La torre de Babel
LAS HERIDAS
El prodigio de intenciones que el
evangelio de san Lucas nos propone con la parábola del buen samaritano, invita
a una meditación intensa, a una desacostumbrada perplejidad.
El evangelista ha dibujado los
matices: Al hombre que asaltan por el camino dejándolo herido, un pagano lo
socorre distanciándose así del proceder de los creyentes --un sacerdote y un levita--, que pasan
de largo. Y una pregunta que ha de ir respondiendo el cristiano con su actitud:
¿quién es mi prójimo?
Es fácil ver que vivimos en un
mundo llagado, el mismo que escribió Miguel Hernández en su tiempo: Llegó con
tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.
Las heridas que dejan los amores
humanos son difíciles de curar con otros ungüentos que no sean los suyos.
Heridos por el camino de cada día nos encontramos a familias quebradas, a hijos
entristecidos, a horizontes sin resolver, a tantos amigos como suele olvidar el
olvido. Fue el desamor quien dejó maltrecho al caminante del evangelio. Y le
robaron.
Los robos, los asaltos, según su
cuantía, dejan heridas soportables o hemorragias de muerte. Se sangra cuando no
se pueden soportar la cuantía de los impuestos o los abusos de los intereses
que ahogan las expectativas de los jóvenes. Además de cuando nos roban en la
calle, también sentimos un llanto oscuro cuando nos roban las ilusiones, los
proyectos; cuando las circunstancias o los inmorales nos dejan la vida llena de
costuras y de cicatrices. Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte,
la de la vida. Y para que sanen todas a la vez, Dios trae en su mano la
respuesta de la proximidad.
Abdelmumin Aya dice muy
claramente que Satán es la distancia entre las criaturas… Pienso entonces que la
cercanía, la proximidad, el prójimo es Dios que se hace samaritano para la salvación
del mundo. Dios, que siempre va de viaje y se detiene para curarnos, el Dios
con nosotros.
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