ahogan las expectativas de los jóvenes. Además de cuando nos roban en la calle, también sentimos un llanto oscuro cuando nos roban las ilusiones, los proyectos; cuando las circunstancias o los inmorales nos dejan la vida llena de costuras y de cicatrices. Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y para que sanen todas a la vez, Dios trae en su mano la respuesta de la proximidad.

Abdelmumin Aya dice muy claramente que Satán es la distancia entre las criaturas… Pienso entonces que la cercanía, la proximidad, el prójimo es Dios que se hace samaritano para la salvación del mundo. Dios, que siempre va de viaje y se detiene para curarnos, el Dios con nosotros.

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